LA HABANA, Cuba.- El pasado viernes se presentó en La Habana el número 21 de la revista Voces. Con este número termina un ciclo editorial de la revista, ya que sus fundadores, Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar, anunciaron que iban a ocuparse de un nuevo proyecto, un periódico digital, hecho desde Cuba. Voces ya puede irse –quizás por un tiempo, o para siempre–, pues como dijo Sánchez, jocosamente, el 21marca la mayoría de edad en muchos países.
La revista comienza con un “pasatiempo” deportivo, que ofrece tres noticias sobre la actualidad del fútbol cubano, y lo invita a descifrar cuáles son verdaderas y cuáles no, con buena dosis de humor y de ficción.
En “Bovary”, Raúl Flores identifica a la “literatura nacional (¿nacionalista?)”, con la heroína de Flaubert, la cual se suicida por los conflictos de un provincianismo, que convierte el aislamiento en virtud, y el ideocentrismo en fortaleza. La “literatura popular” y “comprometida” es una vieja letanía, que usan las instituciones del Estado para discriminar libros y autores, y jugar en terreno seguro. Afuera queda todo lo incómodo: la diáspora, lo nuevo, lo sospechoso.
El cuento de Eduardo Frías Etayo, “El castillo es un edificio”, nos recuerda que la fantasía puede ser la visión más amplia de lo real, y un concepto no abarca todas las figuras de un símbolo, sobre todo si es infantil.
Daniel Díaz Mantilla se recuesta junto al pedestal de Roberto Bolaño para contarnos sobre las trampas de esa “fascinación” intelectual, que suele colocar a los espíritus rebeldes en esos nichos de la academia, y así, al consagrarlos, los desnaturaliza. En verdad, no quiere escribir “contra Bolaño”, sino “ponerlo en perspectiva”, ahora que, después de muerto, empieza a verse como una “vaca sagrada”. Sus reflexiones pudieran ser el esquema general o el prólogo de un ensayo mayor, que aborde más la humanidad de ese escritor.
“Amanece en la catedral” evoca la visita de una pareja a la Catedral de La Habana. La plaza vacía parece el marco de una historia de amor en ciernes, o el inicio de un fatal desencuentro. Azucena Plasencia dibuja sólo una estampa, como una postal antigua, con dedicatoria legible al dorso.
A continuación, se presenta un dossier sobre el grupo de intelectuales que estuvieron vinculados a la revista Orígenes. Pablo de Cuba pretende mostrar que la poética de Lorenzo García Vega fue la menos origenista de todas, y que en sus libros Los años de Orígenes y El oficio de perder, el poeta exiliado, de tendencia “minimalista”, construyó un laberinto para exorcizar el fantasma de su maestro, Lezama Lima.
Luego se incluyen varios poemas. Y si Fina García Marruz canta la renovación de la fe cristiana, en los albores de un año nuevo (“Mañana de enero”), Eliseo Diego cree que la luna contempla a veces “El horror” del mundo. Y en su lira, Justo Rodríguez Santos busca reunirse con un alma “inmaculada”, “En los brazos azules de la muerte”.
De Lezama aparece el quinto de los “Sonetos a Muchkine”, y de Virgilio Piñera su “Tesis del gabinete azul”. Prosigue la galería de poetas: Ángel Gastelu (“Soneto”), CintioVitier (“Arte poética”), Gastón Baquero, con un fragmento de “Canta la alondra en las puertas del cielo”, Octavio Smith (“Elegía cuarta”), y por último, Lorenzo García Vega (“Ángeles empañados”).
De vuelta a la prosa, contrasta el optimismo de AleagaPesant, quien, echando a volar su agenda ideal de transición política, vaticina que “el año 2020 será de alta inestabilidad social en Cuba”, con el cuento de Barrenechea, “Una larga vida con sentido”, donde un viejo jubilado sólo puede esperar del futuro que su miseria fluya a través de una rutina, quea veces alivien los recuerdos.
En su crónica del “Des-concierto”, Regina Coyula actualiza la disyuntiva que han debido enfrentar los artistas cubanos durante los últimos años: el yugo o la estrella, como dijera Martí.
Esta vez, continúa la serie de Crónicas Pink, de Nonardo Perea. Si la anterior (del número 19) abordó el tema de los sueños, ésta centra su atención en las “Fobias”, y sobre todo en una, “la fobia de la imposibilidad”, que conduce a la frustración, y puede derivar en otra, más general: “la futurofobia”.
Cerrando casi la revista, se ubican los testimonios de dos cubanos, que publicaron en Voces, y ahora viven fuera: Alfredo Fernández, y Orlando Luis Pardo. Fernández, quien reside en Ecuador, se pregunta, viendo a los cubanos que trabajan en esa nación, si “¿Puede una isla perseguir a sus habitantes?”, al punto que deban cargarla como una cruz, o si es posible escapar de ella, cortando poco a poco esa “maldita sombra isleña”, que le “atraviesa los sueños”.
Desde otro horizonte, Pardo Lazo cuenta sus aventuras y nuevas percepciones a través de los Estados Unidos. Parece un niño, descubriendo la grandeza del mundo, o un loco lúcido, que lleva sus memorias a cuestas. Afirma que no extraña “ni un poco a Cuba”, y a la vez, descubre que su Cuba se proyecta donde quiera que va.
K.S.Ll. narra las experiencias de una adolescente, que recién llegada a los Estados Unidos, les escribe un e-mail a sus amigas (las que dejó en su país de origen), para contarle su “1er. día de college”.
“Una vez más el absurdo. Otra vez el perdón”, relata un pequeño despertar de la consciencia, una vez que Luis Pérez de Castro, defraudado ante la imposibilidad de conciliar la realidad de una tienda en CUC y el discurso político de Marino Murillo, invoca el perdón.
También se reproduce una carta de agosto de 1994 –titulada aquí, por su contenido implícito, “Carta del desespero”–, que fue escrita por una mujer de La Habana al Cónsul de México en Cuba, a fin de que le ayudase a encontrar una rama perdida de su familia, que vive supuestamente en Yucatán, y así emigrar con toda su familia hacia el país azteca. Se adjunta la respuesta del Cónsul.
Por último, Voces 21 se despide con cuatro poemas de Juan Carlos Flores, que pertenecen a su poemario Vegas Town.