LA HABANA, Cuba. ─ Hace cuatro años, el 18 de marzo de 2017, el mundo del rock perdió a uno de los primeros y más importantes héroes guitarrísticos: Chuck Berry.
Es innegable la importancia de Berry en la historia del rock. Aunque no se puede atribuir la invención del rock and roll a ningún individuo en particular, ya que fue un proceso originado por la mezcla gradual del rhythm and blues con la música country en el que intervinieron muchos intérpretes, fue Chuck Berry quien ordenó y colocó en el sitio que le correspondían las piezas esenciales que compondrían el nuevo género.
Los riffs de esta leyenda, nacida en Missouri el 18 de octubre de 1926, influyeron en los mejores guitarristas del rock. De no haber existido Berry, no hubiésemos tenido ─al menos de la forma en que los conocimos─ a The Beatles, The Rolling Stones y Beach Boys, y nos hubiésemos perdido, entre otras acrobacias y rutinas rockeras, el duck walk, que no lo inventó Angus Young, el guitarrista de AC/DC, sino Chuck Berry, más de 20 antes de que ese grupo australiano se parara en un escenario.
Aunque soy fanático de Elvis, tengo que admitir que Chuck Berry y Little Richard pudieron haber sido, con toda justicia, los reyes del rock and roll, solo que corrían los años 50 y ellos eran negros y tenían actitudes demasiado transgresoras para la puritana sociedad norteamericana de la época.
Los muchos méritos de Chuck Berry siempre pesarán más que los argumentos que se han esgrimido en su contra, tales como que después de los años sesenta nada hizo que pudiese superar la música de sus primeros tiempos, sino que se repetía y vivía de la gloria del pasado, y que su comportamiento era francamente antisocial.
Chuck Berry tuvo problemas con la justicia, estuvo preso varias veces y solía ponerse violento y agresivo, como ocurrió las dos veces que agredió a trompadas a uno de sus más fieles admiradores, Keith Richards. Pero más importante que todos esos escándalos y los chismes de su mal carácter, sus borracheras y voyerismo, será la huella dejada en la música de la segunda mitad del siglo XX por canciones como Johnny B. Goode, School days, Maybellene, Sweet little 16 y Roll over Beethoven, que han sido versionadas cientos de veces y han puesto a bailar a medio mundo.
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