LA HABANA, Cuba. — Cuando se habla de aquel fenómeno estético que el crítico uruguayo Luis Camnitzer definió como “Renacimiento del Arte Cubano” en la década de 1980, es imposible no referirse a la obra de Tomás Esson, inscrita en los difíciles años de la caída del campo socialista y el comienzo del llamado “Período Especial”.
Graduado del Instituto Superior de Arte en 1987, su obra conoció tempranamente la censura, comenzando por su muestra personal “A tarro partido II”, que fue clausurada diez horas después de su inauguración en la galería 23 y 12 del Vedado habanero, en enero de 1988. Un año más tarde reavivaría la polémica con la muestra titulada “Patria o Muerte”, incluida en el Proyecto Castillo de la Fuerza.
Debido a los desencuentros con los gendarmes de la política cultural, Esson decidió emigrar a Estados Unidos en 1990. El humor grotesco, el imaginario sexual y la caricatura política han sido utilizados por el artista para criticar las muchas fallas del proceso revolucionario; razón por la cual fue confinado a la zona de silencio, un ostracismo que se mantiene en la actualidad. El inquietante amasijo de símbolos, criaturas amorfas, motivos del kitsch popular y figuras de héroes canonizados por la propaganda revolucionaria, desafiaba la tolerancia de las autoridades hacia ese arte nuevo protagonizado por jóvenes más interesados en cuestionar el secuestro de la nación, la cultura y la identidad, que en satisfacer la demanda de pleitesía por parte del poder.
Esson era demasiado mordaz, burlón y disidente para un proceso político a punto de estrellarse. Fuera de la isla, sus temáticas adquirieron una dimensión más amplia, filosófica si se quiere, donde la relación entre el arte y la vida ha sido una constante. Dentro de su producción estética pueden delimitarse períodos creativos que se identifican con las ciudades donde ha vivido y trabajado: La Habana, Nueva York y Miami.
Entre sus obras más representativas figuran: “Mi homenaje al Che” (1987) y la serie Wet Paintings, realizada en Nueva York. El Museo de Arte Cubano de La Habana solo mantiene en exhibición su obra “La gallina del tutú rosado” (1987), en la cual —según varias fuentes— originalmente aparecía la figura del Che Guevara cabalgando al ave. La pieza habría sido modificada sin consentimiento del artista antes de ser exhibida al público.