MIAMI, Florida, enero, 173.203.82.38 -El día que saliste de Cuba, no importa cuando fue, diste una última mirada a algo o a alguien. Te llevaste una última impresión, no importa la edad que entonces tenías. Con el tiempo elaboraste en tus recuerdos y formaste una cadena de memorias, de impresiones, y hasta de leyendas que derivaron en audaces afirmaciones y negaciones sobre la realidad que habías vivido. A eso se le llama “vivencias”, y las tuyas se acomodaron en tu alma y le dieron un rostro a tu ser invisible y se transformaron en tus palabras y tus ideas sobre las cosas. Finalmente convertiste todo esto en tu “historia personal” de cubano, repleta de anécdotas tuyas, o “robadas al viento”, después de todo que importa. Te fuiste feliz, triste, lleno de esperanza. Alguna cosa buena quedaba atrás y algo bueno sabías que vendría. En algún momento te dijiste: ¡Al fin me voy!
Con todo esto construiste un castillo y lo habitaste. Así comenzó tu vida de exiliado, de inmigrante, de lo que te venga en ganas. Te habían, o te habías, “…tirado a la maroma”, como dice Willy Chirino, y el hecho real es que te esperaba la libertad con todos sus riesgos. Todos necesitamos un lugar seguro para habitar en el difícil y frágil mundo de la mente, para enfrentarnos a las realidades cotidianas y sentir que tenemos un manual para vivir. Y sobre todo que si el pasado tiene un orden o un desorden, o los dos; tenemos una historia que contar que justifica y da sentido a nuestras vidas. Así, ya más tranquilos, podemos enfrentar el incierto futuro.
Así formaste tu realidad existencial con respecto a Cuba. Así formaste la percepción psicológica de donde estás parado en emociones y pensamiento, con respecto no sólo a “la tierra que te vio nacer”, sino a sus raíces y su cultura. Así se cocinó la relación que por muchos años o por el resto de tu vida cargarás como el pobre Sísifo cargaba la piedra a sus espaldas.
Pero el tiempo pasa inexorablemente. Y alguien dijo que nadie se baña dos veces en el mismo rio. Hoy sabemos que la afirmación de los patéticos marxistas de que “la historia se rige por leyes” no es cierta, y que la improvisación de un gobernante o el capricho de un dictador modelan conductas y crean la historia. Hay más verdad en la frase que repetía Forrest Gump: My momma always said, “Life was like a box of chocolates. You never know what you’re gonna get.”, que en miles de libros que abordan el tema.
De todas maneras, con o sin convulsión, con o sin revoluciones, ya sea por las ideas, la economía o la tecnología; los cambios vienen irremediablemente.
Y con el tiempo, hay quienes han cerrado la puerta de sus castillos, clavado sus ventanas, apagado la luces y acostado el perro a dormir. Para ellos Cuba es una foto, una imagen congelada en el pensamiento, un patio, un baile, algunos recuerdos o una calle que posiblemente ya ni existe.
Otros han actualizado sus castillos, de una manera o de otra, se han dado por vencidos. A lo mejor no entienden bien que cosa es Cuba ahora, pero si entienden que no es la que dejaron, y lo entienden con el corazón, que es mucho más difícil. Pero… ¿la que dejaron ?… ¿cuándo?. ¡Cuando haya sido! ¡Qué más da!. La Cuba real hoy, es un experimento sin propósito, nada tiene sentido, todo se resume en reeditar lo que todo el mundo sabe que no funciona. Nadie cree en nada y no hay nada en que creer. A veces llegan noticias que dan cierta esperanza, que después se pierde en la noche oscura del aburrimiento.
Aferrados, indiferentes, distantes, cercanos, elitistas, populistas, abiertos, cerrados, incluyentes, excluyentes, realistas, soñadores, con o sin deseos de regresar, exiliados, inmigrantes, enemigos, disidentes, opositores, todos tenemos una misma distancia con respecto a Cuba: No vivimos allí.
Cuba es un sueño que manejamos a nuestro antojo en nuestras mentes programadas, y mientras jugamos con los sueños, ella sigue allí, en su espacio físico y espiritual, viviendo su propia experiencia; siendo esa entelequia que es todo país: el resultado de la interacción entre cada hombre y su sociedad. Pero esa interacción da vida a un sinfín de mundos paralelos, fantásticos, ocultos o visibles, que se establecen independientes de la sociedad que los estimuló. Son nuevas formas de pensar y de vivir, de hablar, de pintar, de escribir, de soñar y de realizarse como ser humano.
A veces ponemos nuestros ojos solamente en la Cuba oficial y eso nos confunde. La Cuba oficial es una maquinaria oxidada que algún día se desplomará. La Cuba vital está por detrás y por encima, y es la que sobrevivirá a todo y a todos.
Cuba está allí donde está su realidad, y esa realidad cambia constantemente, a pesar del proceso de congelación al que, inútilmente, ha querido someterla un sistema político. Quien la quiera rescatar algún día, primero ha de entenderla como es, porque mientras nosotros hemos vivido nuestras vidas, ella no se ha detenido.
Nos queda cerca y lejos, a veces la sentimos en la piel y a veces la vemos como un cuadro colgado en un museo. Pero no lo dudemos: Cuba es mucho más que todos los cubanos juntos y tiene su propia existencia natural vinculada al Universo. Decía Guillermo Cabrera Infante que la historia, como cosa del tiempo, al fin pasaría, que nuestra verdadera eternidad residía en la geografía.
¿Tu Cuba o mi Cuba? Al final no importa mucho. Cuando alguien, con buena o mala intención, me toca el tema de esa manera, “me voy por la tangente”. Y es que no me interesa esa polémica. Mucho menos me interesan las predicciones o las conclusiones académicas de los famosos “cubanólogos”. Hay tanto que decir que toda conversación quedará inconclusa.
Por eso me quedo con la bella versión de Cabrera Infante: “Ser cubano es haber nacido en Cuba. Ser cubano es ir con Cuba a todas partes. Ser cubano es llevar a Cuba persistentemente en la memoria. Llevamos a Cuba dentro como una música que no escuchamos, como una extraña visión que conocemos de memoria”
Manuel de la Portilla, Ph D, es un psicólogo cubano, residente en Miami desde 1979.