LA HABANA, Cuba.- El servidor internacional de listas de correos [email protected], réplica del par interno conocido como [email protected], del Ministerio de Cultura de Cuba, ha recibido esta semana una breve pero contundente advertencia escrita por el eminente historiador e intelectual socialista chileno Alejandro Witker Velásquez (1933), en la cual reitera su disgusto por la indiferencia que sus quejas han recibido.
Witker Velásquez, fundador del Partido Socialista en Chile, viejo amigo del país y ex preso político torturado durante la dictadura de Pinochet, lo que lo obligó a exiliarse en México por muchos años, escribió molesto pues el portal oficialista cubano le ha bombardeado por demasiado tiempo su buzón de correo con la letanía de una propaganda insufrible.
Tal vez creyendo que el “Sr. Pica” correspondía a un nombre físico y no a un yerbajo en forma de seudónimo que produce urticarias y pruritos incontenibles, es que el profesor redactó lo que aquí adjunto:
“Señor Pica, desde hace bastante tiempo vengo recibiendo diversos materiales suscritos por usted, sobre la dictadura cubana. Le ruego evitarme el desagrado de borrarlos de inmediato, por cuanto, como víctima que fui de la dictadura de Pinochet, me cargan todos los dictadores sean de izquierda o de derecha. Espero no recibir más estas comunicaciones”.
El hartazgo personal le ha llegado al erudito, porque se percibe que el personal encargado de “dar baja” o revisar periódica y oportunamente las detenciones de envíos masivos a medio mundo ̶ misión del departamento ideológico del CC del PCC ̶ , carece del recurso tecnológico adecuado, la energía imprescindible a la hora del borrado, o la intencionalidad real de librar al receptor de recibir semejantes boludeces.
Witker Velásquez es hoy Director del Taller de Cultura Regional en la revista autóctona “Quinchamalí” (de Artes Letras y Sociedad en la Universidad del Bío-Bío en Chillán), pero antes ha escrito 25 libros y obtuvo el título de Doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Entre decenas de distinciones y becas recibidas ̶ incluida una de la UNESCO ̶ , cuenta con el Premio de Ensayo “Casa de Las Américas” en 1976, por su obra Los trabajos y los días de Recabarren.
Por declaraciones recientes del chileno sobre esa lógica mirada introspectiva que obligó a muchos escritores e intelectuales de izquierda a revisarse los postulados, entonces inamovibles, se deduce que pasó del ensueño aletargado al despertar irremediable bajo el mismo balde de agua fría que lanzaron al uruguayo Eduardo Galeano.
En su último documental “A.W.: el afán incansable”, en el que relata su labor cual difusor de valores culturales y antropológicos en importantes y diversas provincias de su país, varios políticos y académicos construyeron un retrato de su personalidad y vida.
El homenajeado se ungió a sí mismo de la siguiente manera: “A mis amigos y colaboradores cercanos de hoy, con el recuerdo de tantos colaboradores y amigos que ya no están, para todos va el testimonio de una vida comprometida con nobles propósitos. Gracias a todos, porque con todos he llegado a ser lo que soy”.
Obvio pues que a alguien de su estatura y años vividos le perturbe perder tiempo hoy leyendo ditirambos descocados.
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