LA HABANA, Cuba.- Tras la aplastante victoria alcanzada por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las recientes elecciones legislativas de Venezuela, la nueva mayoría deberá definir cómo enfocar su actividad. Cuando el próximo 5 de enero quede renovada la Asamblea Nacional, deberá procederse ante todo a elegir un nuevo presidente. En ese momento terminará el reinado del cuartelario y controvertido Diosdado Cabello.
Se menciona como su probable sustituto a Henry Ramos Allup, autor de unas declaraciones tajantes: “Lo primero que vamos a hacer, es abrir las puertas de la Asamblea para que los periodistas puedan entrar libremente”, declaró el líder adeco, quien continuó: “Esto lo convirtió Diosdado Cabello en un chiquero cerrado, donde sólo podía transmitir esa vergüenza que es el canal de la Asamblea Nacional. ¡Eso va a cambiar!”
Cuando termine la breve fase organizativa, los parlamentarios deberán afrontar los asuntos de fondo. Al abordarlos, parece justo que el nuevo Legislativo venezolano, en primer lugar, empiece a resolver la situación de los que ahora mismo están sufriendo en mayor medida las arbitrariedades del régimen chavista: los presos políticos.
La situación de Leopoldo López y de los restantes patriotas venezolanos hospedados en las cárceles chavistas por su activismo prodemocrático, ha recibido un decidido rechazo de la opinión pública internacional. Son innumerables las personalidades que se han dirigido al presidente Maduro para solicitar su liberación. En el plano interno, cabe presumir que los atropellos perpetrados contra esos valientes hayan sido uno de los factores valorados por el electorado para votar en masa contra el chavismo.
El sostenido encarcelamiento de ellos ha sido denunciado de manera argumentada como una flagrante injusticia. Ejemplo de lo anterior es la carta que Luis Almagro, actual secretario general de la OEA, dirigió a la señora Tibisay Lucena. Más de siete páginas del documento están dedicadas a analizar la situación de ese líder opositor que es hoy –sin dudas– el preso de conciencia más destacado del mundo.
La conclusión del señor Almagro es terminante: “Este fallo pone en manos de interpretaciones judiciales muy subjetivas la interpretación de los discursos políticos opositores y el derecho a la asociación que significa la constitución de movimientos políticos”. “La sentencia contra un líder de la oposición es un asunto de funcionamiento de la democracia”.
Pero en adición a la endeblez de los elementos valorados por la jueza que le impuso a López casi 14 años de prisión, está la conducta observada a posteriori por el señor Franklin Nieves, fiscal actuante en el caso. Como se sabe, este funcionario solicitó asilo en Estados Unidos, y desde allí, con su conocimiento directo de las interioridades del turbio asunto, denunció las insistentes presiones indebidas que recibió desde el Ejecutivo.
Cualquier persona normal pensaría que, ante la existencia de esa gran letrina rebosante, el actual Presidente –que se proclama tan creyente– se pasaría las horas de rodillas, dando gracias al Todopoderoso por la oportunidad dorada que le ha dado de salir de ese engorroso asunto de manera discreta, a través del voto de la nueva mayoría opositora.
No es así en el caso de Nicolás Maduro. El heredero de Chávez ha asumido una postura más propia del guagüero que fue, que del estadista que se supone que sea ahora: “No aceptaré ninguna ley de amnistía porque se violaron los derechos humanos”. “Me podrán enviar mil leyes, pero los asesinos de un pueblo tienen que ser juzgados y lo tienen que pagar”. Es así como el Jefe del Ejecutivo cierra los ojos a las tradiciones de Latinoamérica y de la propia Venezuela, donde su mismo mentor –por no ir más lejos– recibió un perdón de ese tipo tras la cruenta intentona golpista que encabezó.
Según la “Constitución bolivariana”, el Presidente de la República está facultado para solicitar de la Asamblea Nacional que modifique lo antes acordado por ella misma. Este veto podrá ser superado por la mayoría absoluta del propio Legislativo. También el Jefe del Ejecutivo puede alegar ante el Tribunal Supremo que el texto correspondiente es inconstitucional.
Si —como todo indica— Maduro insiste en actuar de manera mezquina y cruel, y en revolver el nauseabundo contenido de la letrina que su mismo régimen creó, es de presumir que la inevitable excarcelación de Leopoldo López y sus compañeros se demorará de modo innecesario. Esperemos que la perversidad del Presidente sirva para enajenarles aún más, a él y a los suyos, las simpatías de la opinión pública.