LA HABANA, Cuba. – En la madrugada del 22 de noviembre de 1999 un grupo de cubanos salió ilegalmente desde un punto próximo a la playa de Varadero, en una embarcación improvisada que naufragó pocas horas después. El único sobreviviente de los 13 migrantes fue el niño Elián González Brotons, de cinco años, cuya milagrosa salvación gracias en parte a una manada de delfines le dio la vuelta al mundo generando asombro, empatía e incluso inspiraciones de carácter profético.
El suceso también puso a Cuba en el centro de atención a escala global, circunstancia preferida por Fidel Castro para desplegar su retórica antiimperialista y convertir la tragedia de un niño que vio a su madre morir ahogada, en una de las cruzadas políticas más intensas y extenuantes que recuerde el pueblo cubano.
El trauma de Elián quedó eclipsado por el voluntarismo del caudillo y la inescrupulosa manipulación mediática que, desde ambas orillas, se produjo alrededor del suceso. Fidel Castro se tomó el asunto de forma personal y buscó la manera de desviar la atención internacional sobre un sistema fallido que generó tres olas migratorias en 30 años, para colocarla, una vez más, sobre el mito de David contra Goliat, la Isla hostigada por el Imperio, y demás altisonancias conocidas.
Su egocentrismo sepultó la memoria de Elizabeth Brotons, quien fue culpada desde el poder, los medios estatales de comunicación y buena parte de la opinión pública por haber puesto en riesgo la vida de su hijo. Cuando se habla del “balserito Elián” nunca se menciona el hecho de que su madre, antes de desaparecer en las aguas del Estrecho de la Florida, lo amarró a la balsa para salvar su vida.
En la narrativa que ha prevalecido, la supervivencia del pequeño se debe a los delfines y a Fidel Castro, el líder máximo que lo trajo de vuelta tras meses de insufrible y masivo barullo que debe haber costado millones a una nación que se hundía cada vez más en la miseria y la dependencia.
Hubiera bastado con que el padre de Elián tramitara la reclamación del niño, pues tenía todo el derecho de exigir su regreso en tanto no había autorizado su salida ilegal del país; pero Fidel Castro necesitaba dar el escándalo, que una vez más su pervertida revolución triunfara sobre “la mafia cubanoamericana”, que no quería devolver al niño para cumplir así la voluntad de su madre de sacarlo del infierno comunista.
Fidel Castro logró que Elián regresara, que el padre de la criatura se convirtiera en un hombre fuerte para el régimen y que la “desafecta” Elizabeth Brotons no fuera jamás mencionada.
Pero ello no fue suficiente para satisfacer su ego. Elián González fue adoctrinado al punto de elegir la vida militar bajo el yugo castrista y aceptar el carné del Partido Comunista de Cuba. No alcanzarán todas las misas para darle paz a esa madre que sacrificó su vida para que su hijo conociera la libertad.
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