LA HABANA, Cuba. – En el diario Tribuna de La Habana fue publicada una lamentable noticia: los familiares de Hansel Ernesto Hernández Galeano han “comprendido” que el asesinato del joven a manos de un policía fue justo, y además confían en la “transparencia del proceso” para esclarecer los hechos.
No es difícil suponer qué estarán pensando en este momento los cubanos que se pronunciaron contra el abuso policial, la impunidad con que actúan las fuerzas del orden y la indefensión de la ciudadanía frente a la manipulación del aparato legal y las presiones del Ministerio del Interior.
Pudiera pensarse que tanto la madre como la madrastra de Hansel Ernesto fueron coaccionadas e inducidas a hacer tales declaraciones. Ninguna de las dos mujeres fue entrevistada en su casa. Las fotos publicadas las muestran en una sala, probablemente en alguna de las instalaciones del MININT, que solo por serlo surten un efecto intimidatorio en los civiles.
Tribuna dice que ellas dijeron, y hay que confiar en la veracidad de un periódico parcializado que cede ante la supremacía de los militares. Ambas pudieron haber sido víctimas de chantaje o amenazas, de acusaciones preocupantes como “hacerle el juego a la contrarrevolución”, algo en lo que también se incurre desde el silencio, porque el que calla, otorga.
Las dos tuvieron que declararse plenamente identificadas con el proceso revolucionario y dejarse fotografiar allí, para disipar cualquier duda. Todo ha sido perdonado. El hijo bien muerto está. El policía, pobre hombre, es en realidad un héroe y no hay nada que reclamar porque la Revolución, en su magnanimidad, no merece ser cuestionada solo por haber matado a un delincuente.
Otra vez la familia cubana elige el silencio y se deja aplastar por esta maquinaria de moler derechos que se hace llamar Seguridad del Estado. Tampoco se quejaron los deudos de las 112 personas que perdieron la vida al estrellarse el avión de Global Air, en mayo de 2018. El impulso de demandar tanto a la empresa mexicana como al castrismo que alquiló la nave defectuosa fue solo eso. Ni siquiera hubo protesta. Todos terminaron yendo a casa a llorar sus pérdidas sin el consuelo de la justicia ni la compensación económica que no repara el daño, pero le recuerda a las aerolíneas que una negligencia puede costarles millones.
El pueblo cubano sigue bajando la cabeza ante la opresión y dejándose acorralar por el espectro de “los enemigos de la Revolución”, única carta que juega la dictadura para mantener a raya la ira popular. Según publicó Tribuna: “la campaña desatada tiene como objetivo supremo crear estados de irritación y rechazo a la Policía Nacional Revolucionaria”, como si hiciera falta una convocatoria pública para detestar a los desagradables miembros de un cuerpo represivo corrupto y abusador, protegido por un grado de impunidad que los ciudadanos no pueden ni imaginar.
Varios hechos recientes indican que las filas de la PNR se alimentan del detritus social; a fin de cuentas para proteger a una dictadura cualquier maleante funciona. Hasta hoy nada se sabe del policía que disparó a Hansel Ernesto, de dónde proviene, qué clase de persona es, cuál ha sido su historial al servicio de la sociedad.
Se dice que la PNR tiene su propia cárcel, una panacea en comparación con Valle Grande o el Combinado del Este. Más bien se trata de un reformatorio donde liman en lo posible su analfabetismo y bestialidad. Los alimentan mucho mejor que a los presos comunes y sin haber llevado a término su condena los envían de vuelta al Oriente del que una vez salieron, para allí vestir de nuevo la casaca azul y ensañarse con los campesinos.
Nada sabe el pueblo cubano de estos movimientos de nómina que dejan en libertad a un bando de criminales uniformados; pero de Hansel Ernesto se conocen todos los delitos y de seguro no será el último joven asesinado por la policía nacional revolucionaria en circunstancias extrañas.
Si vamos a creerle al Tribuna, las declaraciones ofrecidas por la madre del muchacho son la prueba de que Cuba anda mucho peor de lo que se cree. Cuando el poder es capaz de cercenar la vida de un hijo, manipular el dolor de su madre y ordenar a un influencer que justifique el “accidente” con un relato increíble de fuga, pedradas y disparos de advertencia sin que la ley se pronuncie con imparcialidad y mesura, puede afirmarse que esa sociedad ha quedado fuera de los límites de la salvación.
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