VILLA CLARA.- Cerca de veinte personas se reconocen como “transgéneros” en la ciudad de Placetas, al centro de Cuba, según reportes de una asociación local de activistas que colaboró en enero pasado con una encuesta de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei).
Placetas LGBTI se denomina este grupo de activistas que colabora con el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y también ha trabajado durante los últimos años en la asistencia a las trans, al grupo más vulnerable de la población LGBTI.
“Osmany me llevó para su casa, al menos ahí tuve comida y empecé a dejar la calle”, cuenta Cintia, ex prostituta que vive en el barrio de Jacinto, uno de los más precarios de la ciudad.
Líder de Placetas LGBTI, Osmany también es un trabajador por cuenta propia que se dedica a reparar artículos menores en su casa.
“Nunca los hombres nos van a dar a nosotros lo que le dan a una mujer”, asegura Cintia. “Los mismos clientes te degradan y te dicen, no, porque para pagarte tanto a ti, le pago tanto a una mujer”.
Como tantas trans de la ciudad, Cintia aprovechó el auge de los pequeños negocios privados para dejar las calles y mejorar su nivel de vida. Lo mismo hizo La Mumi. Ambas son transgéneros, ex prostitutas, y vinieron a Placetas desde zonas suburbanas o francamente rurales.
Malú vive más cerca del centro de la ciudad y también cose pantalones para un conocido empresario privado, el mismo empleador que sostiene un taller de costura atendido por gais y trans en el barrio de Jacinto.
“Hago pantalones y hasta ahora puedo vivir, me va muy bien”, explica Malú mientras pedalea en la sala de su casa. “Ser trans es muy duro en una sociedad tan machista, pero me siento respetada por mis vecinos”.
Entre paredes sin terminar, Cintia colocó butacas y lámparas. El callejón de Jacinto es “un asentamiento periférico, precario, ilegal, con trescientas personas”, dice un expediente de la Dirección Municipal de Planificación Física de Placetas.
“Había noches que no hacía nada, noches que yo me echaba a reír porque tenía un amiguito que me decía, Dios mío, no aparece nadie ni con diez pesos para comerme una pizza, recuerda Cintia. “Placetas no es un pueblo para prostituirse, es un pueblo muerto de hambre”.
Acaso por eso no echa de menos su trabajo como prostituta. Todas las comunidades que tiene ahora proceden de la costura. “Cuando empecé a coser y a trabajar, trabajar, mis días se convirtieron en eso. No tenía nada y dije que tenía que tener algo”.
Yunier, gay, pedalea en el taller que tienen a la entrada del barrio y parece un centro comunitario. Es un sitio de reunión para quienes pasan y ahí comparte el espacio con La Mumi.
“Empecé a coser hace como nueve años”, dice. “Le daba una patada a la máquina y tenía diez dólares en la mano, ahora ha bajado bastante la costura”.
“Primero cosí un pantalocito de niño y estaba a treinta y cinco pesos, ahora está a quince”, calcula Cintia. Rosiel, su marido, cree que hay mucha ropa de factura industrial a la venta y eso ha hecho bajar los precios.
Sin embargo, Yunier supone que pagan menos porque subió el precio de la mezclilla: “La compran todavía, pero nosotros pagamos la diferencia”.
“A pesar de eso, todos los costureros de él hemos prosperado”, concluye Cintia.
El derecho al empleo aún queda pendiente para las trans en Cuba
A pesar de las estrategias de Cenesex para la inserción social de transexuales, impulsada por la diputada Mariela Castro, hija del principal líder político del país, todavía este sector de la comunidad LGBTI carece de garantías de igualdad para acceder al empleo.
“Si te ven vestida de mujer es probable que digan, sin pensarlo mucho, que no hay trabajo”, dice Mildrey, trans de Sagua la Grande que se ha desempeñado como asistente en el hogar de ancianos Carmen Ribalta.
“También pasa que algunos pacientes no quieren que los atiendas porque eres travesti”; le cuenta a Cubanet.
Yordany, que trabaja en el mismo asilo, no ha tenido problemas por su imagen. Sin embargo, reconoce la dificultad de hallar empleo. “Cuesta un poco y la oferta no pasa de auxiliar de limpieza. No te quieren de recepcionista ni secretaria”.
Andy, técnica en enfermería, prefirió prostituirse. “Apenas da para comer, pero te sientes dueña de ti misma, nadie dice cómo debes verte”, confiesa.
Mariela Castro dedicó su tesis de doctorado precisamente a la “inserción social” de personas trans y en 2014 fue la única parlamentaria que votó en contra del proyecto de Código de Trabajo porque omitía la identidad de género entre las razones para no discriminar en los espacios laborales cubanos.
Como parte de la reforma constitucional que se lleva a cabo en la isla, se conoció la pasada semana que la nueva carta magna prohibirá finalmente esta forma de discriminación.