PUERTO PADRE, Las Tunas. – “¡Mira! ¡Qué rico! ¡Harina! ¡Mañana hay pan!”, exclamó un grupo de chiquillos al pasar frente al almacén de la industria alimentaria en Puerto Padre, donde los estibadores bajaban sacos de harina de un camión.
La alegría de los muchachos tiene su fundamento en un hecho cierto: ya cerrando el año y durante el último trimestre de 2018, millones de cubanos hemos sufrido de la escasez de pan.
Es un secreto a voces: no hay harina. Y habiendo harina, puede darse el caso de que sea “harina mala”, de trigo inferior, mezclado vaya a usted saber con qué. Tal harina produce un pan amarillento, apelmazado, que no sabe a pan.
La “harina mala”, a decir de los panaderos, se cuece mal, con mal rendimiento, y a media mañana, cuando usted llega a la panadería por el pan racionado, anotan el número de su cartilla de racionamiento en una lista y le dicen, “mañana, y venga temprano”.
Los pitos y pregones de los panaderos ya no se escuchan. Fuera de la cartilla de racionamiento es difícil, cuando no imposible, conseguir pan.
En Las Tunas, incluso para comprar pan con CUC, la cola en la panadería se forma de madrugada. “Yo llegué a doña Nely como a las cinco y media de la mañana y cogí el número 20 en la cola”, me dijo un amigo.
No hay harina, dicen, por fallas en los molinos trigueros y porque dejaron de importar un montón de toneladas de trigo. Vaya… ¡Qué casualidad! O, mejor dicho, ¡qué paradoja!
Lo digo porque si por estos días los hornos de las panaderías han permanecido apagados, los fusiles, las ametralladoras, los morteros, los tanques y los cañones estuvieron llameantes.
En una nota publicada por la radio local, el “alto mando” del Centro de Estudios del Ejército Oriental, con base en el municipio Puerto Padre, insiste en la prohibición del paso de civiles por sus campos de maniobra, ubicados en Bahía Escobar y Punta de Piedra.
Según la nota del Ejército, “las maniobras con tiro de grueso calibre durante el día y la noche, así como con artillería, tanques y aviación se intensificarán desde el 7 y hasta el 24 de diciembre”.
Lo he escrito en otra ocasión y lo repetiré ahora: cuando mi padre escuchaba uno de esos cañonazos decía, “¡ahí va una vaca!” Y cuando yo preguntaba a mi Viejo cómo era eso de que iba una vaca en aquellas explosiones, mi padre decía, “porque una bala de cañón debe costar lo que cuesta una novilla”.
Óiganme, el cartucho más pequeño para escopeta de caza permitido es el calibre .410, y, en Estados Unidos, una caja de sólo cinco cartuchos, Winchester, de los empleados para cazar venados, cuesta unos 7.78 dólares.
Luego… ¿Cuánto cuesta una bala de cañón, o de un tanque, o una granada para un mortero? Ya lo decía mi padre, debe costar una novilla, o el precio de una habitación de hotel de turismo mochilero, o cualquier otro producto con valor superior a 100 dólares.
Y no lo digo yo, en el proceso de la Causa No. 1 de 1989 Fidel Castro lo dijo: “Y el país se gasta no menos de 1.000 millones en la defensa cada año; sólo en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, ¡más de mil millones! (…) No he contado los cientos de millones que el país gasta en el Ministerio del Interior”.
Y según dijo el propio Castro en aquella ocasión, por concepto de turismo Cuba podía obtener “mil millones”.
Precisamente, este miércoles, 26 de diciembre de 2018, el ministro de Turismo Manuel Marrero declaró en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana que, en 2019, su ministerio se proponía traer a Cuba a unos cinco millones de turistas, consiguiendo con ellos ingresos por unos tres mil millones. Y uno se pregunta: ¿para emplearlos en qué?
En Cuba falta pan, componente primario en la dieta de los seres humanos. Pero no sólo falta pan. En las farmacias también faltan aspirinas, en las ópticas faltan lentes para los necesitados de espejuelos, y falta, sobre todo, un modo de vida justo para los cubanos.
“Hay que tener fe”, me dijo un amigo. Y luego añadió sonriente: “FE, significa familiares en el extranjero”.
Pero no basta, incluso los subvencionados por “FE”, con dólares en el bolsillo, en no pocas ocasiones tienen dificultades para encontrar pollo, leche o pan. Imagine entonces cómo sobreviven ancianos jubilados con algo así como diez dólares para pasar todo un mes.
Así las cosas, si unos pocos administran a conveniencia lo que dicen es “del pueblo”, de poco servirá que el régimen castrista obtenga miles de millones por concepto de turismo, o por “exportación de servicios” de sus profesionales, eufemismo para enmascarar la servidumbre de los cubanos al castrismo.
Hoy Cuba tiene más generales de los que nunca tuvo en su historia. Y los generales cuestan caro a sus pueblos, no es raro entonces que, por estos días, como si tuvieran delante un juguete, niños cubanos exclamaran viendo descargar harina de un camión: “¡Qué rico! ¡Harina! ¡Mañana hay pan!”