LA HABANA, Cuba.- El escepticismo y la resignación reinan entre los cubanos de a pie. Para nosotros, castrismo y eternidad son sinónimos.
Creemos que lo mejor es irse sin boleto de regreso o empeñarse uno en el perfeccionamiento de los medios, raramente lícitos, que facilitan la supervivencia, luego de estos 55 años que van durando la mal llamada Revolución.
Lo que dice Raúl Castro en relación a los cambios es desechado de inmediato. La gente está harta de manipulaciones y promesas incumplidas.
“Siempre se las ingenian para salirse con las suyas. No sé si será la suerte o el azar, pero ahí están, disfrutando de la buena vida. Digan lo que digan y hagan lo que hagan, su propósito es permanecer en sus puestos hasta que se mueran. Quien piense lo contrario, está en las nubes. Hay que adaptarse a la realidad. Es lo que nos tocó vivir”, expresa Gilberto, un ingeniero en sistemas de control automático que ejerce otras funciones, sin nada que ver con su perfil profesional, para poder aumentar honorarios.
“En mi tiempo libre, forro colchones a domicilio, relleno fosforeras. Lo que me pagan en la empresa es una bobería. ¿Quién puede vivir con 25 pesos convertibles en Cuba?, agrega.
Los oficios que realiza, desde hace varios años, no cuentan con la licencia para poder ejercerlos. Alega que la verdadera ilegalidad está en las altas tasas tributarias.
Miles de personas practican disimiles labores al margen de la ley arriesgándose a ser penalizados con multas, decomisos y hasta con la cárcel si reinciden en el delito.
Los cubanos que han obtenido permisos para desempeñar algunas de las categorías contempladas dentro del trabajo por cuenta propia, también deben recurrir a todo tipo de subterfugios. La rentabilidad está asociada a la permanente violación de las normas establecidas.
Para Ana, licenciada en enfermería, Raúl Castro es un personaje de la misma calaña que su antecesor. Otro anciano al que no le importa lo que pase más allá de su círculo familiar.
“Es cierto que nos aumentaron el salario, pero sigue siendo insuficiente. Comer tres veces al día como Dios manda es imposible. Tengo la impresión de que nunca vamos a salir de la miseria”, apunta con una tenue inflexión de la voz y acto seguido añade: “A mí hace rato se me acabó la esperanza. Trato de no pensar mucho en los problemas. En definitiva, hay mucha gente en peores condiciones”.
El derrotismo y la desesperanza son fácilmente comprensibles. Son más de 50 años bajo la hegemonía de un partido que criminalizó la disensión y las libertades fundamentales.
La situación no ha cambiado.
Mientras en cámara lenta actualizan el socialismo, los cubanos nos las arreglamos para aligerar cargas, que se tornan más pesadas a causa de las imprecisiones del proceso.
Cada cual se empeña en hacerlo lo mejor posible sobre los restos de sus esperanzas.