LA HABANA, Cuba.- Se dice que detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer. El refrán no siempre se cumple, pero en el caso de María Magdalena Cabrales, no cabe dudas de que fue la compañera perfecta para el lugarteniente general Antonio Maceo, héroe de la independencia de Cuba, con quien compartió el sueño de una Cuba libre, los rigores de la manigua y la amargura del exilio.
El 20 de marzo de 1842, en Santiago de Cuba, nació la esposa del Titán de Bronce. Mujer inteligente, de carácter recio y patriotismo incondicional, no pudo desarrollarse intelectualmente debido a los prejuicios de la época; pero compartió con Maceo todos los planes y tentativas independentistas. Junto a él vivió y soportó los avatares de la Guerra de los Diez Años, laborando como enfermera en los hospitales de campaña. Junto a él rechazó el Pacto del Zanjón, apoyando su intransigente actitud ante la propuesta del general español Arsenio Martínez Campos.
María Cabrales secundó la Protesta de Baraguá, la intentona revolucionaria conocida como “Guerra Chiquita” y se embarcó en un largo exilio con su esposo, que incluyó países como Jamaica, Honduras y Panamá, hasta establecerse finalmente en Costa Rica. Allí fundó el Club de Mujeres Cubanas de Costa Rica, a través del cual recaudó fondos para la preparación de la Guerra Necesaria. Fue tan fructífero su quehacer, que José Martí la calificó como su mejor colaboradora en esa nación centroamericana.
Regresó a Cuba junto a Maceo para acompañarlo en la que sería la lucha definitiva por la libertad. Tomó parte en la invasión a Occidente y, tras la caída en combate del Titán, en diciembre de 1896, se retiró a vivir en la finca San Agustín, en Santiago de Cuba, hasta su muerte, acaecida una mañana de julio de 1905.