MADRID, España.- Esposas de presos políticos por las manifestaciones del 11J en Santa Clara, explicaron ante las cámaras de CubaNet la situación en que se encuentran ellas tras los arrestos, una situación marcada fundamentalmente por el dolor, la necesidad económica y la impotencia ante la injusticia y el estado de indefensión.
Clara María Vila Cárdenas, esposa de Armando Guerra Pérez, y Yalianys Carrazana Domínguez, esposa de Liván Hernández Sosa, aseguraron que la participación de estos hombres en las protestas populares del 11 de julio de 2021 fue pacífica, y que no pudieron demostrar nada en su contra en los juicios amañados. No obstante, Armando Guerra Pérez fue condenado a seis años de prisión, que cumple en la cárcel de Guamajal. Mientras que Liván Hernández Sosa fue sentenciado a cuatro años y permanece en la prisión de Manacas.
Sobre los juicios, Vila Cárdenas, de 50 años, relató que los testigos eran “gente de ellos” — del Gobierno cubano—.
“Ha sido muy doloroso. No hubo pruebas para demostrar su culpabilidad, ni que había tirado piedras, ni que había hecho nada”, dijo Yalianys Carrazana.
“El abogado que tenía la capacidad para poderlo defender no habló ni diez minutos”, agregó.
Actualmente ambas mujeres dependen de un solo salario —muy bajos— para mantener su hogar.
Clara María Vila Cárdenas, quien estudió conservación de alimentos, tras 22 años trabajando, se pregunta sobre su situación económica: “¿Qué tengo?”.
“Si le doy un poco de sentido a mi vida es porque tengo a Dios”, dice la señora.
Mientras que Carrazana Domínguez cobra 1.900 pesos como auxiliar de limpieza.
Estas mujeres, a quien la dictadura cubana ha separado de sus esposos, también lamentan las condiciones de las visitas al centro penitenciario.
Sobre las visitas, que son una vez al mes, explican que comienzan mucho más tarde de la hora establecida, que les requisan todo, que son dolorosas.
Yalianys Carrazana recordó también la primera vez que vio a su esposo tras la detención del 11J. Sobre ello, relató: “Liván entró —a la prisión—pensado 93 kilos, y cuando lo volví a ver pesaba casi 70 kilos, se le había caído el pelo. Cuando lo vi la primera vez casi muero en aquella visita”.