LA HABANA, Cuba. – Si primero fue la amplia existencia de revendedores la que desató la alarma en los medios oficialistas cubanos, ahora, la inquietud ha sido motivada por la cadena de impagos que amenaza no tener fin entre las entidades estatales de la isla. Tal afirmación se desprende de sendos artículos aparecidos en el periódico Granma en sus ediciones correspondientes a los días 14 y 15 de octubre.
Generalmente la cadena comienza cuando una entidad dedicada al comercio minorista no deposita lo cobrado en su cuenta bancaria, o lo hace a destiempo. Eso trae como resultado que no le pueda pagar a su suministrador, y este, a su vez, tampoco le pueda pagar al productor o al importador del producto en cuestión. Se produce así un cuello de botella que afecta los planes de producción y comercialización, y que, en definitiva, ha obligado al Presupuesto estatal a desviar recursos financieros para evitar el colapso de empresas y entidades envueltas en semejante círculo vicioso.
Las autoridades reconocen que, a pesar de que desde el año 2012 se vienen tomando medidas para contrarrestar ese fenómeno, no se logran disminuir las cuentas por pagar y por cobrar. Según datos del Ministerio de Finanzas y Precios de Cuba (MFP), las cuentas por cobrar en el país ascienden a más de 18 mil millones de pesos y el 14% de ellas están fuera de término. Es decir, que son mínimas las probabilidades de que lleguen a cobrarse.
¿Qué dice Granma?
Algunas de las causas de los impagos que se esgrimen en los artículos de Granma tienen que ver con los incumplimientos en la contratación económica entre entidades, la no realización de reclamaciones, la errónea contabilización de las operaciones, así como la inadecuada utilización de cheques, transferencias bancarias y cartas de créditos.
Se dice, por ejemplo, que buena parte de los directivos de las entidades del comercio y la gastronomía no son capaces de controlar el efectivo recaudado de manos de la población. Lo anterior, por supuesto, propicia que parte de ese efectivo vaya a parar a manos de funcionarios y hasta de los propios jefes de esas entidades, y que después no haya con que pagar las deudas a otras empresas.
Sin embargo, los articulistas de Granma no se refieren a una evidencia que se abre paso ante cualquier observador desapasionado: algunos funcionarios se apropian del efectivo, otros roban combustible y a muchos no les preocupa tanto cobrar lo que les deben porque no son propietarios de nada; carecen de sentido de pertenencia y al final saben que el Estado -único dueño- tendrá que remendar los entuertos.
Entonces, si voces cercanas al gobierno califican la cadena de impagos como una bola de nieve que crece indeteniblemente, se impondría la aplicación de una medida que hasta ahora la cúpula del poder se ha negado a considerar: las privatizaciones. Porque nadie se roba a sí mismo cuando se sabe dueño, ni permite que sus subordinados le roben. Tampoco será indiferente a las deudas que otros tengan con su entidad, y, a la postre, es muy probable que esté en condiciones de pagar puntualmente a sus suministradores.
Por el contrario, las terapias que anuncia el oficialismo, como la capacitación de funcionarios en materia de cobros y pagos, o hasta la advertencia de Díaz-Canel en el sentido de que el Presupuesto no protegerá más a las entidades descapitalizadas por los impagos, parecen ser meros parches que a la larga profundizarán el atolladero en que se halla la economía de Cuba.
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