Celia Cruz cada vez brilla más
LA HABANA, Cuba. ─ A más de 18 años de su muerte, ocurrida en julio de 2003, Celia Cruz tiene cada vez más reconocimiento internacional. Se ha convertido en un icono, y no solo de “la contrarrevolución”, como dicen los roñosos comisarios anticulturales castristas que la prohibieron en su país, sino de la cultura popular toda, tal como son Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Elvis, James Dean o los Beatles.
Como si no bastasen todos los premios y homenajes que recibió en vida y póstumamente y las opiniones elogiosas de las importantes figuras del mundo de la música que alternaron con ella, la selección por la Rolling Stone de La vida es un carnaval confirma a los que todavía pudiesen tener dudas que Celia Cruz es la más universal de las cantantes cubanas.
Las selecciones de la Rolling Stone son hechas por especialistas consultados por la muy exigente revista norteamericana (fundada en 1967) y se nutren fundamentalmente de piezas de las últimas seis décadas de rock, soul, jazz y country de intérpretes norteamericanos, británicos y de otros países de habla inglesa. No es usual que aparezcan artistas cubanos en esas selecciones. Hasta ahora, la única excepción era el disco de 1997 de los veteranos músicos del Buena Vista Social Club, en el lugar 260 de la lista de los mejores álbumes de todos los tiempos.
Sería justo que algún día la revista Rolling Stone también incluyera en su selección a Benny Moré, el único otro grande de la música cubana que se pudiera comparar a Celia Cruz. Mientras, a todos los cubanos amantes de la buena música nos regocija y llena de orgullo que La vida es un carnaval, de nuestra Celia, compita con canciones como Yesterday, Satisfaction, Respect, Blowin´in the wind o Stairway to heaven.
Digo, no a todos los cubanos, porque los reconocimientos internacionales a Celia Cruz deben disgustar mucho a los comisarios castristas que la proscribieron, y al primer secretario del Partido Comunista Miguel Díaz-Canel, ahora que tras su encontronazo en la CELAC con el presidente uruguayo Luis Lacalle, se ha erigido en musicólogo en jefe para determinar quién tiene buen gusto musical y quién no.
Hace varios días, el mandatario de la continuidad dio prueba del ningún aprecio que siente por Celia Cruz cuando ni siquiera la mencionó al visitar ─como parte de sus demagógicos recorridos por los barrios pobres de La Habana─ el solar de La Margarita, en Santos Suárez, donde nació la cantante en 1925 y pasó sus primeros años.
A Celia, los castristas, ni después de muerta, le perdonaron su acérrima oposición en contra del régimen. Luego que se fue al exilio, en 1960, su música fue prohibida y no le permitieron volver a su tierra ni siquiera para asistir al entierro de su madre, en 1962.
Debido a esa encarnizada censura, dos generaciones de cubanos, si no consiguieron escuchar a Celia en las emisoras latinas del sur de la Florida, cuyas ondas llegaban a Cuba con ruidos e interferencia, o en cintas grabadas que circulaban de modo casi clandestino, se perdieron la música de la mejor de las cantantes que ha dado nuestro país.
De hecho, La vida es un carnaval, que fue muy popular en Cuba allá por 1999, la mayoría de los cubanos no sabían que pertenecía a Celia Cruz, sino que creían que había sido compuesta por Isaac Delgado, que era por quien la ponían incesantemente en la radio.
Lo mismo sucedió con otros números de Celia, que se escucharon en Cuba en versiones de otros cantantes.
Los comisarios, que decían en los años 70 y 80 estar empeñados en impedir el robo por las disqueras internacionales del son y que le cambiaran el nombre bajo la etiqueta de “música salsa”, fueron los que más hicieron en contra del son, al forzar al exilio a varios de sus mejores cultores, como Celia Cruz, quien pasearía por el mundo la música cubana, que ella encarnó como nadie.
Los cubanos demoramos más de 10 años en poder ver en la TV fragmentos del histórico concierto de la Fania All Stars en Zaire, en 1976. Pero, por supuesto, nos impidieron ver la actuación de Celia Cruz, que fue lo más impactante del espectáculo.
También las tijeras de los censores de la TV cubana nos impidieron ver la actuación de Celia Cruz en 1991, en Módena, Italia, en el primero de los conciertos benéficos “Pavarotti and friends”, donde cantó un irrepetible dúo con el tenor italiano. A cambio, nos hicieron creer que Cuba estuvo representada en aquellos conciertos donde junto a Luciano Pavarotti, figuraron estrellas de talla internacional, únicamente por Augusto Enríquez, el excantante del grupo Moncada.
A pesar de la censura y el ninguneo del régimen, el estilo interpretativo de Celia Cruz ha marcado indeleblemente a muchas de las cantantes cubanas que hoy se dicen “divas”, tales como Haila, Vania Borges, Osdalgia, Tania Pantoja e Ivette Cepeda, quienes no ocultan ─pese a los disgustos con el oficialismo que ello pueda acarrearles─ su admiración por la Diva Mayor del son, la guaracha, la rumba y la música de Cuba toda.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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