Tercera edad, el ocaso al que temen los jóvenes en Cuba

LA HABANA, Cuba.- Llegar a la vejez y residir en el país son dos cosas que para los jóvenes cubanos no van de la mano, o al menos no mientras el tránsito por la tercera edad implique lidiar con un contexto económicamente precario, según respondieron a CubaNet varios jóvenes entrevistados en La Habana.
“Si puedo me voy, tendrían que cambiar muchas cosas para quedarme”, comentó Amílcar Galindo Rodríguez, con la mirada hundida en el suelo y los brazos entrecruzados a la altura del tórax. El joven, de 19 años, reflexiona que “aquí los viejos pasan demasiado trabajo”.
La esperanza de vida a nivel mundial se sitúa en los 72 años (75 para las mujeres y 70 para los hombres), pero el indicador refleja que la vida de los cubanos es un poco más extensa que la media: 78.45 años como promedio, y de manera individual 80,45 años las mujeres y los hombres 76.5 años. Sin embargo, la posibilidad de lograr una longevidad mayor que otras nacionalidades desentona con la baja calidad de vida que enfrentan los adultos mayores de la Isla, donde José Luis Rodríguez, Premio Nacional de Economía (2019) y de Ciencias Sociales (2021), afirma que más de 800 mil jubilados (poco más de la mitad) cobran la pensión mínima establecida (1 528 pesos).
“Trabajas 30 años y no garantizas nada, después de todo ese tiempo si no te vuelves mago el hambre te mata”, planteó Kevin Gutiérrez Urrutia, quien se mira en el espejo de otros ancianos y teme pasar sus últimos años como buzo en los basureros capitalinos, recogiendo latas y otros tiestos de interés para la Empresa de Materias Primas.
Cuba es el país más envejecido de América Latina. Según datos oficiales, en 2021 el 21.3 % de la población alcanzó los 60 años y para el 2050 se prevé que el 30 % arribe a esa edad.
El negativo fenómeno demográfico se desprende, principalmente, del incremento de la esperanza de vida en contraposición a la disminución de las tasas de mortalidad, natalidad y fecundidad, así como el aumento acelerado de la emigración.
Yasmani Ortega Falcón, un exestudiante de medicina que abandonó la carrera porque el Gobierno regula al personal de Salud, precisó que a los 60 años comienza a manifestarse el deterioro físico y cognitivo en las personas, y a los 78 se arriba al crepúsculo de la vida debido a que empiezan a fallar los órganos.
“El tiempo de vida después de la jubilación (65 los hombres y 60 las mujeres) es corto, por eso debe ser el de mejor calidad. Prefiero que me coma Pepe —los tiburones— antes que envejecer aquí”, refirió Ortega en alusión a la posibilidad de intentar abandonar el país por la vía marítima, como último recurso para emigrar.
Otros entrevistados sacaron a relucir que las pensiones son insuficientes para costear necesidades básicas como alimentación y medicamentos, a pesar que muchas personas se jubilan en calidad de profesionales. En tal sentido, Gisela Mastrapa Peralta, una joven de 16 años, resaltó que su abuela fue pedagoga durante 35 años, tiempo en el cual concluyó una maestría, varios postgrados y ocupó cargos de dirección en centros docentes de la capital. Su último salario ascendía a más de 6 mil pesos, pero en junio de 2021 se jubiló con una pensión de 2 400 pesos.
“Ahora vende cucuruchos de maní y unos caramelos que hace. Mi mamá y mi tío también la ayudan, pero es triste, no vale la pena sacrificarse tanto en este país. Lo mejor es irse y aprovechar la juventud, para que la vejez no te sorprenda con una mano delante y la otra detrás”, dijo la muchacha.
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