BOSTON, Estados Unidos. – El régimen cubano se apresta a responder a los golpes que momentáneamente lo lanzaron a la lona haciendo alardes de una fuerza que ya no es la de antaño. Una canción ha derribado el mito. La revolución socialista tiembla de impotencia. El castrismo apenas puede esconder el sonrojo de haber caído con estrépito en el cuadrilátero de la historia a cuenta de cinco músicos que pusieron alma, corazón y vida a un tema que descorre las cortinas de un país en ruinas, con hambre y en permanente estado de sitio.
Ya se sabía del sempiterno escamoteo de la realidad. Los autores de Patria y vida solo reforzaron la luz de los reflectores en las inmediaciones del desastre y cambiaron las etiquetas del triunfalismo por unos carteles pidiendo libertad y el fin del adoctrinamiento marxista-leninista.
Yotuel, Alexander, Randy, Descemer, Maikel y El Funky tumbaron al Leviatán revolucionario en buena lid. No es el fin del combate, pero sin dudas es una victoria frente a un gobierno representado por una gavilla de abusadores y mediocres que convirtieron a la Isla en su hacienda privada.
Ahora están inmersos en armar un show para contrarrestar el revés, que no es solo mediático. El poder ha sido cuestionado sin medias tintas gracias a una repercusión que ha pasado de las redes sociales a las planas de varios periódicos de gran relevancia internacional como El País de España y Wall Street Journal y The New York Times en Estados Unidos.
Según trascendió en los medios al servicio del partido único, uno de los temas musicales en respuesta, con videoclip incluido, llevará por título Convicción.
El objetivo es volver a darle un barniz de legitimidad a la consigna “Patria o Muerte”, tomada por Fidel Castro como un mantra del socialismo de corte y clava criollo, después que los cinco cantantes le hicieran un breve funeral y le plantaran un epitafio en forma de valla.
Es de esperar que el contragolpe pasé con más penas que gloria. No se dan cuenta que el tiempo se les acabó, como indica el estribillo de “Patria y Vida”. Los mandamases y sus acólitos están ahí a contrapelo de la voluntad de un pueblo obligado a irse o tragarse sus deseos de decir ¡basta!
Esa preeminencia de tintes feudales, alcanzada a base de simulaciones y garrotazos, se escurre lentamente con cada acto de rebeldía, protagonizado dentro y fuera del país, ahora a la vista de millones de personas, gracias al Internet.
Poco a poco caen los últimos reductos de una mentira repetida mil veces y transformada en una verdad aparentemente impoluta, como lo atestiguaba Goebbels desde las cumbres del nazismo.
La revolución cubana es precisamente un producto inspirado en el apotegma del ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich. Algo así como Frankenstein, disfrazado de Robin Hood. Un fraude histórico de nefastas consecuencias para varias generaciones de cubanos, obligados a vivir con miedo, en la indigencia o en otros sitios del mundo, sin importarle los inviernos glaciales, las faunas salvajes ni otras circunstancias adversas.
La fuerza centrífuga del modelo creado por Fidel y Raúl Castro es uno de los verdaderos “logros” omitidos en las descargas apologéticas que muestran un país funcional y lleno de expectativas halagüeñas. Dentro de las fronteras nacionales se vive esperando la muerte. Los sueños relacionados con una existencia mínimamente digna están fuera del alcance de la mayoría. Todo se circunscribe a la rotación de las consignas patrióticas y el reciclaje de los embustes, ahora con una dosis adicional de precariedades, la reforzada presencia de policías y gente sin alma que todavía se alquilan para tomar parte en los actos de repudio a quienes salgan del redil. No me atrevo a decir que el final de la pesadilla esté al doblar de la esquina, pero se ha avanzado un buen tramo en el camino a la definitiva emancipación.
Uno de los estandartes del poder simbólico, como lo es “Patria o Muerte”, fue lanzado al basurero sobre los compases y la letra de un tema que se acerca a los tres millones de vistas. En cambio, Patria y Vida es la contraseña para entrar de lleno en un futuro sin los lastres de la escasez, la marginalidad y los miedos. Dos palabras y una letra que sirven de soporte a la esperanza.
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