LA HABANA, Cuba. — Cuando hay mucha acumulación de basura en un lugar, los habaneros suelen decir: “Esto parece un Cayo Cruz”, en alusión al que fuera durante muchos años el vertedero más grande de la capital.
Durante la primera intervención norteamericana en Cuba (1898-1902), como parte de las tareas de saneamiento e higienización de La Habana, se construyó el alcantarillado y se crearon basureros alejados del centro de la ciudad. Cayo Cruz, un pequeño islote de la bahía habanera, en la ensenada de Tallapiedra, fue escogido para botar los desperdicios sólidos de la capital. Antes había sido un sitio de reclusión de delincuentes, prostitutas y chulos, por lo cual recibió el burlesco nombre de Cayo Puto.
El vertedero de Cayo Cruz hace tiempo fue clausurado, pero muchos habaneros siguen llamándole así a todos los vertederos que le sucedieron, como el de la calle 100, en Marianao, y el de las Ocho Vías, cerca del Cotorro.
Recuerdo que cuando yo era niño, para botar la basura, la mayoría de las personas tenían en su domicilio una lata cuadrada de aceite o manteca conseguida con el bodeguero cuando este la vaciaba donde se echaban los sobrantes de comida y otros desperdicios. Porque en aquella época a nadie se le ocurría tirar la basura a la vía pública, como muchos hacen hoy.
Cuando pasaba el camión que recogía la basura, los basureros recogían las latas del borde de la acera y la lanzaban con destreza a los que iban encima de la cama del vehículo, que con mucha agilidad volteaban su contenido y devolvían la lata al que estaba abajo, y este la colocaba de nuevo en su lugar en la acera. Aquel procedimiento se modernizó en la década de 1970 con unos camiones traídos de Checoslovaquia que vertían la basura que era recogida de unas tanquetas metálicas que estaban situadas en las esquinas de las calles.
Pero, con el tiempo, aquellos camiones y las tanquetas se fueron destruyendo y se regresó a la recogida manual.
En la actualidad, gracias a vehículos donados por Japón y China, la basura se recoge con más o menos regularidad. Pero el parque actual de dichos vehículos es insuficiente, principalmente por la falta de piezas de repuesto.
La basura se recolecta de contenedores plásticos rodantes, pero muchos están destruidos, o les robaron las ruedas para hacer carricoches o para venderlas. Cabe señalar que en las tiendas en MLC una de estas ruedas cuesta 14,40 dólares.
Como hay falta de contenedores y la basura no se recoge diariamente, en los que hay, cuando se repletan, la basura se desborda y se desperdiga por la calle, lo cual genera mal olor y focos de insalubridad.
Los llamados “buzos”, que revuelven la basura de los contenedores en busca de objetos útiles, latas y botellas para vender y de sobras de comida para los animales, riegan la basura en las aceras.
Las personas que realizan trabajos de construcción en sus domicilios, como no tienen donde botar los escombros, los arrojan en los contenedores y sus alrededores. Como en los camiones que se usan actualmente para recoger la basura no pueden cargar escombros, estos permanecen días en la vía hasta que vienen brigadas especiales a recogerlos.
El crecimiento poblacional de la urbe y la emigración descontrolada de personas de otras provincias, sobre todo hacia zonas periféricas, hace cada vez más difícil recoger la enorme cantidad de basura que se genera. Hace poco, el primer ministro del régimen Manuel Marrero Cruz señaló la necesidad de buscar una solución a este serio problema.
Hoy, la capital cubana, con tantos charcos de aguas albañales y acumulación de basura y escombros, parece un inmenso estercolero, un gran Cayo Cruz.