LA HABANA, Cuba.- Todas las historias de Fidel Castro adolecen de contradicciones, pero en la medida que fueron contadas y recontadas por él a través de su larga dictadura, el paso del tiempo las ha hecho más digeribles.
Una de esas historias es el ataque al Cuartel Moncada, ocurrido el 26 de julio de 1953.
Una vez leí que fue Díaz-Balart, el hermano de la primera esposa de Fidel, quien le comunicó a éste que Batista daría un golpe de estado en marzo de 1952.
Ese dato Fidel lo olvidó, o lo pasó por alto cuando conversó con Ignacio Ramonet y le dijo que “había sospechado, tenía indicios del golpe” y que se lo había comunicado a la dirección del Partido Ortodoxo, a pesar de que él no era miembro de esa dirección.
Luego agrega que no le creyeron y que como “nos convencimos de que nadie haría nada…, que la gente no estaba preparada, ni organizada para hacer algo contra Batista”, la iniciativa debía ser suya.
El relato de Fidel a Ramonet está lleno de falsedad: ¿Cómo, si nadie hacía nada, señala a continuación que el profesor García Bárcena habló con él para tomar el cuartel Columbia de La Habana? ¿No da acaso importancia a la lucha tenaz de la FEU a lo largo de 1952, de cara a la policía y la muerte de Rubén Batista, en enero de 1953, el primer mártir de las protestas estudiantiles, porque según dijo a Ramonet, “eso estaba por escribirse”?
A continuación, señala que Bárcena había hablado demasiado, “con más de veinte organizaciones y a los pocos días hasta el Ejército sabía lo que preparaba aquel profesor”. Expresa a Ramonet que al ver que la toma de Columbia era vox populi, decidió actuar de inmediato, puesto que su fuerza “era superior en número, disciplina y entrenamiento a todas las demás juntas”.
El 5 de abril, el Movimiento Nacionalista Revolucionario del profesor Bárcena y sus hombres fracasaron al tomar Columbia, baluarte fundamental del régimen. Todos fueron presos y condenados.
Otra de las falsedades de Fidel, poco analizadas, es cuando relata a Ramonet que había hecho un trabajo de proselitismo, no así con miembros “bastante instruidos”, del Partido Socialista Popular, pero sin mencionar que ese Partido lo había acusado en un periódico estadounidense de “putchista y pequeño burgués” luego del ataque al Moncada.
Es más, si su hermano Raúl, simpatizante ya de la Juventud Comunista, apoyó el movimiento de su hermano en junio de 1953, fue por razones de familia.
También sorprende que entrenara durante meses a más de mil hombres, conversando con cada uno de ellos, penetrando organizaciones políticas, burlando la vigilancia de la policía y el ejército, , mientras escribía contra la dictadura para la Revista Bohemia y Alerta, sin llamar la atención.
Cuando Ramonet le preguntó cuánto había tardado en reunir a sus hombres y cuántos eran, volvió a mentir. En ningún momento el viejo dictador dijo que fue José Suárez, un líder ortodoxo de Artemisa, provincia de Pinar del Río, a quien había conocido casualmente, quien le proporcionó muchos de sus hombres.
Hay historiadores que piensan que las intenciones de Fidel tenían cierta afinidad con el anarquismo. Es probable. Hasta los colores de esa bandera, rojo y negro, llegaron a ser los mismos del Movimiento 26 de julio.
¿Cuál era en realidad la razón del Moncada? ¿Un loco contragolpe? ¿Capturar un arsenal y armarse para futuras acciones? ¿Lograr tomar el cuartel, donde podía haber unos mil hombres, difícil de controlar por un centenar, aún tomados por sorpresa?
Estoy de acuerdo en calificar que el proyecto de Fidel Castro de atacar el Moncada, el segundo cuartel más importante del país, fue un disparate, propio de una persona que en su desesperación, no fue capaz de medir las consecuencias.
Como lo llama un colega: “Un plan atolondrado, un hecho que no merece ser celebrado, como aquel otro ocurrido en 1944, durante la ofensiva alemana de Las Ardenas, cuando comandos nazis integrados por ex ciudadanos norteamericanos de origen germánico, disfrazados con el uniforme de Estados Unidos, mataron por sorpresa a decenas de soldados yanquis. Capturados de inmediato y con sus disfraces puestos, fueron ejecutados.
Lo mismo ocurrió con los disfrazados de Fidel, luego de haber matado a una veintena de soldados.