HARRISONBURG, Cuba. — Vivimos en un mundo donde el relativismo y los intereses políticos imponen visiones desvinculadas de un elemental respeto a la justicia, a la verdad y a la dignidad humana. Cotidianamente, ocurren hechos que deberían provocar contundentes acciones de respuesta política, pero esos factores que corroen a gran parte de la humanidad también favorecen la incongruencia. Lo que debería alarmar y alinear monolíticamente a todas las personas de buena voluntad muchas veces es aceptado como algo inevitable. Pareciera que decenas de miles de años de evolución de la especie humana no han bastado para acabar de imponer esencias morales y conceptos que considero inmutables; que la crueldad, la mentira y la desfachatez están destinadas a perpetuarse.
En momentos en que la dictadura cubana arremete despiadadamente contra nuestro pueblo y, específicamente, contra los detenidos por las protestas del 11 de julio de 2021 y sus familiares, resulta vergonzoso comprobar actitudes y afirmaciones que no pocos compatriotas y políticos asumen y exponen en las redes sociales.
La desvergüenza es tal que ya no causa asombro, aunque imagino que sí algo de ira en quienes llevan en sí el decoro de muchos hombres, como apuntó Martí. Para algunos parece normal, en el preámbulo de lo que se avecina, que una periodista militante del partido de la dictadura, quien hasta hace no mucho fue otro de los brazos ejecutores de la política manipuladora y discriminatoria del castrismo, se presente por estos días en Bogotá como “una perseguida del régimen” y, para colmo, afirme que no puede regresar a Cuba “porque su vida corre peligro”.
Otro locutor recién llegado a Miami, quien en Cuba mantuvo un perfil bajo por temor a las represalias —lo cual es comprensible—, en una entrevista concedida a Alex Otaola expuso ideas que allá jamás tuvo el valor de exponer, e incluso, si mal no recuerdo, hasta incitó a tomar las calles cuando él ni siquiera le lanzó un hollejo de naranja a un mural de un CDR.
Resulta triste ver como estas personas y otras muchas asentadas en Miami no tienen el menor recato para expresarse de esa forma en una ciudad donde todavía hay cubanos que lo dieron todo por la libertad de Cuba y pagaron un altísimo precio por ello.
A los cubanos que llegan debería permitírseles que dijeran todo lo que sienten al traspasar el umbral de una nueva vida, pero también debería pedírseles un mínimo de respeto a la verdad, a la historia de esos verdaderos héroes y lo que todavía representan. Eso haría su exposición un poco más digna.
Ahora mismo en Cuba hay personas sentenciadas a 15 y más años de privación de libertad. Cada opositor y periodista independiente cuenta con vigilancia permanente y, en cualquier momento, con una sentencia de privación de libertad como las mencionadas anteriormente. Por eso causa vergüenza que algunos pretendan inflar sus leyendas personales erigiendo como prueba una conversación amenazante o una cita con la Seguridad del Estado. Y es que en medio de la descomposición cívica y moral que sufre el mundo Cuba no es una excepción y el daño antropológico que le ha infligido el castrismo ha resultado fecundo en eso de producir héroes y perseguidos de mantequilla.
Es cierto que, salvo algunas excepciones, los cubanos estamos solos en esta lucha. Ante la ONU y gobiernos que están indisolublemente vinculados a la defensa de la democracia y los derechos humanos, la dictadura comunista ha recrudecido la represión y da pasos inequívocos para implementar la institucionalización del terror. No se necesita ser muy inteligente para saber que si a Cuba se le impone un cerco diplomático como el que se le impuso a la Sudáfrica del apartheid el desplome de la dictadura se aceleraría. Pero, en otra muestra de incongruencia, quienes hablan muchísimo de democracia y respeto a los derechos humanos no harán nada para ayudar a lograrlo.
Dice mucho de la naturaleza del Estado cubano el hecho de que destine cifras millonarias a la compra de autos patrulleros y para el turismo mientras los servicios de salud pública carecen de ambulancias. Dice mucho de esa naturaleza, indudablemente cruel, que movilice decenas de gendarmes para impedir que un grupo de mujeres acuda a las Iglesias a rezar por los presos políticos y por un futuro mejor para nuestra patria, porque el acto de arrodillarse ante Dios también lo considera una acción política en su contra.
En medio de circunstancias tan dolorosas he encontrado compatriotas a quienes Cuba no les importa nada, pero también otros que a pesar de su avanzada edad continúan expresando una convicción democrática ante la que me inclino respetuosamente.
La diferencia entre los cubanos de aquí y los que allá continúan defendiendo a la dictadura radica en que los de aquí han demostrado como se puede prosperar y alcanzar una vida digna sin la tutela del Estado, y que lo han hecho sin excluir a los comunistas del horizonte de una patria futura.
Esa posición contrasta con la de los castristas, quienes persisten en la construcción de su proyecto excluyendo a los que no comparten sus ideas políticas y desoyendo la frase que nuestro Apóstol dirigió a Máximo Gómez en célebre carta: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”. A pesar de esa verdad de Perogrullo, la rancia izquierda de presuntos pensadores profundos y humanistas sigue presentado a la dictadura como un ejemplo de democracia para el tercer mundo, otra incongruencia.
Nadie sabe cuánto falta para que caiga la dictadura, pero sí puede asegurarse que ha sido un rotundo ejemplo de proyecto fallido, otro más en el intento de hacer realidad las ideas de los fundadores del marxismo. Puede, incluso, dar un cambio radical en su política y asumir experimentos foráneos en busca de cierta prosperidad, pero eso no la legitimará como un proceso triunfante.
Los cubanos y los políticos que afirman apoyar las ansias de libertad de nuestro pueblo deberían interiorizar definitivamente que Cuba ni el mundo cambiarán si antes no cambiamos nosotros mismos. La congruencia entre lo que decimos y hacemos es una condición indispensable para la salud y radicalidad de los cambios que necesita el planeta, incluida nuestra sufrida Patria.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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