LA HABANA, Cuba. – Una sopa de letras con Fidel Castro y otros 23 dictadores de Asia, África, Europa y América Latina fue puesta a la venta en la Feria Internacional del Libro de la Habana. Elaborada “con fines didácticos y recreativos” bajo el Sello Cottbell editores (Lima, Perú, 2020), la sopa goza del inocente disfrute de sus lectores.
PupiLetras 8, es el título del libro de una colección donde aparece Fidel en condición de igualdad junto a violadores permanentes de los derechos humanos, torturadores, causantes de hambrunas, limpiezas étnicas y otros actos de lesa humanidad cometidos a lo largo de la historia, como Pol Pot, Francisco Franco, Augusto Pinochet, Kim Il-Sun y otros.
No obstante, aunque resulta algo macabro entrecruzar los nombres de tantos dictadores y asesinos causantes de las mayores tragedias de sus respectivos países y más allá de sus fronteras nacionales, recompensa y alienta conocer que ninguno será absuelto por la historia. En el caso de Fidel, también sucumbe a sus delitos pese a sus falsas alegaciones.
Que a la policía política cubana, autocalificada como “la quinta mejor del mundo” por su eficiencia en desmontar atentados, descubrir complots y planes subversivos que pueden abarcar desde una reunión de tres opositores pacíficos, el traslado de una vaca muerta en una ambulancia o de un pargo congelado en un violín, se les haya escapado una sopa entre las manos en esta 29 Feria del Libro, deja mucho que desear.
No pocos de los conocedores del control enfermizo de cuanto atenta contra el “prestigio de la Revolución y su fallecido Máximo Líder”, aún se preguntan dónde estaban los comisarios culturales, a qué jugaban los ojos y las lenguas de la Revolución cuándo revisaron los libros que se pondrían a la venta. ¿En quién pensaban? ¿Cómo cometieron ese acto de alta traición? ¿Por qué aún no se sabe nada?
Tal vez ahorita se anuncie en el Granma que la sopa fue introducida por delincuentes y terroristas de la UNPACU, émulos del opositor pacífico José Daniel Ferrer, o subversivos seguidores de un pseudo artista como Luis Manuel Alcántara Otero, quien suele atentar contra la propiedad y ultrajar los símbolos patrios; el primero, condenado en juicio sumarísimo a 9 años y el segundo puesto en libertad gracias a la presión popular en redes sociales.
Que la situación en Cuba no está para pastelitos, lo demuestran las fintas, escarceos, dimes y diretes habituales en las autoridades del país, que ahora suman a su arsenal de argumentos represivos el frenazo, la espera y uno que otro cambio bajo la presión del pueblo, tal vez decidido a poner fin a seis décadas de latrocinio, vejamen represión y humillaciones.
De ahí que lo que parece una inocua sopa, un juego para niños, sumado a los actos de rebelión por la falta de pollo, jabón, leche y otros productos de primera necesidad, reclamos públicos de la libertad de opinión y creación, pueda convertirse sabrosa una paella con todos los ingredientes robados a los cubanos.
Otra Cuba se vislumbra en el horizonte de la población. Sacudidos los miedos sembrados por la dictadura en más de sesenta años, consolidado (por el empuje popular) el acceso a una información veraz y diversa y puesta en la picota pública la vida lujosa de dirigentes y burócratas, nada les queda por ocultar a estos depredadores de la libertad.
Si hoy se coló la sopa, mañana puede ser El libro Negro del Comunismo, la novela Otra vez el mar o el poemario Lenguaje de mudos que, unidos a los filmes Santa y Andrés, Sueños al pairo y otras obras, nos darán fuerzas para virar la mesa que se nos ha impuesto y, al fin, libre de censores y dictaduras, nos permitirán tomar sobre los escombros de la Revolución esta sopa de letras que, aunque nos parezca insípida o intrascendente, da otro sabor a la vida.
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