Comandante Fidel Castro Ruz
Presidente Consejos de Estado y de Ministros
Primer Secretario Comité Central Partido Comunista de Cuba
Ciudad de La Habana
En ocasión del 50 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y tomando tan importante documento como marco de referencia, me dirijo a usted, en tanto principal figura de todas las instituciones cubanas facultadas para tomar cualquier decisión de orden político.
El próximo mes su gobierno cumplirá 40 años en el poder, o sea, actuando inconsultamente en nombre del pueblo cubano, apelando al supuesto concenso que manaría de asambleas públicas donde la verdadera voluntad ciudadana -como bien sabe cada cubano- es sistemáticamente coartada por el miedo y la coacción ideológica, esas poderosas y ubicuas instituciones revolucionarias. Por otro lado, en las ocasiones en que esa voluntad ciudadana, desafiando todos los riesgos que ello implica, se ha logrado expresar abiertamente, ha sido ignorada sin miramientos por el gobierno, como sucedió el pasado año en las elecciones del Poder Popular con un grupo de candidaturas del Movimiento Cristiano Liberación, propuestas por la población en sus respectivas circunscripciones electorales. Como sucede cada día a decenas de opositores pacíficos y periodistas independientes que son acosados por la Seguridad del Estado; detenidos y encarcelados sin que se formulen cargos en su contra ni sean enjuiciados (los cuatro activistas firmantes del documento La Patria es de Todos, cumplen hoy 513 días en prisión bajo esa ambigua situación jurídica), o incluso golpeados por las tristemente célebres “Brigadas de Respuesta Rápida”, capitaneadas por efectivos de la Seguridad vestidos de civil.
Por todo ello, y a efectos de sostener un criterio mejor fundado acerca del tipo de sociedad que deseamos los cubanos, le insto a convocar una consulta popular, garantizada por el voto secreto y la presencia de observadores internacionales, que nos permita elegir entre el actual ordenamiento político, económico y jurídico, o un gobierno que:
- dé cabida a los más destacados dirigentes cubanos, sean del partido gobernante o de la oposición, quienes deberán ser legítimamente electos en votación secreta y directa donde puedan participar todos los nacionales cubanos, sea cual fuere su actual país de residencia, puesto que todos conformamos la Nación;
- reforme la actual legislación procesal, según lo establecido en los instrumentos internacionales, para garantizar al ciudadano su derecho al debido proceso, permitiendo a todo acusado el acceso libre y efectivo a la asistencia letrada, mediante un abogado independiente; garantía que sólo puede ser otorgada por un poder judicial independiente;
- garantice el derecho de libre asociación, sea con fines políticos, económicos, culturales, religiosos u otros y, como primer paso de la puesta en vigor de este derecho, decrete una amnistía general (sin que medie el posterior exilio del amnistiado como condición), que incluya a todos los prisioneros de conciencia; todo ello, previa reforma de la actual Constitución y del Código Penal vigente, que repetidas veces tipifica este derecho como Delito contra la Seguridad del Estado;
- ratifique importantes instrumentos de Derechos Humanos de los que Cuba aún no es signataria, como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos -con sus dos Protoclos Facultativos, sobre comunicaciones individuales y sobre la abolición de la pena de muerte-, así como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales;
- garantice el derecho de libre concurrencia al mercado y al ejercicio de la actividad económica independiente, sin limitaciones o discriminaciones para con el inversionista privado cubano con respecto al extranjero, como actualmente ocurre;
- garantice el derecho a las libertades de pensamiento, expresión e información, así como el derecho a una prensa independiente y objetiva, estrechamente ligado al anterior.
Como parte del grueso de la intelectualidad cubana que ha sido desplazada del país por la intolerancia de su régimen, me siento en el derecho y la obligación de reclamar todas estas libertades, de las que nuestro pueblo ha sido privado, paulatina y solapadamente, desde muy temprana fecha, en medio del romanticismo y la euforia revolucionarias que caracterizaron las primeras décadas de ese proceso.
La visita de su Santidad Juan Pablo II fue un hermoso paso simbólico que condujo a la liberación de cierto numero de presos políticos (bajo la condición de cambiar prisión por destierro) y a una mayor libertad de acción para la Iglesia Católica, además de la reintegración de la festividad navideña. Sin embargo, lo que el pueblo cubano necesita que se le reintegre urgentemente son sus libertades civiles y políticas; único modo de ayudar a la nación a salir de la sima político-económica y axiológica en que se encuentra sumida. El cubano -emprendedor, esforzado y positivo- no quiere más planificación económica centralizada, ni vigilancia policial, ni seguir un supuesto destino heroico superior a la vida misma. Lo único que verdaderamente querría un pueblo liberal por naturaleza es Libertad.
Quizás usted interprete ésta como una propuesta de “suicidio político” al Partido Comunista, pero en realidad sólo encierra una simple petición: cesar el “suicidio” de los derechos políticos y civiles del pueblo cubano (cuya inmensa mayoría no es comunista, vale recordar), amparado tras la fachada de los derechos sociales que el gobierno garantiza, y que parecerían ser los únicos importantes y respetables en nuestro archipiélago.
Sin otro particular por el momento, y en la esperanza de que aún se pueda salvar a la nación cubana del caos total (“después de mí el caos” dijo alguien un día), queda de usted, con atentos saludos,
Rafael López Ramos
Pintor y Escritor
(Vancouver, Canada)
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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