LA HABANA, Cuba.- Cuba ha quedado devastada. Los llamados al sacrificio y la resistencia emitidos por el general-presidente Raúl Castro el 9 y 10 de septiembre exasperan a los cubanos, que lo vieron por última vez en la televisión al recibir al ministro de Relaciones Exteriores de España el 7 de septiembre. La Habana no tiene restablecida la electricidad en amplias áreas de Miramar, Plaza (Vedado), y la mayor parte del país está apagado.
El vicepresidente Díaz-Canel estuvo en Artemisa el 12 de septiembre, según reportaron los medios. Las reuniones del Consejo de Defensa Nacional para la Reducción de Desastre continúan presididos por el vicepresidente Ramiro Valdés, acompañado del ministro de las Fuerzas Armadas Leopoldo Cintra Frías, el presidente de la Asamblea Nacional Esteban Lazo y la primera secretaria del Partido Comunista en La Habana Mercedes López Acea.
No existen posibilidades económicas de reconstrucción a corto plazo y Cuba podría unirse a Haití entre los más pobres del mundo. No son exageraciones. Había continuado el decrecimiento económico iniciado en 2016, sin dinero en las arcas (liquidez) ni artículos para exportar, pero con la importación hasta de la mayoría de los productos alimenticios que podrían lograrse en el país. El férreo control estatal, el ineficiente sistema, el pánico a cambios que debiliten el poder absoluto imperante desde 1959 y las inmensas trabas a la iniciativa personal provocaban la involución de una nación, antes ubicadas entre las más dinámicas e innovadoras del mundo.
El drama humano recién comenzó. Millones de personas están damnificadas, por la pérdida total o parcial de sus viviendas, más allá del 50% antes contabilizado en mal o regular estado, las escasas y vetustas pertenencias, los aperos de labranza, las siembras y los animales. El sistema electroenergético nacional colapsó por primera vez en la historia de Cuba, se carece de agua y muchas zonas permanecen inundadas e incomunicadas.
Entre las principales afectaciones reportadas oficialmente se encuentran las viviendas, la agricultura, la ganadería y las granjas de gallinas ponedoras de huevos; la Empresa Agroindustrial CEBALLOS de Camagüey con pérdidas significativas en naranja, toronja y limón de exportación y para el procesamiento in situ; pérdida de más del 40% de las plantaciones de caña y 4 000 toneladas de azúcar de los almacenes, grandes afectaciones en 20 de los 56 centrales azucareros en uso, de ellos 13 en muy graves, como el coloso Central Brasil-Jaronu donde ademas el 90% de las viviendas fueron afectadas y en su reparto Moscú de 200 casas solo 10 quedaron; la central electroenergética Antonio Guiteras de Matanzas, que produce el 25% de la energía eléctrica consumida por Cuba; las instalaciones turísticas en los polos con el mayor desarrollo, concentrados en la cayería norte de Camagüey, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara, así como Varadero, Holguín, Cienfuegos y el sur de Camagüey aunque con estragos menos severos.
El turismo es la tercera fuente de ingresos del país, después de las remesas y la exportación de servicios, fundamentalmente médicos. Su desarrollo está priorizado como industria con las mayores posibilidades de aporte a la economía. En la primera mitad de 2017 llegaron 3 millones de visitantes y se aspiraba a sobrepasar 4,2 millones. En 2016 se elevó a 4 002 317 visitantes, de ellos 281 706 estadounidenses contra 161 233 el año anterior. Los ingresos fueron 3 068 900 dólares, aunque una parte elevada se pierde por las importaciones para abastecerlo. Raúl Castro en el llamamiento emitido el 10 de septiembre expresó que “las afectaciones serán recuperadas antes del inicio de la temporada alta. Contamos para ello con los recursos humanos y materiales requeridos, por constituir una de las principales fuentes de ingreso de la economía nacional”.
La población teme que los recursos se dediquen con prioridad a la reconstrucción de las instalaciones turísticas y la rehabilitación del país sea relegada. Aun personas albergadas durante varios lustros permanecen en albergues, y existe muy pocas posibilidades de reconstrucción privada por la carencia de ahorros y venta de suficientes materiales.
El gobierno probablemente tendrá que solicitar una moratoria al pago de las deudas negociadas en el marco de las condonaciones, mientras procura apoyo para lograr créditos a corto plazo. La alimentación y las condiciones higiénico-sanitarias son muy limitadas actualmente, y si no se libera el trabajo y las inversiones privadas, así como la participación ciudadana en la toma de decisiones, habrá serias consecuencias humanitarias y económicas.