LA HABANA, Cuba.- La mujer escuchó de una tienda donde podría encontrar los zapatos que le interesaban para su hijo de 20 meses. Regresó a casa y contó hasta los centavos para completar la astronómica cifra que preciaba el calzado. Pero ya en el comercio se percató que esa transacción era por tarjeta electrónica con fondos en moneda convertible (MLC).
Un señor busca desesperadamente donde comprarse un pantalón, recorre la ciudad, pero no encuentra esa pieza de vestir masculina, en ninguna forma, talla, o color.
Quien piense que la escasez en la isla gira solo sobre la alimentación, puede sufrir una decepción.
Desde hace un año el mercado de la industria ligera, que incluye la producción de bienes a varias ramas del comportamiento social está detenido por varias cuestiones. Ante todo, con la introducción de la pandemia en la isla en marzo de 2020 el Estado determinó cerrar todas las tiendas y mercados que no fueran específicamente de alimentos.
A la pandemia, se sumó la aplicación de la Tarea Ordenamiento, con sus dos variables, reordenamientos de precios y salarios, y unificación monetaria. Esto implicó que las tiendas y mercados, cuando reabrieron, pasaron a la venta de sus productos en tarjetas con fondos en moneda convertible, preferentemente dólares estadounidenses.
No obstante, el mercado informal, con una cuota importante, también fue afectado tras el aumento de la persecución contra los importadores privados, las “mulas”.
En el conocido mercado habanero al aire libre La Cuevita, Magdalena, una cubana de tez negra, alta y delgada contó que la Aduana, con los decomisos y las multas ya había reducido las importaciones privadas antes de la aplicación de la cuarentena. Luego, el cierre de los aeropuertos durante diez meses impidió que se trajera, aunque fuera algo…” Y ya tú sabes”, concluye, mientras se marcha meneando las caderas con un estilo que, sin necesidad de etiqueta, se sabe es cubano.
La imposibilidad de importación de esos productos de vasto consumo, con las ventajas de precios al alcance de muchos y facilidades de pago, aumentó el déficit de piezas de vestir, calzar u otras de interés poblacional.
A la casi desaparición de ese mercado también ha contribuido la cadena de impagos contra los importadores internacionales de la industria ligera por parte de los almacenes y redes de tiendas del Estado. Tal práctica sugirió la retirada de suministradores extranjeros del mercado, hasta que se honren las deudas adquiridas.
Los Mercados Artesanales Industriales donde se vende ropa reciclada, conocidos popularmente como trapichopi, otra forma de adquisición de vestuario y calzado y a donde concurre mucha gente, también están cerrados por la misma cadena de impagos que afecta a las redes de tiendas.
Poniendo al margen la capacidad de importación del país para resolver los problemas del mercado textil miremos a la industria como el sector de la economía dedicado a la producción de fibras, hilados, telas y productos relacionados con la confección de ropa. Aunque se suele incluir la industria del calzado.
Los materiales textiles —fibras, hilos, telas y ropa— son productos de consumo masivo, razón por la que la industria textil y de la confección genera gran cantidad de empleos directos e indirectos, un peso importante en la economía mundial y una fuerte incidencia sobre el empleo y la tasa de desempleo en los países donde se instala.
Las fábricas textiles son los lugares donde se desarrolla el trabajo y elaboración de los distintos materiales. Inicialmente el trabajo se realiza por mujeres en sus domicilios, luego en talleres más o menos adecuados y finalmente en instalaciones fabriles para la elaboración de hilaturas y confección de prendas. En la actualidad, en América Latina se denominan maquiladoras.
A finales de la década del 70 del siglo XX el gobierno de Cuba, en medio del gigantismo industrial, planifica establecerse como la mayor industria maquiladora del hemisferio. Para cumplir este objetivo construyó tres inmensas plantas productoras. Alquitex, en la actual provincia de Artemisa; Desembarco del Granma, en la periferia de Santa Clara; Y Celia Sánchez, en Santiago de Cuba. Según pronósticos de ese momento, se esperaban producciones de decenas de millones de metros cuadrados de tela para cuando echaran a andar las maquinas.
Cuarenta años después de la inauguración de aquellas plantas poco queda de ellas. De la textilera Celia Sánchez, el periodista Jorge Amado investigó sobre su estado actual y comentó para este texto. “Es una empresa en decadencia por la falta de inversión, y donde hoy solo se producen algunos tipos de tejido, como antisépticos para módulos de canastilla, o tela para frazadas de piso. El proceso productivo está afectado por roturas imprevistas, todo está depreciado, la tecnología es proveniente de la Unión Soviética”.
Señala que la mayoría de las antiguas naves son hoy almacenes de otras empresas, como Almacenes Universales SA, Escambray o Almacenes de entidades de la Salud.
Aun así, el proceso productivo de lo que queda se ve afectado por la falta de materias primas, en especial su taller de confecciones, que se mantiene abierto por el esfuerzo de los mecánicos de la empresa, que innovan para evitar el cierre y el desempleo asociado. También acota el colega santiaguero que “los telares y la planta de blanqueo están muy deteriorados”.
El semanario Sierra Maestra, de Santiago de Cuba, entrevistó recientemente a dos trabajadores, la operadora Rafaela Rivera dijo que los salarios siguen siendo pobres porque están ajustados al cumplimiento del plan de producción, y si falta materia prima para producir que se puede esperar. Mientras, el operario Ulises Rodríguez se quejó de la contaminación por polvo y ruido que afectan a los trabajadores y al medio ambiente.
Una opinión sobre Alquitex, dada por Odalina Ferrer, abogada y residente en el municipio de Alquízar, se parece a lo expresado por Jorge Amado, y aunque no se logró encontrar información sobre la textilera Desembarco del Granma, nada indica que el panorama sea diferente.
En este mes la emisora oficial Radio Rebelde informó que la empresa de confecciones textiles de Guantánamo (Ambar) centró sus producciones en batas y mascarillas para combatir el virus chino. También un despacho habló de la producción de uniformes escolares, una de las esencias de la industria textil actual.
A Carlos Pavón y Aida Molina, vicepresidentes del Grupo Empresarial de la Industria Ligera, se les pidió comentar este artículo, pero no respondieron.
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