LA HABANA, Cuba.- Nancy Alfaya y Kirenia Yalit Núñez Pérez son dos activistas por los derechos humanos en Cuba que intentan mantener un discurso de género desde las organizaciones a las que pertenecen.
“Hablar de violencia de género en Cuba solo se permite si estás a favor del régimen”, asegura Núñez Pérez, psicóloga y coordinadora de la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana. “Es el mismo patrón de los hombres abusadores, que pueden violentar a sus esposas, y se fajan si les tocan a las hermanas, pero por eso no dejan de ser violentos”, lo dice mientras repasa todas las mujeres activistas que conoce han sido acosadas, amenazadas, encarceladas, maniatadas, golpeadas por la Seguridad del Estado.
En noviembre Núñez Pérez fue invitada al evento Mujeres en Resistencia, y aprovechó la oportunidad para hablar frente medios de prensa mexicana sobre las mujeres presas políticas en Cuba, después de eso le hicieron una carta de advertencia por un supuesto material subversivo.
Por su parte, Alfaya intentó viajar a Perú en el mismo mes y se lo impidieron. Después de exigir una respuesta, “me dijeron que estaba bajo una investigación de la que nunca me informaron”, denuncia a Cubanet, aunque asegura que está convencida que la razón principal es su trabajo en el asentamiento La Manteca, como parte de su membresía en la Red de Mujeres por la Igualdad.
“La Red es un capítulo del Comité Ciudadano por la Integración Racial”, relata la artista, quien asegura que “es un lugar que solo le importa al gobierno cuando comienza el proceso electoral, mientras tanto, es como si no existiera. Nadie se preocupa si los niños no van a la escuela, si no tienen asfalto para arreglar las calles; las casas son hechas lo mismo con una tabla, un palo o con lo que sea, con lo que tengan; las mujeres son vendedoras ambulantes y sus maridos tienen un alto nivel de alcoholismo”, subrayó.
Los perpetradores de violencia contra las mujeres en La Manteca son los maridos, y contra las activistas el estado, pero al final todo entra dentro de la misma categoría: violencia contra las mujeres.
En La Manteca “las mujeres son las que llevan el trabajo y junto a ello la casa, caminan a veces más de 20 kilómetros y la mayor parte de las ganancias se las tienen que dar al hombre porque es el dueño de la casa”, dice Alfaya, quien intenta al tiempo analizar la raíz del problema: “casi todas estas mujeres vienen de la región oriental, y dicen que no tienen más que aceptar esa vida porque si no tienen que volver para Oriente”.
Por otro lado, “hasta el pasado noviembre había 18 mujeres presas políticas dentro de Cuba”, asegura Núñez Pérez. “La represión contra las activistas ha ido mutando a medida que se han hecho más visibles en la lucha por los derechos humanos. Y el régimen siempre ha subestimado no solo la capacidad cognitiva de ellas sino su capacidad de convocatoria. Antes los asuntos de mujeres quedaban entre mujeres y eso hacía que no nos dieran la importancia que debíamos tener, pero las cosas han cambiado”.
“Pese a que la subestimación sigue, han adquirido mucha fuerza movimientos femeninos como Damas de Blanco, u otras organizaciones que lideran mujeres. El régimen ha comenzado a percibir el poder de convocatoria y el poder de transformar no solo a las féminas mismas, sino a la familia, justo por ser ellas las que en su mayoría llevan los hogares en Cuba” agregó Núñez Pérez.
“Desde el año 2015 estamos trabajando en esa comunidad, aunque no en el ámbito de empoderarlas, a modo de orientación; y en ese sentido un buen paso es ayudarlas a que encuentren el talento que tienen”.
La activista está convencida de que señalarles el camino a seguir pudiera ser un recurso, además de hacerles ver que la violencia es un mal que se hereda. “La mayoría tienen hijas jóvenes que ven ese camino como el modelo a seguir, hay que animarlas a generar cambios en la actitud de sus hijos varones, en las palabras, aunque la distancia entre lo que decimos y lo que se ve en los hogares es mucha”.
En la Red de Mujeres por la Igualdad trabajan también con presencia masculina, un 10%, con el objetivo de que el discurso llegue de diferentes perspectivas.
“Es importante contar con el apoyo de la familia”, asegura Núñez Pérez en calidad de psicóloga, pues “tiene que ser un peligro para ellos [los represores] que las mujeres sean líderes”.
Ninguno de los dos grupos de mujeres tiene leyes que las amparen, las activistas porque la cuestión ideológica lo justifica todo en Cuba, y las vendedoras ambulantes porque las leyes que existen no las protegen.
“He hablado con abogados y me han dicho que en el Código Penal la violencia aparece generalizada y no tipificada”, lo que pone a las leyes cubanas desfasadas con respecto a las necesidades. “En otro país con democracia nosotras como asociación podríamos tener un lugar para protegerlas a ellas y a sus hijos”, dice Alfaya, y recuerda un caso que ocurrió en Villegas, entre Muralla y Compostela, en La Habana Vieja, donde la solución que encontró la mujer en cuestión fue intentar tirarse de la azotea.
“En la estación de policías no le hicieron nada al marido después de tremenda golpiza que le dio, ¡ni una multa! y ella tuvo que volver para la casa. Cuando llegó ¿qué recibió? Otra mano de golpes, pero aquí no hay ni órdenes de restricción, ni refugios, pero sí una federación de mujeres cubanas con casas de orientación a la mujer y a la familia, con las que me he tomado el trabajo de hablar y no tienen ni el conocimiento ni la instrucción, y como es a nivel de cuadra la gente no se identifica, porque todo puede quedar en el chisme y no se resuelve nada”.
En el aeropuerto “me incautaron dos folletos que contenían una línea de currículo de las personas que participaron en este evento, entre ellas yo; una pegatina del evento que decía Florece Resistencia; un manual de comunicación con un contenido estándar para las personas que quieren hablar en público; y otro folleto que hablaba sobre los derechos humanos, sin ninguna alusión al tema Cuba. Eso es lo que ellos consideraron CR o propaganda enemiga”, denunció Núñez Pérez, quien estuvo retenida por cuatro horas en el aeropuerto por el “reclamo público que hicimos por la situación de las mujeres presas”.
Así mismo, Nancy Alfaya tampoco cree que su trabajo sea subversivo, “pero nos ven como una fuerza oponente porque somos independientes, porque no nos atenemos al sistema ideológico socialista y según ellos desestabilizamos el orden establecido”, como si la miseria en La Manteca fuera un orden a perpetuar.