LA HABANA, Cuba. – Ketty Méndez Molina, una madre cubana que desde hace 15 años sufre el acoso de las autoridades por exigir atención médica especializada y mejores condiciones de vida para su hija, ahora padece en carne propia las deficiencias del sistema de Salud Pública cubano.
Después de realizar todas las gestiones posibles para descubrir las causas que le provocan vómitos, náuseas y fuertes dolores, Méndez Molina solo ha encontrado la falta de recursos del sistema cubano de Salud Pública.
El pasado 14 de marzo, la mujer sufrió un colapso por el incremento de sus niveles de glucosa en sangre y tuvo que ser trasladada de urgencia al policlínico Betancourt Neninger, de Alamar, donde permaneció cerca de 12 horas en observación.
Pero los síntomas comenzaron un año atrás y reaparecen cada dos o tres meses. Esos malestares le provocan un dolor insoportable que se ramifica por sus extremidades, además de falta de aire, rigidez y fiebre permanente.
“No hay un diagnóstico, no hay un estudio, no hay un chequeo, no hay nada; y ya no sé qué voy hacer porque llevo varios días así, abandonada, a la deriva. Cada vez que voy al médico y le cuento todo lo que estoy sintiendo, dicen que no tienen recursos y empiezan a adivinar que si es esto, que si es lo otro; o toma esto, toma esto otro. Yo necesito un ingreso, un estudio, necesito que investiguen qué es lo que tengo, porque no es normal”, reclama Méndez Molina.
Meses atrás un clínico la atendió debido a su diabetes. Primero le recetó metformina, un fármaco de aplicación oral que en poco tiempo le generó una úlcera gástrica. Tras la suspensión del tratamiento comenzó a tomar glibenclamida, también sin éxito. Como última opción, el especialista le indicó glimepirida, un medicamento que desde hace algún tiempo no se expende en las farmacias del país.
“Le dije que como quiera me lo mandara, que yo vería la manera de resolverlo. Por suerte unos hermanos del exilio me lo pudieron enviar y más o menos resuelvo, porque tampoco me resulta muy efectivo. En esta potencia médica tampoco hay medicamentos, así que no hay otra cosa que me puedan mandar”, dijo Méndez Molina.
De acuerdo con la entrevistada, el estrés que le genera el acoso policial debido a sus críticas contra el régimen puede ser uno de los desencadenantes de su actual condición de salud. Dado el caso de su hija, Jennifer Larrea Méndez, de 24 años, quien sufre de autismo, anemia y de un hongo llamado candidiasis albicans intestinal, en los últimos años Méndez Molina se ha convertido, desde las redes sociales, en una de las voces más críticas del régimen y sus dirigentes.
A mediados de diciembre de 2020, el periodista oficialista Humberto López utilizó sus publicaciones de Facebook en la emisión estelar del Noticiero Nacional de Televisión (NTV) para presentarla como promotora de protestas en la capital contra un grupo de medidas que el Gobierno había puesto en marcha.
Pocos días después fue apresada en plena vía pública, en el reparto Alamar, mientras se dirigía a su vivienda.
“Yo era una persona sana, todo tiene que ver con lo mismo, con la persecución de la Policía que orientada por la Seguridad del Estado pone patrullas en los bajos del edificio para que no pueda salir ni nadie pueda venir a verme. Es una situación extenuante, de desgaste. Eso fue lo que desencadenó primero la diabetes; luego ha venido todo lo demás”, lamentó.
Debido a su diabetes, Méndez Molina debe mantener una dieta que es difícil de cumplir en el actual contexto de inflación de los precios y escasez de productos alimenticios. Por prescripción médica no debe comer nada que contenga gluten, harina de trigo, dulce ni grasas.
Según considera, la mala alimentación también contribuye al deterioro de su estado de salud.
“Para ser sincera, amanezco y si lo único que hay para desayunar es pan, pues no desayuno. Si llega el almuerzo y lo único que hay para almorzar es un pan, pues no almuerzo. El arroz es una sola vez al día. Cuando hay me como una frutica; a veces mi hija me la reclama y se la tengo que dejar porque no hay leche y algo tengo que darle. Así paso los días enteros”, cuenta.
Coincidentemente, el día que el clínico le otorgó una dieta el Gobierno suspendió la distribución de leche porque el producto pasó a la lista de alimentos en falta. Su hija tampoco recibe leche, sino solo unas pocas libras de pollo que alcanzan para los primeros días del mes.
Mientras los servicios de la salud pública son deficientes, Méndez Medina resalta que las clínicas para extranjeros cuentan con recursos y condiciones de primera calidad. Luego de 15 años exigiendo atención médica especializada para su hija, finalmente fue en uno de esos institutos médicos donde encontró un gastroenterólogo que por 50 dólares consultará a la muchacha.
“Es un médico graduado por la Revolución, con principios e ideales humanitarios y, este médico, que también tiene hambre, me tiene que cobrar 50 dólares para curar a mi hija. No sabe quién soy ni dónde vivo, es solo llegar, pagarle, tomar el papel y hacer el análisis. Ni siquiera puedo darle el nombre de mi hija porque no tiene derecho a entrar allí. Ese lugar es solo para los de la cúpula y extranjeros, y mi hija es una cubana de a pie más, una muerta de hambre, una niña discapacitada abandonada por todos los sectores de este país”, lamentó.
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