LAS TUNAS, Cuba. — “El Estado totalitario tiende a absorber en sí mismo la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas”, dijo Juan Pablo II en 1991 en la encíclica Centesimus Annus. Transcurridos 30 años de ese comunicado papal que es una reseña de la sociedad cubana desde 1959 y hasta el día de hoy, cabe preguntarnos: ¿Hasta cuándo resistirá el totalitarismo castrocomunista una vez concluido el poder real y la influencia política de los hermanos Castro?
El pasado 1ro de diciembre, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel participó de forma virtual en la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxistas Leninistas, organizada por los 20 años del partido Rusia Unida.
En el foro, titulado “Desafíos globales del siglo XXI: dimensión interpartidaria”, Díaz-Canel dijo: “En 63 años de revolución, que se cumplirán el próximo enero, la Isla muestra logros indiscutibles como sistemas de Salud y Educación de acceso público y universal, con una cobertura médica al ciento por ciento de su población y una tasa de alfabetización al 99 por ciento”.
Pese a esa afirmación, el sucesor de Raúl Castro sabe que en Cuba no hay medicamentos elementales, que los servicios hospitalarios son pésimos para el cubano común, aunque la clase dirigente y los extranjeros sí poseen asistencia médica de primer nivel. Díaz-Canel conoce muy bien que, pese a la tasa de “alfabetización al 99 por ciento”, es el cubano hoy, y como nunca antes en su historia, un pueblo inculto, chabacano y pendenciero, pese a sus títulos universitarios. También sabe Díaz-Canel que que es incierto que los cubanos cuenten con “un sistema de trabajo y seguridad social que ampara a cada uno de sus ciudadanos, en especial a los más vulnerables”, aseguró a los comunistas del mundo. En Cuba ni el trabajo ni la seguridad social cubren las necesidades básicas de las personas, y no sólo en esta época de hiperinflación, sino desde hace muchísimos años.
La reciente inauguración de un centro de “estudio” que lleva por nombre Fidel Castro confirma la perentoria necesidad del régimen de rutinizar el carisma del “máximo líder” para mantenerse en el poder.
Si nos apoyamos en Max Weber y en su ensayo de 1922 La rutinización del carisma, esto ocurre por “los intereses tanto ideales como materiales de los partidarios (del régimen) en la perduración y reactivación constante de su comunidad”; y “por los intereses ideales y materiales aún más fuertes de los individuos del personal administrativo, de los discípulos o los partidarios del jefe carismático en continuar sus relaciones”.
Pero según la teoría de Weber, el interés de continuidad no sólo tiene interés desde el punto de vista ideal y material, sino que se asienta sobre una base diaria estable. Esto significa, sobre todo, hacer posible la participación en relaciones familiares normales o, por lo menos, gozar una posición social segura, según lo vemos hoy en Cuba, conforme lo describió Milovan Djilas en su libro La nueva clase.
En ese empeño utilitario, el totalitarismo castrocomunista construyó una historia maniquea, la de la “pseudo república” que representa el mal antes de 1959 y la de la “revolución cubana” triunfante del 1ro de enero de 1959 y hasta hoy día. ¿Fidel Castro copió esa estrategia del franquismo? Quizás.
Como lo es ahora mismo para la sociedad cubana el antes y el después de 1959, según el catedrático de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, doctor Víctor Pérez-Díaz, uno de los impedimentos más grandes para la maduración de la sociedad civil en España fue el fantasma de la Guerra Civil (1936-1939), manipulado por el régimen del general Franco, que dificultó a las nuevas disposiciones culturales del pueblo español, y, en particular a su juventud, que pudiesen cambiar rápidamente las instituciones políticas autoritarias hacia las democráticas.
“Al terminar la guerra, con la victoria de uno de los bandos, el nuevo Estado continuó encarnando la división entre vencedores y vencidos, y con ella, en cierto modo, la guerra misma. El gobierno conservó su recuerdo entre las gentes, con celebraciones rituales periódicas, que conmemoraban, con la victoria de un bando, la derrota del otro. Para él, guerra y victoria eran los acontecimientos definitorios de la historia española moderna”, dice Pérez-Díaz en su ensayo de 1996 España puesta a prueba, 1976-1996, recordándonos a los cubanos cómo, para qué y por qué las celebraciones castrocomunistas suplantaron a las Navidades en la Isla.
Si recordamos el síndrome o modelo de rasgos interrelacionados de los regímenes totalitarios (la ideología, el partido único, la policía terrorista, el monopolio de las comunicaciones, el monopolio de las armas y una economía de dirección centralizada), aunque fuera el franquismo una dictadura —autoritaria como todas las tiranías—, no puede afirmarse que el régimen del general Franco fuera totalitario, como sí lo es el castrocomunismo. Siguiendo esa línea de pensamiento, preguntémonos: ¿Tras la muerte del general Raúl Castro será posible una transición a la democracia en Cuba como ocurrió en España luego de la muerte del general Francisco Franco?
Puesto que no existe democracia allí donde no existen asociaciones cívicas, es útil preguntarse: ¿Qué es una sociedad civil? El concepto más útil que al respecto conozco lo encontré en la obra citada donde el profesor Pérez-Díaz dice:
“Entiendo por sociedad civil una configuración sociopolítica con cinco componentes institucionales ligados entre sí: el imperio de una ley que se aplica por igual a gobernantes y gobernados; una autoridad pública con poderes limitados y responsables ante los ciudadanos; un espacio público (o esfera pública) donde los ciudadanos se encuentran y debaten sus preocupaciones comunes; un amplio abanico de asociaciones voluntarias donde cabe incluir los movimientos sociales; y una economía de mercado, como un sistema de coordinación espontánea entre agentes autónomos”.
Apreciando que, del mismo modo que ocurrió en España en los años 70 del pasado siglo cuando allí la dictadura transitó a la democracia, en el próximo artículo analizaremos cómo muchas de esas estructuras de la sociedad civil española permitidas por el franquismo jugaron un importante papel democratizador en el pueblo español, algo que será difícil de concretarse en Cuba mientras los cubanos, adocenados en las supuestas “gratuidades” públicas, permanezcan enquistados en los órganos del Estado dirigido por los comunistas y carezcan de una sociedad civil real.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.