LA HABANA, Cuba. – Por estos días la atención en el ámbito educacional cubano se centra en los exámenes de ingreso a la educación superior que realizan los estudiantes que culminan la enseñanza preuniversitaria. En ese sentido acaba de ser anunciado por directivos del Ministerio de Educación Superior (MES) que el 74,8% de los estudiantes que se presentaron a dichas pruebas resultaron aprobados.
No obstante el porcentaje anterior, existe preocupación entre los funcionarios del MES, la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), motivada porque cada año baja el índice de aprobados en la asignatura de Historia, que junto a Español y Matemática conforman la triada de materias a examinar.
Pero hay más: investigaciones realizadas arrojan que muchos estudiantes rechazan las clases de historia que reciben en las aulas, entre otras cosas por considerarlas demasiado aburridas. Sin dudas, una mala noticia para la maquinaria del poder, que pretende justificar el presente con la visión del pasado que les ofrece a los jóvenes.
En su edición del pasado 21 de julio el periódico Juventud Rebelde publicó el trabajo titulado “La historia no vive en un pedestal”, en el cual se enumeran algunos elementos que podrían influir en el desdén estudiantil hacia esa asignatura. Se plantea la deficiente preparación de los estudiantes cuando intentan acceder a las aulas universitarias; lo desactualizados de los programas de historia en los distintos niveles del sistema nacional de enseñanza; profesores sin deseos de trabajar que no motivan a sus estudiantes; el poco interés de los jóvenes por leer libros de texto; y también las dificultades existentes para que los educandos asistan a museos y otras instalaciones con vistas a complementar lo aprendido en las aulas.
Sin ignorar totalmente las razones anteriores, hay dos factores, no contemplados por Juventud Rebelde, que habría que tomar en cuenta a la hora de cuestionar la historia que reciben nuestros estudiantes. En primer término debemos considerar el propio diseño con que se enfoca la materia desde el Ministerio de Educación. Es decir, desde su Departamento de Marxismo-Leninismo e Historia.
Lo anterior significa reducir la historia a una visión marxista de los hechos, con el consiguiente relato despersonalizado de nuestro pasado, en el cual el binomio fuerzas productivas-relaciones sociales de producción casi sepulta la acción de los hombres. Un relato que, además, no presenta la faceta humana de nuestros héroes y próceres, algo que mucho apreciarían nuestros estudiantes.
Por otra parte, no podemos olvidar la teleología que se halla en el centro de la historia que enarbola el castrismo. Es decir, presentar los hechos del pasado como si todo hubiese sido necesario para posibilitar el advenimiento de Fidel Casto al poder en 1959. En ese contexto se inscriben afirmaciones arbitrarias como que “la revolución cubana es una sola, la que inició Céspedes en 1868 y que continuamos en nuestros días”, o la que responsabiliza a Martí con la autoría intelectual del asalto al cuartel Moncada.
Entonces resulta obvio que quienes lamentan el deplorable estado de cosas que hoy se observa en la nación, nada quieran saber de aquellos a los que las autoridades asocian con el presente de la isla.
Es preciso acometer una visión más objetiva de la historia, que aleje nuestro pasado de una interpretación con un mero filón utilitario e ideológico. Solo así los jóvenes recobrarán el interés por esta asignatura.
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