LA HABANA, Cuba. – Entre las notables sopranos que nacieron o se desarrollaron en Cuba, María Remolá ocupa un lugar especial. Nacida en Barcelona, el 7 de diciembre de 1930, se radicó en La Habana hacia el año 1952. Apasionada del canto, recibió clases del profesor Francisco Fernández Dominicis y perfeccionó su arte con la cantante búlgara Liliana Yablenska.
Su hermosa voz, florida, ágil y capaz de alcanzar registros agudos apreciables, le abrió las puertas del Teatro Martí, donde interpretó un amplio repertorio de zarzuelas y óperas, así como canciones de la música popular cubana y latinoamericana. Fue una favorita del público y la crítica, dueña de una carrera sólida que la llevó de gira por Estados Unidos, España, Asia, América Latina y la antigua Unión Soviética.
Fue fundadora del Teatro Lírico Nacional, donde asumió roles importantes de la producción operística mundial, especialmente en Rigoletto, La Traviata, Lucia de Lammermoor o El Barbero de Sevilla. También protagonizó zarzuelas y operetas que eran el deleite de un público conocedor y leal, que la bautizó como “El ruiseñor cubano”.
Puede afirmarse sin temor a exagerar que María Remolá llegó a convertirse en la soprano más popular entre las décadas de 1960 y 1980. Tras viajar a España por motivos personales, desapareció de los medios de comunicación hasta bien entrado el siglo XXI.
Para entonces la artista llevaba tiempo instalada en República Dominicana. Allí mantuvo un perfil discreto; había dejado de cantar y ejercía la docencia con la misma pasión que en otros tiempos dedicara al bel canto.
En esa isla caribeña murió María Remolá el 9 de diciembre de 2021, dos días después de haber cumplido 91 años.
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