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Un congreso sobre juventud que degeneró en loas a Fidel Castro

(Foto: diario-octubre.com)
(Foto: diario-octubre.com)

LA HABANA, Cuba.- Acaba de finalizar en La Habana el Congreso Internacional de Investigadores sobre Juventud, un evento que contó con el patrocinio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Los organizadores recibieron una carta de la señora Nada Al-Nashif, subdirectora general adjunta de la institución para las Ciencias Sociales. En la misiva, la funcionaria insistió en la necesidad de que la cita diera relevancia a los objetivos de las juventudes en todo el mundo.

Sin embargo, como era de esperar, las autoridades cubanas maniobraron para transformar el cónclave en otro de los mecanismos con que cuentan para influir sobre las mentes de los jóvenes de la isla. Y nada mejor para ello que acudir a la figura de Fidel Castro, próximo a su 90 cumpleaños.

Una de las jornadas del Congreso se dedicó a un taller sobre “el protagonismo del líder de la Revolución en las políticas de juventud en Cuba”, que contó con la presencia de la periodista Katiuska Blanco, Fernando Vecino Alegret, Luis Morlote y Abel Prieto.

Lo primero que salta a la vista es la redundancia contenida en la denominación del referido taller: ¿Qué esfera de la vida nacional no contó con el protagonismo de Fidel Castro a partir de 1959? Iba a las inauguraciones de las Series Nacionales de béisbol con el objetivo de batearle de hit al mejor pitcher; en los torneos de la pesca Ernest Hemingway le correspondía cazar la pieza más codiciada; y en la Olimpiada Mundial de Ajedrez de 1966 pretendió derrotar en partidas simultáneas al entonces campeón mundial Tigran Petrosian. El cubano de a pie, con ese gracejo que lo caracteriza, lo resumió de esta manera: En una boda, Fidel deseará ser el novio; y en un entierro, no dudaría en ser el muerto:

Claro, los organizadores de este Congreso se cuidaron de mencionar ciertas acciones del máximo líder que también incidieron sobre el destino de la juventud cubana. Entre ellas podemos mencionar la creación de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), adonde iban homosexuales, creyentes y otros “desviados ideológicos”; la Columna Juvenil del Centenario en Camagüey, donde los muchachos trabajaban como esclavos; los bisoños soldados mandados a morir en tierras africanas, y hasta las fracasadas Escuelas en el Campo, que alejaban a los alumnos de la benéfica compañía familiar.

El señor Abel Prieto no escatimó esfuerzos para acreditarse el estrellato de la jornada. Después de expresar que muchos políticos de América Latina se formaron leyendo o escuchando los discursos del máximo líder, apuntó que “los libros de Fidel, sus discursos, las entrevistas, son una fuente inagotable, hay que leerlos porque nunca son superficiales, porque Fidel llega a Marx luego de pasar por José Martí” (“El hombre que cumplirá 90 años siendo joven”, periódico Granma).

De ser cierta esa afirmación, ahí estaría la prueba de la mala lectura de José Martí que hizo Fidel Castro, y que sería la génesis de las arbitrariedades cometidas con la figura del Apóstol. Porque tratar de enlazar la concepción de “con todos y para el bien de todos” con aquella que preconiza el odio entre las clases sociales es poco menos que un intento de compaginar el aceite con el vinagre. ¡Le zumba!