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Cuarteles convertidos en escuelas, y viceversa

Camilo derrumbando el muro del Cuartel de Columbia
Camilo derrumbando el muro del Cuartel de Columbia

LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -El diario Granma del lunes 20 de enero dedica una página a un artículo de Lissy Rodríguez Guerrero con el encabezamiento siguiente: “De campamento militar a fortaleza docente”. Como nos sugiere su título, ese trabajo vuelve a uno de los temas que, al inicio de la Revolución, constituyó uno de los platos fuertes de la propaganda castrista: la publicitada “conversión de los cuarteles en escuelas”.

Las cinco fotos que ilustran el artículo están consagradas al Moncada, de Santiago de Cuba, la Estación de Policía de Santa Clara y —sobre todo— la antigua sede del Estado Mayor en la capitalina Columbia. En 1959 todas esas fortalezas fueron convertidas en centros o ciudades escolares, lo cual mereció en su momento amplia cobertura mediática.

No debe asombrarnos que el proceso inverso —el de la transformación de algunos colegios en cuarteles, que tuvo lugar meses después— haya pasado inadvertido para la prensa cubana en su conjunto. Para ese momento, el objetivo fundamental de ésta no era ya el suministro de información, sino la propaganda y la agitación en pro del nuevo régimen.

Puedo dar fe de esa metamorfosis inversa, pues mi familia residía por entonces cerca de la Plaza Cívica (hoy apellidada “de la Revolución”), frente por frente al edificio de la Escuela de los Hermanos Maristas. Para 1961, esta moderna construcción, que ocupaba una manzana en Avenida de Rancho Boyeros y Conill, se había transformado en cuartel de milicias.

En lugar de uniformes escolares, pululaban allí las camisas de mezclilla y los pantalones de color verde olivo. Pero —¡claro!— los plumíferos gobiernistas de aquella época no eran capaces de reportar esa realidad. De manera análoga, sus homólogos de ahora tampoco lo hacen, sino que, cuando se trata de apoyar al régimen, componen textos líricos como el artículo de Rodríguez Guerrero.

Cuando Fidel Castro inició la campaña de convertir los cuarteles en escuelas, ella tenía algún sentido. Frente al anterior general-presidente (Batista), se deseaba proyectar la imagen de un gobierno pacífico y civilista. El primer mandatario, impuesto por el ex jefe guerrillero, era el antiguo magistrado de audiencia Manuel Urrutia. Pero después todo cambió.

Incluso durante la guerrita civil que se vivió en Cuba en los dos últimos años del batistato, el número de hombres sobre las armas no excedió de unos 85 mil. Si comparamos esa cifra con la cantidad de efectivos de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias, lo anterior parecería un juego de muchachos.

Aunque en nuestro país existió antes de 1959 un servicio militar, él tuvo sólo un carácter formal, y esto incluso durante la Segunda Guerra Mundial, en la que Cuba participó en el bando aliado. Fue en la era castrista que esa institución adquirió un siniestro significado real para los jóvenes cubanos, forzados a hacer vida castrense durante tres años por una mesada de siete pesos.

Resulta curioso que el régimen totalitario —¡a estas alturas!— ponga a sus publicistas a abordar el tema de los cuarteles convertidos en escuelas. Lissy, por ejemplo, cuenta que, al inaugurarse la Ciudad Escolar “26 de Julio” en el antiguo Cuartel Moncada, “de un helicóptero cayó un puñado de rosas”. Y cita palabras pronunciadas ese día por el Máximo Líder: “Lo que no podrán quitarnos nunca más serán las escuelas para convertirlas de nuevo en fortalezas”.

¡Y todo eso se escribe y se publica bajo el régimen más militarista y belicoso de toda nuestra historia republicana! ¡El único que ha enviado soldados a tierras extranjeras, y en número de cientos de miles! ¡El que, en proporción al número de habitantes, mantiene sobre las armas uno de los ejércitos más nutridos del mundo! ¡El único cuyas políticas, según confesión de sus más encumbrados personeros, han dado lugar a la muerte de millares de sus propios soldados!