
LA HABANA, Cuba. – Si el señor Alexander Alazo Baró hubiese disparado contra la embajada cubana en cualquier otro país que no fuera Estados Unidos, es casi seguro que los gobernantes cubanos no le habrían otorgado la trascendencia que ahora le han conferido a ese hecho.
Habrían aceptado la explicación de que se trató de una acción aislada, sin ninguna implicación del gobierno donde se ubica la hipotética sede diplomática, y por tanto el asunto se hubiera zanjado a nivel de cancillerías con el simple compromiso mutuo de que se reforzarían las acciones de vigilancia en torno a las embajadas en ambas capitales.
Pero tratándose de Estados Unidos la cosa es diferente. El castrismo no podía desaprovechar la oportunidad de abrir otro frente en el pugilato que mantiene contra cualquier gobierno que ocupe la Casa Blanca. Porque esa discordia es la que alimenta el papel de víctima del imperio con que La Habana se presenta ante la opinión pública. Al parecer, ya no les basta con el embargo que ellos llaman bloqueo. Mas, y a propósito, ¿qué clase de bloqueo es ese que permite la venta a Cuba del pollo, casi el único plato fuerte que hoy comen los cubanos?…
Entonces en el contexto de la algarabía cubana por los disparos efectuados por Alazo Baró tuvo lugar la conferencia de prensa ofrecida por el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla.
Después de dar a conocer una cronología de la vida del atacante, tanto durante el tiempo que vivió en Cuba como después de su salida al exterior, el Canciller, como era lógico suponer, insistió en la supuesta responsabilidad —al menos indirecta— del gobierno de Estados Unidos en esa acción que él califica de terrorista.
Por otra parte, el señor Parrilla aseguró que el atacante mantenía últimamente fuertes lazos con elementos anticastristas asentados en la Florida. Claro, el Canciller no habló literalmente así, sino que se refirió a elementos anticubanos. Porque no hay que olvidar que el castrismo, además de apropiarse materialmente de toda Cuba, intenta también adueñarse del concepto de cubanía.
Tras la exposición del Ministro tocó el turno a responder las preguntas efectuadas por varios medios de prensa. Y como casi siempre sucede, es en este segmento donde más mal parados quedan los funcionarios cubanos, pues generalmente pierden la compostura ante interrogantes que les resultan incómodas, casi siempre formuladas por periodistas occidentales.
En esta ocasión al señor Parrilla se le vio molesto cuando le compararon la acción de Alazo Baró con la desprotección que sufrieron los diplomáticos estadounidenses en La Habana a raíz de los ataques sónicos que provocaron finalmente la salida de la isla de la mayoría de esos representantes de Estados Unidos.
El Canciller, como es su costumbre, juró y perjuró que esos incidentes nunca existieron. Sin embargo, esa versión oficialista se colocó en tela de juicio una vez que diplomáticos canadienses también se quejaron de irregularidades sónicas, con la consiguiente reacción de Ottawa de retirar igualmente a parte de su personal diplomático.
Otra interrogante que sacó de paso al Ministro fue cuando le indagaron si el atacante afrontó en Cuba los mismos problemas siquiátricos que ahora le detectaron. Mas nos quedamos con los deseos, porque mediante un cantinfleo proverbial el señor Parrilla evadió la respuesta. ¿Alguien puede creer que un gobierno que ha rastreado minuciosamente la vida de Alazo Baró pueda desconocer ese detalle?
Claro, de aceptar esa condición del atacante rodarían por tierra los argumentos castristas que apuntan hacia una conspiración fraguada por los adversarios del castrismo.
A la postre, no hay dudas de que asistimos a otra tentativa de los gobernantes cubanos por desviar la atención de la opinión pública, tanto nacional como internacional, acerca de las penurias que ya afrontamos los cubanos de a pie en esta nueva versión del período especial.
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