LA HABANA, Cuba. – Recientemente, en una de esas visitas populacheras, a algún centro de trabajo o vecindario, esta vez de la oriental ciudad de Las Tunas, el presidente cubano hizo gala de su retórica (la misma que sus antecesores), cargada de artificiosas reflexiones, propuestas idílicas y determinaciones cuestionables, todo eso rodeado de cubanos de a pie, irreprochablemente dispuestos a aplaudir cualquier barrabasada y repetir consignas patrioteras con el mayor entusiasmo posible.
En fin, otro pasaje criollo del Síndrome de Estocolmo, que en buena medida explica las razones de que el socialismo cuartelero esté siempre ahí como el dinosaurio en el famoso minicuento, del escritor Augusto Monterroso.
La resignación y el acomodo a las adversas circunstancias sociales y económicas, provocadas por la pésima gestión gubernamental, dictan las pautas en todo el país, con un discreto y todavía irrelevante crecimiento de las excepciones en los últimos años.
En uno de sus improvisados discursos, ofrecidos durante el periplo por varios centros laborales de la referida ciudad, el mandatario reiteró su disposición a dialogar, en igualdad de condiciones, con el gobierno encabezado por Donald Trump.
No creo que tal expresión sea lo suficientemente veraz para tomarla como el punto de partida de un cronograma de intercambios que culmine en el pleno restablecimiento de las relaciones entre las partes.
No hay gestos desde La Habana, más allá de esos habituales fogonazos retóricos, que muestren un cambio de mentalidad en torno al largo diferendo con el poderoso vecino.
Lo que se avizora en el horizonte es un agravamiento, alimentado por la intransigencia ideológica de la vieja guardia del partido único que insisten en exacerbar un conflicto, cuyos efectos negativos se hacen sentir en la mayor parte de la población.
Es de tontos, pensar en un desarrollo sostenible, enemistado con el país más desarrollado del mundo ubicado a solo 90 millas de las costas de Cuba y donde habitan más de dos millones de cubanos, entre ellos, centenares de empresarios a los cuales se les mantiene la prohibición de participar en un programa de inversiones que contribuyan a aliviar la miseria existente y en vías de incrementarse debido al agotamiento del modelo productivo estatal, el fortalecimiento del embargo y la reducción del petróleo subvencionado procedente de Venezuela.
Díaz-Canel no tiene potestad para ponerle fin a una bronca sustentada en el egocentrismo de Fidel, que ha cubierto de miseria todo el territorio nacional y cuyo legado permanece protegido por su hermano Raúl, quien lo designó para desempeñar la presidencia del país. Un cargo que recibió como un préstamo y por lo tanto sujeto a puntuales condiciones so pena de ser destituido en un abrir y cerrar de ojos.
Así que la invitación a platicar con Trump, no pasa de ser una oferta, que parece gato, pero es liebre, como indica la conocida frase para describir un embuste.
En caso de que el planteamiento fuera real, habría que ver si los representantes de la dictadura dejarían a un lado la mala costumbre de exigir sin apenas dar nada a cambio.
Una actitud que anula el avance, o provoca la ruptura, de un proceso negociador.
La insistencia de la Unión Europea en lograr un marco de entendimiento con la élite verde olivo, en varios asuntos, algunos muy problemáticos, como el referido al respeto de los derechos humanos, puede que se detenga o ralentice aun más, a partir de la poca voluntad de su contraparte de flexibilizar sus posturas.
La inminente condena carcelaria a José Daniel Ferrer y otros 3 miembros de la agrupación opositora, Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) en un proceso lleno de irregularidades, violatorias de la ley de procedimiento penal, denunciadas por abogados independientes, como el doctor Julio Ferrer García, ofrecen un mensaje poco alentador en el sentido de esperar algún progreso, en el desmontaje de lo que constituyen hechos que infringen la actual Constitución y normas internacionales recogidas en documentos de la ONU.
Queda claro, que los máximos representantes de la dictadura solo están preparados para deliberar con su sombra. La prioridad es garantizar la continuidad del socialismo, mediante el ejercicio de la fuerza bruta.
El diálogo fue siempre recriminado por el caudillo en Jefe como un síntoma de debilidad.
Desafortunadamente, ese concepto mantiene su vigencia, a poco más de tres años de su muerte.
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