SAN JUAN, Puerto Rico. – Es muy probable que el cambio de gobierno en Estados Unidos derive en cambios hacia la política exterior norteamericana hacia Cuba, con efectos negativos para los fines de la liberación de la Isla.
La futura presencia de Joe Biden en la Casa Blanca deja dudas sobre las nuevas políticas que tomará Washington no solo respecto a Cuba, sino también en cuanto a Venezuela y Nicaragua.
Hay grandes posibilidades de que el nuevo presidente retome, en mayor o menor grado, las políticas de acercamiento con la dictadura castrista que tuvo el expresidente Barack Obama, y ablande las sanciones que actualmente pesan sobre el régimen cubano.
Un segundo deshielo sería un respiro para la minoritaria casta que dictatorialmente usurpa el poder desde hace más de seis décadas en la Isla, al tiempo que prolongaría el sufrimiento y esclavitud del pueblo cubano al aliviar las actuales presiones económicas que están afectando a la cúpula del poder. Todo ello, en consecuencia, afianzarían la ilegítima continuidad de la dictadura en el poder.
Se abrirían los canales comerciales de Estados Unidos con el régimen, se retomarían los viajes de turistas y los negocios e inversiones con las empresas y organismos estatales controlados por la cúpula del poder en Cuba, contribuyendo al bienestar de los jerarcas del Partido Comunista y de los altos mandos militares, que lucran explotando explotación de los trabajadores cubanos.
De concretarse un nuevo acercamiento entre Washington y La Habana, el régimen continuara aplicando contra el pueblo la macabra política del pollito de Joseph Stalin. Todavía se recuerda aquella anécdota, donde el dictador, para demostrar cómo se oprime a un pueblo, desplumó una gallina y luego la hizo comer de su mano.
Este probable relajamiento de las presiones y sanciones contra la dictadura castrista también tendría un dañino efecto para los pueblos de Latinoamérica, pues La Habana, sin presiones, continuará expandiendo el castrochavismo en el continente, amenazando las libertades de los pueblos, tal y ocurrió en Venezuela y Nicaragua.
En cualquier caso, la lucha por la libertad del pueblo cubano debe continuar a toda costa. Y eso depende de nosotros. Al fin y al cabo, todo siempre ha dependido de lo que hagamos nosotros. Por tanto, nos toca a nosotros, los cubanos, llevar adelante la lucha hasta llegar a los niveles que ayer lograron polacos, checos y berlineses en sus respectivos países, que ya son libres.
Para lograrlo, ahora más que nunca, nos toca a los amantes de la libertad y la democracia unir esfuerzos, compromisos y voluntades contra la tiranía, entre los opositores todos, los de dentro de Cuba y los del exilio, para contrarrestar las perjudiciales políticas de acercamiento entre Washington y La Habana y, al mismo tiempo, desarrollar e incrementar la lucha, de un extremo a otro de la Isla.
En ese sentido, los tres recién electos senadores y siete congresistas cubanoamericanos podrían jugar un papel muy importante para frenar o, al menos, minimizar la aplicación de políticas perjudiciales a la libertad del pueblo cubano y/o favorables a los intereses de la dictadura.
También ha de procurarse la cooperación y apoyos mutuos entre las oposiciones democráticas de los pueblos oprimidos por el castrochavismo en América, o sea, con la oposición pro democracia de Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Al fin y al cabo, el único, real y verdadero garante para lograr la libertad de Cuba es el propio pueblo cubano. Se trata de luchar todos unidos, convencidos de que nuestra mayor fuerza y mejor aliado está en nosotros mismos.
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