GUANTÁNAMO, Cuba. ─ Hecho añicos el triunfalismo de la dictadura, desembocado el país en una crisis que parece irreversible, algunos vencedores pudieran preguntarse si lo que un día festejaron como triunfo acabó siendo una derrota.
El régimen usa el despectivo vocablo “mercenario” para calificar a quienes formaron parte de la Brigada 2506. Sin embargo, esa fuerza expedicionaria estuvo conformada en su mayoría por estudiantes universitarios, excombatientes del Ejército Rebelde y luchadores de la clandestinidad que fueron sacados de Cuba con el objetivo de ser entrenados militarmente y regresar a ella para luchar contra la dictadura castrista. Todos estaban imbuidos de un sentimiento altamente idealista en bien de la patria traicionada por un ególatra despiadado y sórdido.
El vocablo tiene larga data en la historia de la propaganda de la dictadura, pues lo endilgan a todo el que se les enfrente y dejan de atribuírselo a quienes hacen de la genuflexión ante el Partido Comunista de Cuba (PCC) un ejercicio cotidiano por el cual cobran.
Quienes serían parte de esa brigada arribaron a EE. UU. por diversas vías, reclutados por Manuel Artime, líder político de la expedición, médico y exteniente del Ejército Rebelde. Podían haberse establecido allí desentendidos de la política y trabajar por el bienestar económico que propicia toda sociedad organizada en libertad. Pero en ellos pudo más el sentido del deber que el interés personal y dejaron atrás estudios, familias y trabajos para cumplir la ineludible cita que siempre tienen con la patria los hombres dignos ─que los ha habido siempre─, como también los que eluden su responsabilidad histórica bajo cualquier pretexto.
Diversos documentos dan registro de cerca de 2 680 nombres de afiliados a la Brigada 2506. De ellos, aproximadamente 1 330 viajaron en barcos; 1 297 lograron desembarcar, mientras 177 lo hicieron como paracaidistas aerotransportados. Hubo aproximadamente 114 bajas ─entre ahogados y muertos─ y 1183 fueron capturados, juzgados y hechos prisioneros hasta que fueron devueltos al exilio.
Algunos mitos del castrismo
Los defensores del castrismo aseguran que la de Bahía de Cochinos fue una invasión sorpresiva. Sin embargo, ellos mismos se han encargado de divulgar materiales donde aseguran que se conocía de ella desde días antes gracias a la confesión de uno de los expedicionarios en un país centroamericano.
Aseguran también que la Fuerza Aérea Revolucionaria fue casi totalmente destruida durante los ataques previos a la invasión a los aeropuertos de Santiago de los Baños y Santiago de Cuba. Eso es falso. Momentos después de esos ataques, el régimen de Fidel Castro protestó enérgicamente ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el presidente John F. Kennedy ordenó la suspensión de todos los vuelos planificados con ese objetivo para los días siguientes, provocando con esa decisión que se preservara gran parte de la aviación castrista, lo que fue fatal para el desenlace de las acciones.
En un artículo titulado Bahía de Cochinos: la invasión que pudo evitar más de cinco décadas de dictadura en Cuba, del periodista Manuel Trillo, se lee que Pedro Corzo ─presidente del Instituto para la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo─ declaró que “en los encargados de planificar la invasión primaron las consideraciones políticas sobre las militares y que el presidente estadounidense no estaba convencido del todo de la necesidad de este tipo de acción militar pues había heredado el plan de su predecesor y lo enmendó, convirtiendo lo que en principio iba a ser una guerra irregular en una de tipo convencional sin facilitar los recursos que tal tipo de contienda demanda”.
Varios de los barcos que transportaban a los expedicionarios fueron seriamente dañados. El mismo 17 de abril el “Houston” fue alcanzado por el proyectil de un tanque soviético y comenzó a hundirse, razón por la cual el capitán decidió encallarlo para evitar que se hundiera del todo. Parte de los hombres que transportaba murieron ahogados o alcanzados por los disparos de la artillería en la cubierta. Los que llegaron a tierra se batieron heroicamente en Playa Larga, donde se afirma se libraron los más encarnizados combates. El barco “Río Escondido” también fue alcanzado por el bombardeo enemigo y explotó. Eso no habría ocurrido si el gobierno estadounidense hubiera apoyado efectivamente la invasión.
Las autoridades militares estadounidenses llegaron al extremo de asegurar que si algún piloto de la Fuerza Aérea de Liberación aterrizaba en la base naval de Guantánamo sería entregado a las autoridades castristas.
El batallón 339, de Cienfuegos, atrincherado desde hacía varios días en Playa Girón, fue el primero en entablar combate con la Brigada 2506 ─el castrismo celebra la victoria de Girón como si fuera un hecho ocurrido en la provincia de Matanzas, lo cual es otra distorsión de la historia─ y a este se sumaron de inmediato fuerzas militares que llegaron a ser hasta diez veces superiores a las de la Brigada 2506.
Carentes de la imprescindible base logística para mantenerse, superados en hombres y armamentos por las fuerzas de la dictadura y sin poder contar con el apoyo de sus fuerzas aéreas no puede usarse otro adjetivo que el de heroico para calificar la actuación de los expedicionarios.
Lo curioso de esta historia, según han pasado los años, es que muchos de los que se enfrentaron a los supuestos “mercenarios” ─algunos de ellos oficiales de alto rango de las fuerzas armadas del castrismo─ salieron luego de Cuba totalmente decepcionados por la egolatría de Fidel Castro y su total desinterés por los padecimientos del pueblo.
Muchos de los que entonces festejaron el supuesto triunfo y quedaron en nuestro país se percataron de que la acción militar en la que participaron no era para gloria suya ni de la patria, sino para insuflar la vanidad de un ser despiadado y enfermo desmesuradamente de apego al poder. Y eso duele.
Como bien dijo Manuel Trillo, de haber recibido apoyo la invasión de Bahía de Cochinos pudo haber sido un éxito y nos habríamos ahorrado varias décadas de dictadura. Nada como un día tras otro. Lo que pareció alegría luego se volvió tristeza. Así de mutables resultan los actos humanos.
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