LA HABANA, Cuba. – Este martes, en el Noticiero del Mediodía, la agitación castrista se hizo sentir de manera particular: La hora asignada a ese programa (que se supone que sea informativo, pero en realidad es propagandístico) no bastó. Hacia el final de la transmisión, se insertó una conferencia de prensa del ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla.
La comparecencia, que en realidad databa del lunes, finalizó un buen rato después de las dos de la tarde, y se centró en la agresión perpetrada en la madrugada del 30 de abril por el exiliado Alexander Alazo Baró contra la Embajada de la Mayor de las Antillas en la ciudad de Washington.
“Cuba salva vidas y repudia la violencia y la muerte”, señaló el canciller de la Isla en su cuenta de Twitter. ¡Las cosas que hay que oír! Es cierto que, ahora mismo, el régimen castrista que representa Don Bruno, con el fin de acceder a los pingües ingresos que obtiene gracias a los contratos leoninos que hace firmar a los trabajadores de la salud que envía en “misión internacionalista”, presenta un rostro más pacífico que otrora.
¿Pero acaso ese prominente portavoz del régimen cubano desconoce las numerosas andanzas que (¡y no por unos pocos años, sino durante décadas!) perpetró el castrismo en medio mundo! Ahora la propaganda comunista se ufana del “ejército de batas blancas”, ¡pero bastante largo fue el tiempo durante el cual las tropas que partían de Cuba vestían uniformes verde olivo, e iban a matar y a morir en tierras extrañas!
¡En lugar de estetoscopios, portaban fusiles AKM y abundante material bélico! ¿Qué debemos inferir del trino citado? ¿Acaso ese actual “repudio a la violencia y la muerte” implica que el castrismo se arrepiente de las innumerables aventuras militares que, como se plantea en el documento La Patria es de Todos, sólo significaron para nuestro pueblo “separación familiar, luto, dolor y enfermedades exóticas, entre otras cosas”!
Si tal fuera el propósito del ministro, sería magnífico que lo explicitara. Pero barrunto que su objetivo no era ése, sino el de pronunciar una frase bella. ¡Qué bonito suena lo de “repudia la violencia y la muerte”! Pero, como reza el refrán: ¡Que lo compre quien no lo conozca! Aunque ellos prefieren otro: ¡Haz lo que yo digo, y no lo que hago!
En el ínterin, el señor Rodríguez, aunque en sus respuestas reconoció la rápida actuación policial, condenó también lo que él y su régimen consideran una demora injustificada en el esclarecimiento del caso. En ese contexto, aludió a un “silencio cómplice” de las autoridades norteamericanas.
Al respecto, y como abogado penalista que fui hasta que los castristas me prohibieron seguir ejerciendo como tal, puedo señalarle dos cosas: La primera es que Estados Unidos, a diferencia de Cuba, es un estado de derecho. Allá, al instruir un asunto criminal, no se cumplen metas como las que a menudo se fijan por acá. El propósito perseguido no es hacer propaganda, sino justicia.
La segunda es que, por la misma naturaleza de los hechos, resulta probable que el autor sufra de alguna perturbación mental. Sólo de ese modo parece explicarse el ataque perpetrado contra una sede diplomática en horas de la madrugada. Pero cualquier siquiatra que se respete, para emitir un dictamen pericial serio, requiere, como mínimo, de varias semanas. Eso explicaría la “tardanza” denunciada.
Al propio tiempo, Bruno Rodríguez, en su comparecencia, hizo hincapié en una característica del atacante: Se trata de un religioso protestante. El canciller no sólo reveló este detalle; también mencionó sus vínculos con el Jesus Worship Center de Doral, en el Gran Miami. Y arremetió contra Frank López, líder espiritual de ese centro.
No contento con esto, el ministro atacó también a Mario Félix Lleonart Barroso (él mismo pastor protestante) y Yoaxis Marcheco Suárez. ¿Su descripción de ellos?: “Asiduos participantes” en “actos de hostigamiento contra diplomáticos cubanos”. Es así como calificó sus protestas pacíficas. Como a estos dos sí los conozco, puedo describirlos como un matrimonio de cubanos apacibles y decentísimos.
Pero, más allá de cualquier calificativo que alguien pueda proferir sobre las personas aludidas, resalta la obsesión en vincular el ataque con distintos cristianos de esos que los católicos llamamos “hermanos separados”. ¿Qué objetivo persigue el régimen con esto?
Otro honorable líder protestante —éste residente en La Habana—, el pastor Manuel Alberto Morejón Soler, me comunicaba sus temores a raíz de la transmisión del Noticiero: “Es probable que ahora pretendan atacar a los religiosos que no comulgamos con el castrismo”, dijo, y agregó: “La Seguridad del Estado me llamó hoy mismo”. “Les dije que para saber que la insatisfacción es generalizada sólo tenían que ir a una cola”; “y por supuesto que yo soy otro de los muchos insatisfechos”.
¿Habrá algo de cierto en la prevención del pastor Morejón? Es menester que la opinión pública, los cristianos en general y muy especialmente los hermanos de religión de los que fueron atacados verbalmente, se mantengan muy atentos al ulterior desarrollo de esta arremetida.
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