LAS TUNAS, CUBA. – Confinados por una amenaza nueva (la pandemia de coronavirus) y bajo el lema escogido para la celebración (Periodismo sin miedo ni favor) periodistas de todo el mundo vivieron de forma diferente el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
Pero los actos por el día dedicado a la libertad de la prensa, reprogramados unos y en la web otros, no concluyeron este domingo sino que dieron paso a otras jornadas. El martes 5 de mayo la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) dijo en su página que organizará una conferencia online (La independencia de los medios en tiempos de crisis) en la que directivos, periodistas y representantes de la sociedad civil se referirán entre otros temas, a los desafíos a largo plazo vinculados con la “captura de los medios por intereses públicos y privados”.
Este domingo no escuché hablar del Día Mundial de la Libertad de Prensa en la radio ni en la televisión cubana, pero eso de…, “captura de los medios por intereses públicos y privados”, en Cuba lo escuchamos como aullidos al oído y no un eco lejano; la “captura” de los periódicos, la radio, la televisión y más reciente lo que se dice o está prohibido decir en las redes sociales bajo conminación penal o administrativa, lo asociamos con una mezcla de intereses privados y públicos, el castro-comunismo.
El viernes 3 de mayo del año pasado, a propósito de la fecha, escribí en este diario: “hoy, Día Mundial de la Libertad de Prensa, en Cuba están presos Ayda Expósito y su esposo Ramón Rigal, juzgados por escoger una educación independiente para sus hijos, y, por reportar ese suceso, fue apaleado, metido en un calabozo y acusado por ‘resistencia’, el corresponsal de CubaNet Roberto de Jesús Quiñones Haces”.
Puesto que, “el absurdo no tiene cabida en justicia”, según dijo el presidente del Tribunal Supremo Juan Remigio Ferro en el programa Mesa Redonda del pasado 18 de marzo en la televisión estatal cubana, la única televisión que existe en Cuba, cabe preguntar:
Si el absurdo no tiene cabida en el sistema judicial cubano… ¿Roberto de Jesús Quiñones Haces permanece en prisión por odio del régimen político que lo envió a la cárcel?
El año pasado en ocasión del Día Mundial de la Libertad de Prensa, recordé a los lectores el ensayo de 1984 La prensa en Cuba: 1952-1960, donde Carlos Ripoll dice: “Hay dos clases de censura: la que pretende mantener un gobierno y sólo prohíbe cuanto afecta su mandato, y la que va más lejos por su deseo de cambiar o mantener inmóvil el pensamiento y la manera de ser del gobernado.”
Concentrados en ese concepto es útil preguntarse: ¿Qué censura ha coartado la libertad de prensa en Cuba en estos 60 años, la que prohíbe todo cuanto afecta al régimen o la que yendo más lejos transformó el pensamiento y la manera de ser de los cubanos haciéndolos aplaudidores y dóciles gobernados?
En su análisis sobre la prensa en Cuba, Carlos Ripoll expresó: “El totalitarismo nace de la creencia que tiene el gobernante, o simula tener, de la posesión de una verdad absoluta y una misión trascendente, por lo que se permite controlar el pensamiento; su objetivo en este caso es hacer a todos pensar y sentir de acuerdo con el dogma para arreglar con él la sociedad”.
El dogmatismo totalitario en Cuba ha llegado a tal punto que los padres no pueden elegir qué educación dar o dejar de dar a sus hijos. Si estos hicieran suya esa prerrogativa, concedida por el derecho universalmente aceptado en las naciones civilizadas, sencillamente, irían a prisión, como fueron Ayda Expósito y su esposo Ramón Rigal; juzgados y sancionados por escoger una educación independiente para sus hijos.
¿Cómo es posible que la madre y el padre de unos niños sean encarcelados por escoger la educación que habrán de dar a sus hijos y cómo es posible que un periodista freelance sea encarcelado por reportar ese acontecimiento?, se preguntará algún lector poco enterado de cómo vivimos los cubanos en Cuba.
Cual verdad de Perogrullo y para escarnio de los cubanos aplaudidores de esas fábulas, sólo consta una respuesta notoriamente pública para esa interrogante. El castrocomunismo simula tener “una misión trascendente”, mantener la soberanía de Cuba y el bienestar de los cubanos, garantizándoles trabajo, salud, educación…, y para ello los comisarios políticos monopolizando los medios de comunicación y cultura, cine, literatura, artes plásticas, música, el folclor todo, aseguran tener “la posesión de una verdad absoluta”: la de idoneidad e infalibilidad de su régimen, al que llaman “revolución”, cuando en realidad es inmovilismo pétreo.
Una férrea censura de lo que se dice en los periódicos, la radio, la televisión y las redes sociales, ojeado por un ejército de policías, fiscales y jueces, dotados con un sistema jurídico inquisitivo estalinista y una red de cárceles y campos de trabajos forzados, en conjunción con métodos de influencia cultural, permite al castrocomunismo “controlar el pensamiento” de los cubanos según el concepto de Carlos Ripoll.
Dicho de otro modo: Hacer sentir y pensar a la mayor cantidad de cubanos conforme la generatriz oficial, haciéndolos creer que todas las voces son escuchadas en el concierto de la nación, es el objetivo del dogma castro-comunista.
Ese dogmatismo toma carácter de fuerza mayor ahora, con sólo tres integrantes de la llamada “generación histórica” con mando real en el ocaso de sus días, el general Raúl Castro y los comandantes Machado Ventura y Ramiro Valdés.
Mantener ese discurso de “continuidad” en la voz del presidente designado Miguel Díaz-Canel, los ministros, gobernadores y secretarios del Partido Comunista, es la tarea de todos los días, amplificada por todos los medios de comunicación masiva.
Muertos los líderes “históricos” y agotado lo que Max Webber llamó “rutinización del carisma”, en Cuba nos esperan días de mayor censura, brutales unas, refinadas otras, mordazas de cualquier forma.
Mal pronóstico en estas jornadas por el Día Mundial de la Libertad de Prensa marcadas por el coronavirus, pero, precisamente en estos tiempos de pandemia, vemos como la censura y la represión en lugar de disminuir se intensifican. Es el único modo de mantenerse en el poder la “dictadura del proletariado”, ahora sus jefes en posesión de las mansiones de la antigua burguesía desterrada.
En Cuba ya vimos “jueces” condenando a muerte en un estadio deportivo en 1959. Y ahora vemos en la televisión como condenan con privación de libertad por no llevar una mascarilla sanitaria. Sí. Malos augurios. Son otros rostros en las tribunas, pero es el mismo discurso totalitario.
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