LA HABANA, Cuba.- Nunca crucé una palabra con José Rodríguez Feo. Lo vi muy pocas veces pero estuve en cada una de las sesiones del homenaje que se le acaba de tributar en La Habana al fundador de la revista Orígenes, al gestor de Ciclón. Pepe dirigió y financió esas revistas cuando yo no había nacido, sin embargo creí justo escuchar a quienes lo trataron y fueron sus colegas, y también a los más jóvenes, esos que quisieron unirse a los cumplidos. Estos últimos, aunque no lo evocaran haciendo ejercicios de memoria, se adentraron en sus huellas, en sus múltiples bondades creadoras.
Resulta muy difícil encontrar, entre los lectores de esta isla, a alguien que no tenga alguna deuda con José Rodríguez Feo. Debieron ser muchos los que leyeron, gracias a él, La caída de la casa Usher de Edgar A. Poe. Fue Pepe quien me hizo conocer al empecinado Bartleby. Por sus pericias leí a Hawtorne, Twain, O’ Henry y a Lovecraft. Atesoro aún aquella antología de más de quinientas páginas que preparó y que luego publicara la Editorial Nacional en 1964.
Con su guía me acerqué también a La nariz, de Gogol y a Taman, esa pieza extraordinaria escrita por Lermontov, a la que vuelvo con muchísima frecuencia, y que él incluyera en una reunión del cuento ruso que preparó en el ya lejano 1968.
Pepe padeció la injusticia con que se juzgó su papel en la revista Orígenes. Después de la ruptura con Lezama se le trató como un simple benefactor, como el hombre que ponía el dinero para la impresión de la revista, olvidando así las múltiples colaboraciones que consiguió, las traducciones que preparó, los textos que escribiera.
Luego se unió a Virgilio Piñera y a un grupo de jóvenes, junto a ellos fundaría Ciclón. Para las páginas de esa revista se tradujeron, por primera vez al español, Las 120 jornadas de Sodoma, texto que provocaría un escándalo mayúsculo en el que llegó a intervenir la policía habanera. Allí publicó Calvert Casey sus Notas sobre pornografía para acercarse a la obra de Miller y Genet. Virgilio Piñera trató la poesía de Ballagas tan cercana a su homosexualidad. Así transcurrió Pepe por la cultura cubana, provocando, haciendo historia.
Aunque nuestras instituciones son olvidadizas, aún quedan hombres memoriosos en Cuba, y Norge Espinosa es uno de ellos. Ya le agradecimos que se juntara con Antón Arrufat para celebrar el centenario de Virgilio Piñera, que se enrolara en la conmemoración del bicentenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Norge sabía que Pepe precisaba de algunas reverencias en su cumpleaños noventa y cinco, y su empeño reunió a un grupo de escritores que fueron amigos de Rodriguez Feo; Antón Arrufat, Pedro de Oraa, Reynaldo Gonzales, Fernández Retamar y Sigfredo Ariel dieron testimonios de su relación con el ensayista, mientras Cira Romero comentó los juicios del escritor sobre literatura cubana.
Interesante fue la intervención de Cesar Salgado, profesor universitario en los Estados Unidos, que nos adentró en la relación que tuviera Pepe con su profesor F. O, Matthiessen y la influencia que ejerció en sus vocaciones literarias y hasta en sus juicios políticos. Alberto Abreu nos acercaría más tarde a la alianza entre Virgilio Piñera y Rodríguez Feo y lo que ella significó en el desmontaje del emblema heterosexual de la nación cubana. Al finalizar esa jornada se develó una tímida tarja en honor a Pepe en la biblioteca de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), esa que dirigió y que lleva su nombre.
Para la segunda jornada se reservó la presentación de la excelente multimedia preparada por Norge sobre Piñera, y también las intervenciones sobre la obra de algunos escritores que colaboraron con Ciclón y que estuvieron cerca del homenajeado. Arrufat, Calvert Casey y Virgilio Piñera fueron explicados por estudiosos de la literatura cubana.
Para cerrar el evento nos fuimos a la casa donde murió el patricio Juan Gualberto Gómez. En ese lugar fundaría Piñera unas tertulias con el nieto del patriota. Triste fue ver el estado ruinoso en que se encuentra la morada que acogió al amigo de José Martí en sus últimos días. De tal descuido debíamos ocuparnos ya, reconocer el valor de esa casa para el presente de la nación cubana. A esta casa también le hace falta un memorioso.