PUERTO PADRE.- El Marqués de Vellisca Juan Pablo de Logendio e Irure, fue designado embajador de España en Cuba allá por 1952, antes de yo nacer. Pero en 1960, el Marqués protagonizó en La Habana un suceso que le dio la vuelta al mundo, para orgullo de mis abuelos españoles, al punto de crecer escuchándoles decir: “Logendio es el único hombre que ha tenido valor para desafiar a Fidel Castro en un estudio de televisión”.
Así decía mi abuelo paterno. Pero mi abuelo materno, de carácter más levantisco, para cuando en alguna ocasión se precisaba de valor, hacía alusión a la trifulca en CMQ-TV sugiriendo: “¡Huevos a lo Vellisca!”
Antes de Twitter lo usual era hacer política por televisión. Y en la noche del 20 de octubre de 1960, se encontraba Fidel Castro en una de sus acostumbradas comparecencias televisadas, acompañado por el presidente de la República, el Consejo de Ministros, los más encumbrados comandantes del Ejército, y la prensa acreditada.
Denunciaba Fidel Castro que la Embajada de España estaba implicada en la “contrarrevolución”, haciendo esfuerzos por sacar de Cuba a connotados contrarrevolucionarios. Y que la Iglesia católica, incluyendo curas españoles, estaba involucrada en el trasiego de armas, llegando, incluso, a ocultar armamentos en los edificios de culto religioso.
Se encontraba Fidel Castro en ese discursar cuando, en vivo, frente a las cámaras de televisión, irrumpió en el estudio de CMQ-TV el excelentísimo embajador de España Juan Pablo de Logendio e Irure, marqués de Vellisca, pidiendo al moderador del programa responder a las acusaciones que el primer ministro Fidel Castro hacía contra su embajada y hacia ciudadanos españoles bajo su representación. Y Fidel Castro se puso de pie, cerrados los puños.
“Parecía que se iban a las manos”, dirían mis abuelos muchos años después.
“El hombre fue valiente, tengo que reconocerlo”, dijo Fidel Castro en una entrevista de 2006, cuando ya Logendio de Irure, declarado persona non grata en Cuba, y ocupando su cargo de Embajador ante el Vaticano, hacía años había muerto en Roma, como muchos años también hacía que los curas españoles a quienes el marqués de Vellisca intentó defender, habían tenido que salir de Cuba, cerrados sus “edificios de culto”, como las propiedades de los españoles en la Isla.
Traigo esta anécdota porque cuando preguntaron a Fidel Castro si tras el incidente con el Embajador de España en 1960, había roto relaciones con los españoles, dijo: “No, las relaciones con Franco no había quien las rompiera. Nuestro tabaco lo compraba España; el azúcar cubana la compraba España; el ron cubano, España”.
También ahora hay rones y tabacos de por medio. El pasado 13 de febrero, precisamente cuando se hacía público que el rey Felipe VI no haría el proyectado viaje a Cuba y medios estatales cubanos escenificaron el consabido pataleo, quizás para atenuar ese movimiento de labios más que de piernas, a diferencia del pugilato Logendio-Castro, el embajador español Juan José Buitrago de Benito repartió flores en el cementerio Santa Ifigenia, y, en Santiago de Cuba, definió la relación entre España y Cuba como “familiar, histórica”, con capacidad de construir “muchas cosas juntos”.
¡Válgame Dios! En las garras del águila, de Ángel Viñas, también autor de Los pactos secretos de Franco con Estados Unidos, me sitúan en un contexto reiterado del discurso castrista: “En su política exterior, Washington apostó por los dictadores de derecha y extrema derecha y por el terrorismo más criminal para combatir las revoluciones sociales, mientras acusa a conveniencia, como siempre lo ha hecho con Cuba”.
“El que juzga procede”, dice el viejo aforismo. Y, aunque no pueden ser tildados de “dictadores” los gobiernos de Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, ni el mismo Felipe González, “amigo de Cuba” ha escapado del vilipendio; el mismo Fidel Castro dijo de González, “asesorar a Gorbachov” para que la URSS se viniera abajo.
Cinco presidentes elegidos democráticamente desde 1976 a la fecha, mientras los Castro permanecen al mando de Cuba desde 1959, con las pistolas al cinto o en la sobaquera.
Cierto. Cubanos y españoles tenemos relaciones de familia como dice Buitrago de Benito; de España hace más de 500 años que están llegando la mayoría de nuestros ancestros. Y ciertamente, según dijo el embajador, cubanos y españoles podemos hacer “muchas cosas juntos”, pero sin confundir la relación “familiar histórica”.
Castro es un apellido que no podemos confundir con castrismo. Conozco personas de apellido Castro que, en honor al Comandante, allá por los años 60 nombraron Fidel a sus hijos, y que después, la insostenibilidad sociopolítica del castrismo los hizo ir a vivir a Estados Unidos, a España, o vaya usted a saber dónde se metieron.
Castrismo es el régimen militar instalado en Cuba desde 1959 hasta el día de hoy, que ha fracturado la familia cubana en la diáspora mayor de su historia, tanto, que ya en 1960, el marqués de Vellisca, embajador de España en Cuba, fue declarado persona non grata por defender —quizás de forma poco diplomática— derechos humanos que consideró conculcados. Y, esa abogacía pro bono (para el bien público), por aquella receta de mi abuelo de cuando se deba ponerse el pecho y no dar la espalda, “huevos a lo Vellisca”, no debía olvidarla ningún embajador acreditado en La Habana, porque, cuando tantos seres humanos están compulsados a callar, quienes gozan de libertad no debían ser cómplices del silencio.