LA HABANA, Cuba. – Este viernes supimos de la celebración oficial de una “boda transgénero en Cuba”. Dos ciudadanos de quienes sólo se ofrecen los nombres o seudónimos (Dunia y Ramscés) celebraron sus nupcias en el Palacio de los Matrimonios de San Francisco de Paula, en la capital de la Isla.
Entre otros medios masivos, del sucedido se hace eco el portal oficialista Cubadebate. Este órgano propagandístico del castrismo comenta que “la noticia ha tenido un impacto muy positivo en las redes, donde activistas y aliados de los colectivos LGBTIQ+ han dejado mensajes llenos de alegría y optimismo”.
En su titular, Cubadebate afirma: “Pareja transgénero formaliza matrimonio en Cuba por primera vez”. En puridad, esta aseveración no es cierta. En 2011, otras dos personas sexodiversas, que se caracterizaban por su falta de identificación con el régimen castrista y actualmente están exiliadas —Ignacio Estrada y Wendy Iriepa—, se casaron entre sí, también en la ciudad de La Habana.
Con respecto a ese otro suceso de ocho años de antigüedad, cabe señalar que la novia (Wendy) había sido durante años colaboradora cercana de la “Sexóloga en Jefa” e hija predilecta del actual mandamás: la doctora Mariela Castro Espín. Esa contrayente, nacida como hombre, aprovechó sus vínculos dentro del órgano estatal consagrado a esos temas para hacerse en 2007, por cuenta del erario público, una operación de “reasignación de sexo”.
Parece ser que, tras la intervención quirúrgica, Iriepa tramitó ante los tribunales una subsanación de error sustancial en su inscripción de nacimiento. Esto le permitió figurar en ese documento como mujer. Por ello su unión con Ignacio Estrada quedó formalizada como si se tratara de un matrimonio más entre un hombre y una mujer.
Algo por el estilo parece haber ocurrido ahora, pues Cubadebate, refiriéndose a los contrayentes, asegura que “se trata de dos personas cuyos géneros registrados al nacer son masculino y femenino, respectivamente, aunque no sean coherentes con sus identidades de género”.
Pero, claro, Estrada era un conocido activista de organizaciones independientes de la comunidad LGBTI. Por su parte, Wendy Iriepa posó durante años como una especie de símbolo del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual), el feudo de Doña Mariela.
Pero he aquí que entró en escena el amor: Las relaciones establecidas entre Ignacio y Wendy fueron muy mal vistas por los jefes de esta última, y el mantenimiento de ellas (a pesar de las múltiples objeciones y “consejos amistosos” formulados) tuvo el único desenlace que cabía esperar: Iriepa, expulsada del CENESEX, dejó de ser la cara visible de éste.
Por supuesto que una pareja como ésa —homosexual, pero de ideas políticosociales heterodoxas—, no podía convertirse en estandarte del nuevo tipo de uniones. Me refiero a las que ahora el castrismo, dejando atrás los decenios de la más feroz homofobia, desea presentar, Mariela mediante, como paradigma de una Cuba tolerante (ya que no en política, al menos sí en los temas de orientación sexual).
El matrimonio de Dunia y Ramscés (así, sin apellidos), despierta dudas en el plano jurídico. El mismo sitio oficialista Cubadebate reconoce el carácter polémico de esa unión. Refiriéndose a “la manera en la que expresan su identidad de género”, el órgano de agitación la califica de “obstáculo” y afirma que éste fue “superado ante un primer intento fallido”. Para lograr esto último, a su vez, se “requirió el asesoramiento de los Servicios de Orientación Jurídica del CENESEX” (La Iglesia en manos de Lutero).
Toda esta problemática nos obliga a regresar a los recientes debates sobre la reforma constitucional. Recordemos que, con ocasión de ese ejercicio, el régimen propuso sustituir la fórmula supralegal anterior (que definía el matrimonio como “la unión de un hombre y una mujer”) por un precepto que aludía sólo a “dos personas”.
Se sabe que, con razón o sin ella, el pueblo en masa expresó su oposición a esa iniciativa. Pese a ello, en el texto de la Constitución raulista se hizo caso omiso de la voluntad popular. Su artículo 68 define el matrimonio como “la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común”.
Dicho de otro modo: en este tema, a pesar de sus falsos pujos democráticos y sus protestas de “respeto al pueblo”, los castristas le hicieron a este último “el caso del perro”. Aunque emplearon otro vocabulario, en definitiva plasmaron en la superley el mismo principio del Proyecto que nuestros conciudadanos habían rechazado de manera tajante; o sea, que eliminaron la alusión a “un hombre y una mujer”.
Pero la decisión definitiva del asunto, según la Disposición Transitoria Décima de la “nueva” Constitución, deberá tener lugar a más tardar en abril de 2020. Es en esa fecha que la Asamblea Nacional, “mediante ley”, deberá “hacer efectivo lo dispuesto en el artículo 68 de esta Constitución, en cuanto a la institución del matrimonio”.
Es razonable pensar que el actual mandamás desee satisfacer el deseo de su hija predilecta con respecto al matrimonio homosexual. En ese contexto, es probable que la novedosa unión de Dunia y Ramscés y la cobertura brindada a ella en un medio castrista como Cubadebate, formen parte de una campaña de propaganda encaminada a crear un estado de opinión que haga más fácil el cumplimiento de aquel anhelo.
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