MIAMI, Estados Unidos. – El Instituto Interamericano por la Democracia, inspiración del politólogo boliviano Carlos Sánchez Berzaín, ha trabajado arduamente a favor de la libertad y la solidaridad hemisférica.
No solo ha sido de las instituciones que se nutren de las buenas intenciones, sino que ha dado numerosas muestras de su compromiso de fortalecer e incrementar las libertades y derechos de todos y cada uno de los ciudadanos del hemisferio.
El liderazgo de esta institución ha demostrado tener clara conciencia de que la soberanía personal y la de nuestras naciones están bajo el asedio de operadores políticos extremistas y de la delincuencia organizada, los cuales se apoyan mutuamente para lograr un estado de sitio continental que derribe nuestras defensas. En consecuencia, el Instituto trabaja apuradamente por desarrollar mecanismos que detengan y destruyan esa amenaza.
Y no pierde tiempo. Su intenso trabajo demuestra que es urgente que sumemos nuestras fuerzas para vencer a los enemigos de la libertad y nuestros derechos. El término “interamericano” demuestra una visión incluyente, sin resentimientos. Una propuesta en la que los derechos y deberes de las partes son los mismos, aunque los poderíos sean diferentes.
Desde mi perspectiva, su principal misión ha sido educar y mostrar nuestras realidades, incluidas las irresponsabilidades como ciudadanos, cuando apoyamos propuestas que conducen a la extinción de los derechos. Decir lo que se hace mal es mucho más conveniente y efectivo que el elogio y la alabanza. Denunciar la complicidad con propuestas populistas y demagógicas es un llamado de conciencia pública que ayuda a todos. El Instituto también concede espacio a quienes defienden las oportunidades de todos y, con esa función, muestra una conducta que deberían imitar otras instituciones y personalidades públicas.
La corrección política no es una virtud del Instituto. Desde su fundación ha denunciado firmemente los perjuicios causados por el castrismo y su variante castro-chavista, mientras, sobran quienes callan las falencias y crímenes del despotismo y adoran las figuras de sus creadores y conductores.
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Otra de sus vertientes es la búsqueda, conocimiento y generación de compromiso con personalidades y fundaciones que tienen una visión similar en lo que respecta a los derechos de todos y la necesidad de su amparo. Ese ha sido un trabajo arduo que ha rendido pingües beneficios, como se aprecia en los enunciados de la “Propuesta de Coral Gables para la Defensa de la Democracia en Las Américas”.
El primer enunciado destaca la relevancia de la Carta Democrática Interamericana, que tantos líderes latinoamericanos ignoran cuando pasan por alto los crímenes de Estado que tienen lugar en Cuba, Venezuela y Nicaragua o desechan por irrelevantes las campañas de desestabilización de las democracias como las que están ocurriendo en Colombia y tuvieron como escenarios recientemente a Ecuador, Chile y Perú, por solo mencionar algunas de las Repúblicas más asediadas por el extremismo político asociado a criminales comunes.
El segundo aspecto aborda el disfrute pleno de los derechos por parte de la ciudadanía, el pluralismo político y la separación e independencia de los poderes públicos como una garantía para la democracia, aseverando que “la ausencia de estos elementos pone al gobierno en cuestión al margen de la democracia con los efectos legales y económicos previstos en la comunidad internacional”.
El tercero destaca que “no existe democracia en países con perseguidos, presos y exiliados políticos, con persecución política manipulada por medio de sistemas de justicia”.
En la Declaración se aprecia la importancia de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la petición de que se “implemente de inmediato un organismo que analice y emita un informe anual sobre el estado de la democracia de los países miembros”.
Por último, el Instituto reclama que se conozcan las diferencias entre política y “delincuencia organizada “es vital para fortalecer nuestra conciencia ciudadana.
El Instituto Interamericano ha sido tan exitoso que se ha convertido en un objetivo a destruir por el castro-chavismo. Reunir a figuras tan destacadas y disímiles, en las que el común denominador es el compromiso de todos con la democracia, es un rotundo éxito. Contar con la participación de un presidente en ejercicio y la intervención de antiguos mandatarios de algunos de los países más relevante de Las Américas es un triunfo que proclama que la ofensiva contra los liberticidas ya empezó y que solo puede terminar con su destrucción.
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