CIUDAD JUÁREZ, México. – En la habitación de Mariam de las Salas Formigo, en Los Pinos, La Habana, hay un peluche jovial, Magira, que acompaña a los padres de esta joven de 21 años desde que decidió salir de Cuba. Es una pantera negra con la que desde niña comenzó a soñar.
Un día el sueño se convirtió en residir en Cancún, México. Con su pareja Manuel Eduardo Becerra Martín, de 29. Habían obtenido el refugio o asilo y el lunes 11 de noviembre tenían en aquella ciudad, con una incipiente migración cubana, su cita para recibir su residencia temporal mexicana.
La víspera de su gran esperanza, el domingo, Alexander, pescador, decidió no salir a la mar. El padre de Mariam se sentía inquieto: no tenían noticias de la pareja que se mudaba ese mismo día a Cancún. La última vez que hablaron con ellos fue a la 1 de la madrugada del sábado al domingo 10 de noviembre, la medianoche en el estado de Tabasco. Y en ellos sólo había sueños varados en México.
En el hogar de la mamá de Manuel Eduardo en Managua, La Habana comenzaron a extrañar sus mensajes amorosos cada veinte minutos. Tania Martín Vasconcelos intentaba calmar a su madre, de 74 años, esperando que las horas pasaran y con ellas vinieran los rayos de luz y la alegría contagiosa de quien adoraba reír.
En un pequeño cuarto en Tenosique -a unos 20 kilómetros de la frontera con Petén (Guatemala)- la joven pareja cubana trazaba su futuro. Desde hace mes y medio lo compartían con otro cubano, llamado Fredy que se encontraba en situación irregular en México y al que ayudaron cuando lo conocieron en Tabasco. Desde hace poco tiempo, estaba también su mujer, recién llegada.
El día anterior, Mariam y Manuel Eduardo habían recibido un préstamo de 10 mil dólares, según fuentes consultadas en la investigación periodística realizada por CubaNet. Los intentaron guardar bien. Pensaban viajar a Cancún y establecerse en la ciudad.
El domingo, en el que tomaban el autobús directo hacia el turístico enclave mexicano del estado de Quintana Roo, ellos no salieron. Lo que comenzó a salir poco a poco del cuarto que compartían fue un fuerte olor. Ninguno de los otros inquilinos de la casa de huéspedes en la que se alojaban se inmutó.
Asaltados y asesinados brutalmente
Dos cadáveres: arrojados en una colchoneta. Las huellas de los crímenes, borradas.
En la habitación no hay nada: no están sus identificaciones, sus credenciales, sus pasaportes, sus teléfonos.
Sin rastro del dinero, ni del cuchillo con el que se realizaron los crímenes, según datos confirmados a CubaNet por los investigadores de la Fiscalía General del Estado (FGE) de Tabasco. Tampoco se sabe nada de la otra pareja de cubanos que vivía en la recámara, de los que se desconocen las identidades y su paradero. Sólo se sabe que él se llamaba Fredy.
Es martes 12 de noviembre y las autoridades han acudido a este domicilio de la colonia Luis Gómez Zepeda. En esta zona de Tenosique, miles de inmigrantes están de paso hacia su sueño estadounidense o se han quedado estancados por las medidas restrictivas de asilo político de la administración del presidente Donald Trump.
La policía de México recibió, unas tres horas antes, una llamada de alerta de un amigo de la pareja asesinada, que fue contactado desde Cuba por los padres alarmados de Mariam. Cuatro días sin sus noticias, intentando averiguar quién pudiera localizarlos o tener contacto con ellos.
Una cortada mortal en el cuello para la joven. El cuerpo del muchacho tiene una puñalada en el pulmón. Con el fuerte calor y el paso de los días, sus cadáveres han comenzado a descomponerse. Nadie de la llamada “cuartería” escuchó sus gritos de horror y siguió conviviendo con ellos mientras se desangraban.
“No fueron degollados (como se mal informó, incluso en agencias de noticias y medios establecidos, que tomaron la invención de páginas locales sin tener en cuenta el dolor intenso que les produciría a sus familias el saber que murieron de esa manera, cuando era falso)”, afirma a CubaNet el vocero de la Fiscalía, Ricardo Shashiel Rivera Pizarro, tras conocerse las pruebas científicas de los forenses.
“Tampoco estaba embarazada como se publicó (y comenzó a surgir la duda entre sus familiares)”, agrega el funcionario.
Los cuerpos no pueden ser identificados oficialmente, en el momento. Pero sus padres saben que son ellos. Además, en las redes sociales de un medio de la frontera sur de México comienza a circular una foto brutal, en la que no se cubren los detalles más atroces de los crímenes. Acuden a las autoridades cubanas para informarles de los asesinatos de sus hijos y solicitarles ayuda para repatriar los cadáveres, algo que no consiguen.
Sepultarlos en Cuba
Tania, la mamá de Manuel Eduardo Martín Vasconcelos, parece una mujer fuerte. Pero cuando comienza a hablar de su hijo asesinado, su voz se quiebra para acabar desmoronándose.
Manuel, que trabajaba en Aduanas en el aeropuerto de La Habana, al igual que Mariam, era un masón lleno de objetivos.
“Usted no sabe el dolor tan grande que es para una madre una noticia como ésta.
No es fácil la verdad…”, afirma Tania Martín Vasconcelos, de 51 años, en un vídeo grabado en exclusiva para CubaNet.
“Yo supe de la tragedia por el papá de Mariam”, apunta. “Yo le pido a las autoridades de México y a las cubanas que me los devuelvan, no tengo recursos”.
En el hogar de los padres de la pareja de su hijo, el único consuelo a la agonía es pensar en sepultarlos en La Habana. Pero no saben cómo. Y menos, cuándo.
“Quiero justicia y me servirá de consuelo, pero al final no les van a devolver lo que les quitaron, y si me pueden devolver los cuerpos, para ya poder descansar cinco minutos. Mi mujer se quiere quitar la vida, y tengo otra niña de 10 años”, dice Alexander de las Salas, de 47 años, a este medio independiente especializado en noticias sobre Cuba.
Ninguno de ellos tiene familiares en los Estados Unidos que les puedan apoyar en su gran anhelo.
“Sólo sé que mi padre está en Nueva York, pero ni sabe que tiene una segunda nieta…”
Una amistad ha comenzado a recaudar fondos en la plataforma Gofundme.
“Mi hija era una niña buena, no se metía con nadie. Era buena amiga, buena hija. Lo único que pido es que nos ayuden a regresar ese cuerpo para acá”, implora Mayte, la mamá de Miriam.
“No tengo esa cantidad de dinero para traerla, es lo que pido a todo el mundo que nos ayuden, que protesten, que hagan algo, que me dejen darle sepultura al lado de nosotros, por favor, ayúdenos”.
El barco en el que pescaba Alexander se llama Las Mari: en honor a las tres mujeres de su vida. Porque sus nombres comienzan por la letra “M”: su esposa Mayte, Mariam y su niña María.
Atrás quedó la embarcación: la vendió para que su hija mayor, Mariam, pudiera encontrar un futuro. Y también, ella.
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