LA HABANA, Cuba.- Rafael Ramón López Oliva, natural de La Habana y de 58 años, falleció este domingo en la prisión habanera Combinado del Este mientras cumplía una condena en el edificio 1, 4º piso, ala sur. Según atestiguan varios presos, el recluso llevaba varios días con malestar, incluso unos días antes se lo habían llevado con síntomas de coronavirus, pero no para ingresarlo en un hospital, sino en la prisión de Iguanó, en el Cotorro, que ha sido acondicionada para albergar a los reos con coronavirus del Combinado y de otras prisiones, pues en hospitales como la Covadonga y el Carlos J. Finlay ya no hay capacidad para atenderlos.
De acuerdo al reporte del preso Noel López González, a pesar de que el PCR le había dado positivo, López Oliva fue devuelto al Combinado dos o tres días antes de morir, esta vez al 3º piso, ala sur, del mismo edificio, que según Noel es donde concentran a los prisioneros que se sienten mal (sospechosos de COVID-19) para observar su evolución. Noel enfatizó que de esta manera se sigue propagando el virus, pues son los mismos presos quienes reparten las comidas, hacen la limpieza y demás actividades.
López González aseguró que este nuevo fallecimiento ha consternado a la población penal, pues al parecer todos lo apreciaban. Cuando trajeron de regreso al recluso, al edificio 1, se encontraba en tan mal estado que no reconocía a sus compañeros. Además, tenía falta de aire, dijo.
Añade Noel que en la prisión hay una gran cantidad de reclusos mayores de edad y con enfermedades crónicas, y que en el pasillo de medida de seguridad, donde él se encuentra, 1º norte, edificio 1, todos han padecido el coronavirus, aunque en su mayoría han preferido pasarlo en secreto y no revelar sus síntomas debido al miedo a que los encierren en esos infaustos lugares.
Si bien los presos tienen tapabocas (incluso la policía también les reparte algunos), no tienen las condiciones para lavarlos y secarlos adecuadamente. Por lo tanto, es lógico suponer que no cumplen su función al ciento por ciento. Noel López recalca que cada noche se llevan a más de 30 presos infectados o sospechosos de COVID-19, pero no se sabe hacia dónde. Esa incertidumbre incrementa el pánico y el nerviosismo en la población penal.
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