HARRISONBURG, Estados Unidos.- En un artículo publicado el 27 de octubre de 1946 por el Diario de la Marina, su autor, Conde San Juan de Jaruco, afirmó que la génesis de lo que luego sería la primera universidad cubana comenzó cuando el maestro fray Diego Romero visitó La Habana allá por la década de 1670.
Entonces los cubanos que deseaban y podían cursar estudios universitarios tenían que viajar a España o a alguna de las tres universidades existentes en el continente americano, ubicadas en la isla La Española, Perú y México, con altos gastos económicos y el añadido representado por el peligro de sufrir las acciones violentas ejecutadas por corsarios y piratas.
Encumbradas familias habaneras pidieron al religioso que intercediera ante las autoridades eclesiásticas de Roma para crear una universidad en La Habana. Esa misma intención ya había sido expuesta por estas familias ante el Ayuntamiento habanero, ante el capitán general Gregorio Cuazo Calderón y el Obispo Jerónimo Valdés en lo que pudiera calificarse como la primera acción de cabildeo político con ese propósito.
Sin embargo, tuvieron que transcurrir 51 años para que ese anhelo fuera más que una esperanza, pues no fue hasta el 12 de septiembre de 1721 que se emitió la Bula pontificia de su Santidad el Papa Inocencio XIII, que autorizaba la creación de ese alto centro docente. Siete años más tarde el rey Felipe V de Borbón ratificó su creación mediante real cédula a través del Consejo de Indias.
Fue así que el 5 de enero de 1728, hace hoy 295 años, se fundó en La Habana la primera universidad cubana bajo el control de la Orden de los Dominicos con el nombre de Universidad Real y Pontificia de San Gerónimo de La Habana, que en sus inicios contó con cinco cátedras, las de Medicina, Teología, Sagrados Cánones, Leyes y la llamada Facultad Menor o Bachillerato en Artes.
Iniciada bajo la égida de un férreo escolasticismo, la Universidad Real y Pontificia de San Gerónimo de La Habana recibió su primera renovación docente significativa más de sesenta años después de su fundación, cuando en 1790 el sabio Don Tomás Romay, el Padre José Agustín Caballero y la Sociedad Patriótica de Amigos del País variaron los programas de estudio de la carrera de Medicina al introducir nuevas asignaturas como Botánica, Anatomía Práctica y Ciencias clínicas y tratar de iniciar a los estudiantes en la práctica de la clínica médica, la terapéutica, la obstetricia y la cirugía, acciones que podían realizar en el hospital de San Ambrosio, ubicado en las calles de San Isidro y Picota.
A pesar de esas intenciones renovadoras la información que consta al respecto confirma que continuó predominando la enseñanza teórica en esa carrera, pues luego de graduados los estudiantes debían permanecer dos años bajo la tutela de un médico para poder obtener el título de Licenciado y luego ejercer.
Y conste que entonces no todo el que lo deseara podía ir a la universidad, pues era requisito indispensable hacer la solicitud y acreditar fehacientemente que el solicitante era conocido por sus buenas costumbres y “por la limpieza de su sangre”, frase que tomamos del artículo publicado por el Conde San Juan de Jaruco.
La Universidad Real y Pontificia San Gerónimo de La Habana se mantuvo bajo el control de los dominicos hasta 1824, año en que cerraron varias de las cátedras mencionadas debido a que existía la certeza de que la Orden religiosa iba a dejar de existir en España y en sus colonias. Fue así como ese año surgió la Real y Literaria Universidad de La Habana, aunque la información al respecto es contradictoria.
Según un artículo publicado en Wikipedia con el título “La universidad de La Habana” —en el que se asegura erróneamente que esta fue fundada el 19 de enero de 1719— el carácter laico de la alta casa de estudios no se hizo realidad hasta 1850, año en que se afianza en esa institución la opción por una enseñanza vinculada a la ciencia y el racionalismo por encima del pensamiento escolástico que había prevalecido hasta entonces y al cual se enfrentó tempranamente Félix Varela. Sin embargo, otras fuentes certifican que ese carácter laico comenzó en 1824.
La nueva sede de la universidad
En el año 1902 comenzó el traslado de la sede universitaria habanera para la colina Aróstegui, en el barrio de El Vedado.
Allí se construyeron los edificios de arquitectura neoclásica con su imponente escalinata de 88 niveles en cuya cima se halla la escultura conocida como “Alma Mater”, obra del artista checo Mario Joseph Korbel.
Se afirma que el artista tomó como modelo el rostro de la joven Feliciana Villalón y Wilson, quien entonces tenía 16 años. Sin embargo, para el cuerpo tomó como referencia el de una hermosa criolla mestiza cuyo nombre se desconoce.
La construcción de esta obra artística comenzó en 1919 y terminó al año siguiente. Inicialmente estuvo situada en la plaza Ignacio Agramonte hasta que en 1927 fue ubicada en su lugar actual.
295 años después
Acorde con el papel que le corresponde jugar a la juventud la universidad habanera, fue un baluarte revolucionario durante toda la historia republicana. Líderes de la talla de Julio Antonio Mella, Raúl Roa, Ramón Grau y José Antonio Echeverría dejaron su impronta en el recinto universitario.
Luego de las reformas surgidas en la enseñanza universitaria continental y el logro de su autonomía, la Universidad de La Habana se convirtió en un foco de expansión de la cultura y propulsor de las ideas más avanzadas.
Todo ese empuje renovador quedó truncado con el advenimiento del castrismo, que también logró introducir sus mecanismos de control en esa enseñanza, privándola de su autonomía. Líderes como Pedro Luis Boitel pagaron con su vida la osadía de enfrentarse a la nueva dictadura emergente.
Hoy las universidades cubanas son emporios de conservadurismo al servicio de una ideología decadente y frustrante. El espíritu renovador que debería ser su signo distintivo no existe. Las expresiones aisladas de disidencia son sancionadas severamente dentro y fuera de la alta casa de estudios.
Como si no hubieran pasado casi tres siglos desde la fundación de la primera universidad cubana, hoy la enseñanza universitaria en nuestro país está aherrojada por un nuevo escolasticismo, esta vez de corte ideológico.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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