LA HABANA, Cuba. – Los gobernantes cubanos son maestros en el ardid de vaciar de esencia un acontecimiento y transformarlo en un mero ejercicio formal. Así sucede, por ejemplo, con las decisiones supuestamente emanadas de la Asambleas Nacional del Poder Popular, las cuales en realidad son “cocinadas” previamente por los altos mandos del Partido Comunista. De igual forma cuando cualquier organización política o de masas “elige” a su nuevo jefe. Un jefe que seguramente ya había recibido el visto bueno de José Ramón Machado Ventura y su tropa.
Algo parecido sucede con la elaboración del plan de la economía nacional para el año 2020. Hace varios días, con bombo y platillo, los medios de difusión oficialistas dieron a conocer declaraciones de funcionarios relacionados con la economía, entre ellos el propio gobernante Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en el sentido de que el referido plan, a nivel de empresa, iba a confeccionarse de abajo hacia arriba. Es decir, elaborado por los colectivos laborales y sin directivas específicas ni límites. Todo en el contexto de aumentar la autonomía de las entidades estatales.
De inmediato nos asaltó la duda. Porque esos gobernantes, que aspiran a controlarlo todo, que se quejan a menudo de que las empresas cuentan con planes flojos que les permiten sobrecumplir las metas con facilidad, y que mantienen su orientación estricta de exportar más e importar menos, ¿estarían dispuestos realmente a permitir un accionar democrático por parte de los trabajadores?
La respuesta a tal interrogante no ha demorado en llegar. En su edición del pasado 18 de junio, el periódico Granma publicó el artículo “¿Cómo lograr una planificación más flexible de la economía cubana?”, el cual recoge declaraciones del ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil. Después de reconocer las restricciones que presenta la economía, y que es el momento de sacar las reservas internas, el Ministro apuntó que “Hay que discutir bien en la base con los trabajadores e identificar, diseñar y buscar para 2020 una economía más eficiente, defendiendo esos conceptos. Para lograrlo, hay que prepararse bien. Las discusiones con los trabajadores ya se están dando, y hay tiempo para trabajar”.
A buen entendedor, con pocas palabras. Ya los mandos superiores están en las empresas “discutiendo” acerca de cómo debe ser el plan en cada una de las entidades de base. Después, cuando llegue el momento de presentar el plan a los trabajadores, dirán que fueron estos últimos quienes elaboraron el documento. Y para finalizar la comedia, Ulises Guilarte de Nacimiento y sus secuaces de la CTC se vanagloriarán de que aquí el poder se halla en manos de la clase obrera.
El ministro Gil, además, fue portador de una mala noticia para los consumidores cubanos. Quizás haya menos importaciones, incluso, que las pensadas inicialmente. Lo anterior se deriva de la siguiente declaración: “A la hora de asignar los recursos en la economía vamos a llevar a la práctica el concepto de que primero va la industria y después la importación; y por tanto se podrá importar no lo que el país demanda, sino lo que permitan los recursos”.
Se entiende que el país aspire a contar con nuevas industrias en aras de aumentar ciertas producciones nacionales, pero el intento de revitalizar a toda costa muchas industrias con obsolescencia tecnológica y carentes de las materias primas necesarias para llevar a cabo el proceso productivo, hará que aumente la escasez de bienes de primera necesidad, y que los consumidores accedan —cuando puedan— a artículos de más baja calidad.