LA HABANA, Cuba. – Los periodistas mal pagados por el régimen comunista cubano en bancarrota ―incapaz de alimentar al pueblo― han calificado a los manifestantes del pasado 11 de julio como un “coro de odiadores viscerales”, “sicarios mediáticos” y “fascistas con chusmería”.
¿Ignoran esos periodistas oficialistas que son los pueblos los grandes vencedores de la vida, los que quedan siempre como amos de la verdad?
Un hombre de gran sensibilidad, amplios conocimientos políticos, de legendario apellido patriótico, fundador del Movimiento de Derechos Humanos y con una larga vida repleta de duras experiencias, como mi amigo y colega José Fornaris, pudo captar el sentir de los habaneros de hoy.
“¿Cómo viste La Habana?”, le pregunté cuando supe que había atravesado La Habana en varios ómnibus, en autos y caminando por sus calles.
“Solo puedo decirte que todo lo vi muy raro, la gente en silencio, los cubanos que somos tan habladores, como traumatizados e incapaces de reaccionar. Como si estuviéramos muertos en vida. Puede que asustados, pensando que el Ministerio del Interior anda mostrando videos de las manifestaciones públicas, para que los vecinos denuncien a los que reconocen”, me respondió.
El 11 de julio, el pueblo de Cuba demostró que no es cobarde, ni siquiera ante una dictadura armada hasta los dientes y que llegó a mostrar sus cañones la pasada semana.
En la idiosincrasia del pueblo cubano nunca estuvo el anhelo de emigrar a Estados Unidos para mejorar económicamente. La primera vez que el pueblo pensó en dejar su tierra atrás fue después de 1959, bajo la dictadura comunista totalitaria de los hermanos Castro, tan distinta a la anterior de Batista, donde solo emigraban algunos grupúsculos de revolucionarios, acusados de poner bombas.
Incluso durante el período de la Colonia se vio la emigración como un destierro aplicado por España y hubo casos de patriotas deportados que rogaron volver a Cuba, como ocurrió al poeta José María Heredia, que pidió perdón para que le permitieran vivir en su Patria.
Recordemos también los largos años vividos por José Martí en Estados Unidos, siempre sufriendo por su Patria. El Apóstol sabía que los pueblos siempre triunfaban ante la injusticia, que hasta la Naturaleza se ponía a su favor, como ocurre después de un chubasco, cuando queda más clara la tarde.
Podrán los millonarios rellenar sus bolsillos de oro mientras un diabólico coronavirus hace sus estragos, pero los pueblos se librarán de todo mal que pretende aniquilarlos. Nunca podrán, ni cortas ni largas dictaduras, vencer a un pueblo por medio del hambre y la infamia.
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