MADRID, España. – Las relaciones de la Iglesia con el Estado, o del Estado con la Iglesia, tienen que ver con aspectos esenciales de la persona humana. Esta relación entre “religión” y “sociedad” o “comunidad política” constituye una constante inevitable de la historia universal del hombre.
Actualmente existen distintas formas de relación institucional entre Iglesia y Estado, a saber, laicismo, estado confesional o aconfesional, tolerancia o intolerancia religiosa, libertad o persecución religiosa, etc.
La revolución cubana ejerció una fortísima represión contra la iglesia católica y como consecuencia, con el tiempo la Iglesia oficial dejó de ser públicamente combativa en Cuba salvo honrosísimas excepciones, y se fue poco a poco apagando.
Mi intención es ahondar y tratar de entender cómo la Iglesia de Roma, con el tiempo, decidió seguir una política de apaciguamiento y entendimiento con el Partido Comunista de Cuba, que supuso siempre, desde mi punto de vista, una entrega, sumisión o cesión pública, por parte de la Silla de Pedro, hacia un sistema materialista, marxista, dictatorial, violador de derechos, y anticlerical. Mi conclusión ha sido que lo hizo en aras de su propia supervivencia, para no perder espacio y poder seguir ejerciendo su labor. Encomiable objetivo, pero esta política, inducida desde La Habana o desde Roma, no dio los resultados deseados. Intento fallido, pero intento al fin.
Paradójicamente, el gobierno cubano, en sus horas bajas, ha intentado a su vez instrumentalizar en su propio beneficio, el fallecimiento del cardenal, ofreciendo unos funerales de Estado para obtener cierto respaldo, y conseguir algo de autoridad moral de la que carece y siempre ha carecido.
Afortunadamente ahora la Iglesia no ha caído en la trampa, como sí lo hizo en el año 2014 en la época del llamado “deshielo”, desoyendo los consejos de aquellos que recomendaban prudencia, y educada y discretamente ha rechazado “tal honor”, evitando quedar comprometida, ya que desde el 2015 quedó clara la nula disposición del régimen a dar un paso al frente en el régimen de libertades.
La existencia de cualquier mortal está llena de luces y sombras. El cardenal Ortega Alamino ha muerto con 82 años y mucho se ha escrito sobre su figura. Por norma general los obituarios suelen ser generosos con los fallecidos. Es una cuestión de elegancia y sensibilidad y no seré yo quien lo critique. Pero siendo sincera me hubiera gustado que Don Jaime hubiera seguido con energía y firmeza los consejos del Concilio Vaticano II que declara que “la Iglesia, no solo puede sino que debe señalar que una ley es injusta porque es contraria a la ley natural o que determinadas costumbres o situaciones son inmorales aunque estén permitidas por el poder civil, o que los católicos no deben dar su apoyo a aquellas personas o partidos que se propongan objetivos contarios a la ley de Dios y por tanto a la dignidad de la persona humana y al bien común”.
No sólo los católicos sino la sociedad en general hubiera tenido entonces un referente claro, y el pueblo cubano se hubiera sentido fuertemente respaldado en la reclamación de unos derechos que legítimamente le pertenecen.
Dice un refrán que el hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra dos veces. Espero que hayamos aprendido la lección y que la luz de la Iglesia brille con la fuerza que corresponde en apoyo de los oprimidos. Este fue el legado de Jesucristo nuestro Señor.
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