MIAMI, Estados Unidos. – La pasión por los autos fue una de las facetas más conocidas de la vida del astro argentino Diego Armando Maradona, quien falleciera el pasado 25 de noviembre, a los 60 años de edad.
El genio del fútbol nunca escondió su gusto por los coches de lujo. Desde los años ochenta del pasado siglo, cuando alcanzó fama mundial jugando para Barcelona y Napoli, hasta sus últimos días, Maradona siempre tuvo a disposición una flota de automóviles de primer nivel, en los que se dejaba ver con frecuencia.
De acuerdo con el diario argentino Infobae, al momento su muerte, el astro poseía siete vehículos, cuatro de ellos radicados en Argentina. Sin embargo, utilizaba con asiduidad solo dos.
Una auditoría encargada por su círculo íntimo comprobó que el exjugador pagaba en el país un total de siete pólizas de seguros de auto, algunas de ellas pertenecientes a familiares y allegados.
Uno de los vehículos más utilizados por Maradona en sus últimos meses de vida fue un BMW M4 coupé, de 193 000 dólares, bautizado por el propio Diego como “La máquina”. El otro fue una camioneta Mercedes Benz que se pudo ver en los alrededores de los centros médicos en los que estuvo internado las semanas previas a su fallecimiento.
Maradona también tenía otros dos BMW coupé, lo que confirma su predilección por el fabricante alemán.
El exfutbolista conservaba además dos automóviles en Dubái: un Rolls Royce Ghost, valorado en 300 000 euros, y un BMW i8, tasado en 145 000.
La otra reliquia rodante de Maradona se encuentra en Bielorrusia. Se trata de la famosa Overcomer Hunta, una exclusiva camioneta anfibia que le regaló el Dínamo Brest en 2018, cuando asumió como “presidente del fútbol” del club, rol en el que duró apenas semanas.
Para muchos, la pasión del Diez por los autos formaba parte de su excentricidad, resultado de vida de lujos y excesos.
Los críticos del campeón del mundo en México 86 también cuestionaron los vínculos de Maradona con gobernantes como el dictador cubano Fidel Castro y el fallecido Hugo Chávez, a quienes siempre apoyó y respaldó públicamente.
La relación fue aún más estrecha con Fidel, a quien Maradona consideraba como un padre. La cercanía entre ambos llevó a que, tras su retiro, el jugador pasara varios años tratando su adicción a las drogas en La Habana.
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