MIAMI, Estados Unidos.- Qassem Soleimani, el brazo implacable del ayatollah Alí Khamenei y uno de los altos mandos iraníes que murieron este jueves en un bombardeo en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad era el jefe de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés) –recientemente declarada organización terrorista por los Estados Unidos– y comandante de las Fuerzas Al Quds, el cuerpo de élite que opera en el exterior, de acuerdo a un informe publicado este viernes por Infobae.
Soleimani comenzó a sobresalir en 1979 en la Guardia Revolucionaria Islámica, pese a su nula formación militar, y “llamó la atención de sus superiores cuando participó en el aplastamiento de una rebelión kurda en el norte de Irán. Fue ascendido a teniente y le ofrecieron liderar una unidad de la IRGC en Kerman, su provincia natal”, a lo que aceptó.
El ambicioso militar iraní formó parte de la guerra contra Irak en 1980 y en el campo de batalla condujo a una fuerza de élite: la 41 División Sarollah. Sin embargo, “su coronación más sonada sería hacia finales de 1997, cuando fue nombrado comandante de las Fuerzas Quds. Tendría como misión radicalizar el mundo con el mensaje de la Revolución Islámica. Ese peregrinaje no sería amistoso, sino a golpe de terrorismo. Como supremo de la IRGC, su poder se multiplicó, siempre leal a Khamenei, para quien su discípulo es un ‘mártir viviente’”.
De acuerdo al extenso informe de Infobae sobre el militar, muerto en la noche de este jueves por orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a partir de 2003 Soleimani actuó como el nexo para entrenar y armar a las milicias chiitas en Irak durante la invasión norteamericana y la caída de Saddam Hussein.
“Sus ataques contra las tropas aliadas fueron continuas y sangrientas. Esta vez, con la nación sumergida en un caos, eran los iraníes quienes hacían pie en el país vecino y comenzaban a trazar un plan mayor para su conquista. Luego de décadas, los chiitas locales comenzaban a tomar fuerza. Conjuntamente con esa fuerza llegaron los excesos contra la población sunita”.
Qassem Soleimani fue el mentor de la defensa de Irán y de su expansión imperial en el extranjero, sobre todo en Irak, Siria, el Líbano y Yemen, desde donde interfería en la estabilidad de la península arábiga y sus enemigos los saudíes.
El militar fue sancionado incluso por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por apoyar el fundamentalismo y vender armas en el extranjero.
Soleimani podía lanzar amenazas y ultimátums sin pedir permiso a su jefe de estado formal, Hasan Rohani: “Puedes comenzar la guerra, pero nosotros seremos los que determinaremos su final”, le advirtió a Donald Trump hace apenas unos meses.
Así mismo, percibió la debilidad del régimen de Bashar al Assad y volcó los intereses de Teherán en el desmembrado país. Luego convocó a los rusos y ambos se quedaron con el control de la nación.
Por su parte, comenzó a aflorar el descontento por el poder y los beneficios solo en algunos sectores. “El poderío militar de la Guardia Revolucionaria Islámica –y el de su jefe máximo– es tan amplio que con él controlaba la economía, el sector bancario, de la energía y la construcción. Sumados los ciberataques”, reza la nota de Infobae.
Qassem Soleimani también controlaba las cárceles y lo hacía a través de alguien que creció en su misma casa en las montañas sureñas de Kerman: su hermano menor, Sohrab Soleimani, encargado de la Seguridad y Cumplimiento de la Ley de la Organización de Prisiones del Estado.
“Con las Fuerzas Quds, el general dirigía al Partido de Dios, Hamas y la Jihad Islámica Palestina y Kataeb Hezbollah, una fuerza terrorista chiíta con gran presencia en Irak. También era un gran aportante de los talibanes en Afganistán, y a todos les brindó entrenamiento, armas y dinero”.
“Su compromiso con Hezbollah era tal, que Soleimani fue uno de los últimos en ver con vida al jefe de inteligencia de la organización armada, Imad Mughniyeh, quien fuera ultimado en 2008. Un drone capturó las imágenes de ambos sonriendo y abrazados unos meses antes, pero en ese momento se decidió dejar con vida al militar iraní. Semanas después, el libanés moriría tras estallar un coche bomba. Irónico, con esa arma había perpetrado varios de sus atentados en el mundo: la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992 y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994 en la misma capital”.
Qassem Soleimani fue el responsable además de uno de los mayores ataques en Beirut, en 1983, contra un cuartel en el que murieron 241 infantes de marina de los Estados Unidos y 58 paracaidistas franceses.
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