LAS TUNAS, Cuba. – Si la dictadura totalitaria debe entenderse como algo “nuevo”, como “un tipo nuevo de autocracia” o la “adaptación de la autocracia a la sociedad industrial del siglo XX”, entonces es comprensible que “la clave o condición previa para el desarrollo del régimen totalitario es la tecnología moderna y la capacidad de control que ella permite”, dicen Friedrich y Brzezinski en su libro Totalitarismo. Pero los autores admiten que la tecnología moderna también es el talón de Aquiles de estos regímenes, pues la revolución en los medios de comunicación permite una mayor difusión de ideas a través de la radio, la televisión y –hoy en día– la Internet, impidiendo el sostenimiento de esos regímenes a largo plazo.
Académicos sostienen que la “esencia” del totalitarismo debe buscarse en el control total que esos regímenes ejercen sobre la vida cotidiana de sus ciudadanos, concretamente, en el control que ejercen no solo sobre las actividades de las personas, sino también sobre sus pensamientos y actitudes, como vimos en la Alemania nazi, en la extinta Unión Soviética y como vemos todavía hoy en Cuba, donde, sin ambages, el totalitarismo castrocomunista afirma que “las calles son de los revolucionarios”, criminalizando cualquier disenso, como ahora mismo sucede con el grupo Archipiélago y la Marcha Cívica por el Cambio.
A pesar del terror físico y psíquico aplicado por la policía política contra los opositores al régimen y, por efecto boomerang, contra la población toda, donde un rol principalísimo lo juega el monopolio de los medios de comunicación, Carl Friedrich y Zbigniew Brzezinski sostienen que “en tanto se trate de lograr un control total, la intención de los totalitarismos está ciertamente destinada al fracaso: es imposible alcanzar tal control, ni siquiera sobre los afiliados y cuadros del propio partido, y, mucho menos, sobre la población en general”, pese a esa “pasión por la unanimidad”.
El monopolio tecnológicamente condicionado y casi completo por parte del partido y del gobierno sobre el control de todos los medios de comunicación de masas, como la prensa, la radio y la televisión, el cine y la Internet (que es el cuarto rasgo interrelacionado de la dictadura totalitaria) en Cuba está firmemente atado por el artículo 55 de la Constitución, que expresa:
“Se reconoce a las personas libertad de prensa. Este derecho se ejerce de conformidad con la ley y los fines de la sociedad. Los medios fundamentales de comunicación social, en cualquiera de sus manifestaciones y soportes, son de propiedad socialista de todo el pueblo o de las organizaciones políticas, sociales y de masas; y no pueden ser objeto de otro tipo de propiedad. El Estado establece los principios de organización y funcionamiento para todos los medios de comunicación social”.
Si bien el artículo 55 de la Constitución “reconoce a las personas libertad de prensa”, acto seguido, advierte: “este derecho se ejerce de conformidad con la ley y los fines de la sociedad”. Entonces, debemos remitirnos, concerniente al uso “lícito” de las nuevas tecnologías, al Decreto-Ley 35/2021 “De las Telecomunicaciones, las Tecnologías de la Información y la Comunicación y el uso del Espectro
Radioeléctrico”. Este sostiene que de ejercerse la “libertad de prensa” de forma contraria a la “democracia socialista”, la “libertad” pasa a ser delitos conceptuados y sancionados por el Código Penal.
Tipificado como “actos contra la independencia o la integridad territorial del Estado”, el artículo 91 del Código Penal expresa: “El que, en interés de un Estado extranjero, ejecute un hecho con el objeto que sufra detrimento la independencia del Estado cubano o la integridad de su territorio, incurre en sanción de privación de libertad de diez a veinte años o muerte”.
Se sabe que para los castrocomunistas los cubanos son unos tontos, incapaces de pensar y actuar por sus propias ideas, y toda su actuación contraria al régimen está dirigida por Washington y no inspirada en Martí, o en Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria. Así de maniqueo, luego vulnerable por su dogmatismo, es el totalitarismo castrista.
El propio Código Penal, en su artículo 103, define como delito de “propaganda enemiga”, sancionado con privación de libertad de uno a ocho años, a quien “incite contra el orden social, la solidaridad internacional o el Estado socialista mediante la propaganda oral o escrita o en cualquier otra forma”, así como al que “difunda noticias falsas o predicciones maliciosas tendentes a causar alarma o descontento en la población o desorden público”. El delito de propaganda enemiga también tipifica y sanciona con privación de libertad de siete a 15 años de cárcel a quienes “utilicen medios de comunicación masiva” para difundir noticias o propaganda contrarias al “Estado socialista”.
El artículo 8 de la Ley 88 sanciona con privación de libertad de dos a cinco años o multa de 1 000 a 3 000 cuotas (que pueden ser de uno hasta 50 pesos) a quien “perturbe el orden público” con el propósito de cooperar con la Ley Helms-Burton. Si se “promueve, organiza o incita a perturbaciones del orden público” con el citado propósito, la sanción va de tres a ocho años de cárcel o multa de 3 000 a 5 000 cuotas, o incluso ambas.
No es posible reseñar en tan corto espacio el uso y abuso del monopolio de los medios de comunicación en Cuba bajo la supuesta “democracia socialista”. Pero en tanto ese monopolio gira en torno a los esfuerzos del régimen, según los autores citados para “remodelar y transformar a los seres humanos bajo su control a imagen de su ideología” –la que se puede considerar “una teoría ideológica o antropológica del totalitarismo”–, sí es posible afirmar que, por los daños causados a la nación cubana en 62 años de dictadura totalitaria, una vez librados de ese yugo más fácil será a los cubanos solucionar las dificultades económicas que las de tipo social derivadas de un adoctrinamiento que les llevó hasta cambiar sus modos de expresión oral, escrita y mímica.
Con el próximo artículo cerramos esta serie en el que reseñaremos el quinto y sexto de los rasgos comunes e interrelacionados de las dictaduras totalitarias: el uso efectivo y control de todas las armas –que en el caso de Cuba no sólo son las de uso militar– y el control y dirección centralizada de toda la economía a través de la coordinación burocrática de entidades corporativas.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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